Michel Serres |
Michel Serres
Un síntoma que observamos al intentar comprender los cambios sociales y tecnológicos es la imperiosa necesidad de aplicar una serie de apelativos para describir a los colectivos humanos. Entre ellos, emergen con promiscuidad los términos para nombrar las sucesivas generaciones de jóvenes que se han desarrollado a lo largo de la historia.
Respecto al colectivo de 'juventud' las denominaciones para cada generación (Generación X; Generación Y; Generación Z; Generación ni-ni) están supuestamente asumidas por los investigadores sociales. Algunas adaptan los términos a las cambiantes situaciones de las conductas juveniles, como es el caso de 'Generación Replicante' o 'Generación Einstein'.
En este ámbito nos encontramos con aportaciones singulares como la efectuada por Michel Serres, filósofo francés, quien anuncia que una nueva generación ha nacido, a la que llama: «Petite Poucette» (Pulgarcita) por «su especial capacidad de enviar mensajes y SMS con sus pulgares. Se refiere al colegial, la generación estudiante de hoy, que vive un tsunami en tanto el mundo cambia en torno ellos». Conocen de otra manera, escriben de otra manera y no hablan la misma lengua. Lo que constituye, para este pensador, un período histórico de inmenso cambio, comparable al final del Imperio romano o el Renacimiento.
Esta idea la desarrolló en una conferencia en la Academia Francesa en marzo, y en su argumentación expresa que estos nuevos jóvenes, respecto a sus padres: no tienen ni el mismo cuerpo ni la misma conducta; ningún adulto ha sabido ni podido inspirarles una moral adaptada. Su horizonte temporal y perspectiva histórica son tremendamente distantes. Una generación que no ha vivido ninguna guerra, ni sus consecuencias, que nunca ha pasado hambre, y ante la que se pregunta: ¿Qué historia comprenderán ellos, sin haber experimentado en el sufrimiento, la «urgencia vital de una moral»? Han sido formateados por los medios de comunicación, que meticulosamente han destruido su capacidad de atención mediante la reducción de la duración de las imágenes a siete segundos, donde la palabra más repetida es «muerte» y la imagen más frecuente la de cadáveres.
Y formateados por la publicidad: los adultos hemos duplicado nuestra sociedad del espectáculo en un entorno educativo cuya competencia abrumadora eclipsa a la escuela y a la universidad. Los 'mass- media' se han apoderado desde hace tiempo de la función de la enseñanza. Y, como consecuencia, los maestros se han vuelto los menos escuchados de entre todos esos instructores.
Vivimos en un espacio de vecindades inmediatas pero, además, distributivo. Donde los antiguos lugares de reuniones se diluyen. Ellos habitan pues lo virtual. Pueden manipular muchas informaciones a la vez. No tienen la misma cabeza. Ante el espectacular crecimiento de entornos como Facebook, nosotros, los adultos, no hemos inventado ningún lazo social nuevo. Como un átomo sin valencia, Pulgarcita está desnuda.
Estas aseveraciones de Serres podrían responder a un enfoque que considera que la inestabilidad de la sociedad obliga a generar, por los jóvenes, nuevas formas de supervivencia social y cultural. El tratamiento de los problemas de identidad juvenil requiere de un espacio seguro y protector. Ello entronca con la opinión de Marino Pérez, catedrático de Psicología: «Lo que pasa es que hay un desfase. La gente joven está preparada para vivir en un jardín de rosas, cuando si lo hubo alguna vez no fue duradero. Las nuevas generaciones no están preparadas para la dureza del mundo. Se pueden estrellar».
La identidad juvenil se configura en una praxis que, mientras más divergente es, mayor significación adquiere. La duda que surge es en qué medida se gestan los márgenes de identidad que conforma esta nueva cultura juvenil. Serres ahonda las diferencias de esta generación mutante respecto a los adultos, en las que se perciben comportamientos más intuitivos e introyectivos. Al respecto, destaca: «Se olvida una de las leyes de la tecnología a la cual llama la «inversión de la ciencia». ¿Qué es la ciencia? La ciencia es lo que el padre enseña al hijo. ¿Qué es la tecnología? Es lo que el hijo enseña a su papá.
Entonces ¿Qué transmitir?, se pregunta Serres, si el acceso al saber está a partir de ahora abierto a todos, en la web, disponible, objetivado y distribuido. Nos plantea la necesidad de un posicionamiento abierto y positivo ante un futuro que le gustaría vivir hoy con 18 años. Con espíritu positivo este filósofo, experto en la historia y el análisis de la ciencia, subraya: «Sobre todo no digáis que al alumno le faltan funciones cognitivas que permitan asimilar el saber así distribuido, puesto que precisamente, esas funciones se transforman con el soporte». Y nos recuerda a Montaigne: «Una cabeza bien hecha más bien que una cabeza bien llena». Esta cabeza hoy ha mutado.
Quienes trabajamos con jóvenes deberíamos centrarnos en dos temas axiales señalados por Feixa: la construcción histórica y cultural de la juventud a partir de la diversidad y la metamorfosis de la juventud en la era de la globalización. Por otra parte, no ceso de pensar en los juegos inconscientes que hayan provocado elegir este nombre y su representación en nuestro imaginario. Si atendemos la fábula de 'Pulgarcito' con todas sus moralejas, destacaríamos que el problema principal de su familia -la falta de dinero que obliga a su padre a abandonarle en el bosque- se resuelve gracias al sueldo de mensajero que el pequeño consigue del Rey, al calzar las botas de siete leguas del ogro.
Existe la esperanza de que los pulgarcitos contemporáneos consigan su propia autonomía con trabajos rentables y creativos; pero no está claro con qué tipos de botas y quien será el rey que les reconozca en su labor y les contrate. Además, nos encontramos con el riesgo de que los pulgarcitos de hoy no se pierdan en el bosque por dejar caer las migas de pan, sino por que ellos mismos irremediablemente terminarán comiéndoselas.
Más que ser indulgentes, con estos jóvenes mutantes, hay que ser proactivos. Y aprender todo lo posible de y con ellos y ellas.
Gabriel Navarro, Generación mutante: Pulgarcita, la verdad.es, 26/09/2011