La belleza puede ser consoladora, turbadora, sagrada, profana; puede ser estimulante, atractiva, interesante, escalofriante. Puede afectarnos de un sinfín de formas distintas; sin embargo, nunca nos deja indiferentes: la belleza exige el reconocimiento; nos interpela directamente como la voz de un amigo íntimo. Si hay personas indiferentes a la belleza, sin duda es porque no la perciben.
No obstante, juzgar la belleza es una cuestión de gustos, y puede que el gusto carezca de base racional. Si es así, ¿cómo explicar el lugar de honor que ocupa la belleza en nuestras vidas y por qué nos lamentamos de la desaparición progresiva de la belleza en nuestro mundo, suponiendo que realmente se produzca? ¿Y es cierto, como mantienen tantos escritores y artistas, desde
Baudelaire y
Nietzsche, que la belleza y el bien son independientes, de modo que una cosa puede ser bella precisamente en cuanto que inmoral?
Además, puesto que la discrepancia es algo propio de los gustos, ¿cómo puede utilizarse el criterio del gusto de una persona para emitir un juicio sobre el gusto de otra? Por ejemplo, ¿cómo podemos afirmar que un tipo de música e superior o inferior a otro cuando los juicios comparativos no son más que un reflejo del gusto de quienes los formulan?
Este relativismo habitual ha llevado a algunas personas a desdeñar los juicios de belleza como algo puramente subjetivo", con el argumento de que no pueden criticarse los gustos porque criticar un gusto no es más que dar expresión a otro; por lo tanto, no cabe aprender ni enseñar nada a lo que se pueda llamar "crítica". (...)
Creo que este escepticismo sobre la belleza no está justificado. Argumento que la belleza es un valor real y universal, arraigado a nuestra naturaleza racional, y que el sentido de la belleza desempeña un papel indispensable en la configuración del mundo de los humanos. No adopto una perspectiva histórica sobre el tema, ni tampoco pretendo dar una explicación psicológica y aún menos evolutiva del sentido de la belleza. Mi punto de vista es filosófico, y las fuentes principales de las que beben mis argumentos son las obras de filósofos.
Roger Scruton,
La belleza, Editorial Elba, Barcelona 2017