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Por Andrea Giráldez-Hayes
En los últimos años, especialmente en los países anglosajones, se ha hablado cada vez más de Educación Positiva y se han llevado a cabo algunas experiencias e investigaciones interesantes. ¿Una moda más en el ámbito educativo? Aunque creemos que no, es pronto para responder a esta pregunta, y en cualquier caso estaríamos hablando de una moda basada en los resultados de investigaciones científicas que dan cuenta de beneficios duraderos observados en niños y jóvenes.
Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de educación positiva? Hablamos de un término acuñado por Martin Seligman (Seligman et al., 2009) para referirse a un enfoque cuyo principal objetivo es usar la ciencia de la Psicología Positiva y la aplicación de intervenciones o ejercicios específicos para mejorar el bienestar de estudiantes y educadores. La propuesta cuenta con el apoyo de numerosos psicólogos, investigadores y docentes de reconocido prestigio, convencidos de que una ‘buena escuela’ no aspira solo a que sus estudiantes alcancen los mejores resultados académicos, sino también a que puedan ‘florecer’ como personas seguras de sí mismas, empáticas, resilientes, felices… y comprometidas con la mejora de la sociedad.
Repensar la educación
Hace algunos años, Seligman (2011) se ocupó de formular dos preguntas a cientos de padres y madres:
Sin duda, las escuelas han de seguir enseñando muchas de las cosas que enseñan, algo que ya hacen muy bien, pero esto no supone conformarnos con lo que tenemos, sino mirar más allá y enseñar habilidades que posibiliten el bienestar de las personas. A esta posibilidad nos referiremos a continuación, pero antes de hacerlo me gustaría recordar algo que he mencionado en numerosas ocasiones. Si vamos a emprender alguna acción, debemos comenzar por los docentes. Es cierto que nuestro objetivo último es el bienestar de los estudiantes, pero parece poco probable que vayamos a conseguirlo si no nos aseguramos de que quienes van a enseñar gozan también de ese estado de bienestar. Después de todo, “enseñamos lo que somos”.
¿Qué podemos hacer para fomentar el bienestar en las escuelas?
Fomentar el bienestar es mucho más que implementar un programa de educación emocional o de pedir a las personas que sonrían todo el tiempo. Existe una cierta simplificación del tema que, lejos de ayudarnos, solo contribuye a banalizar algo que es sumamente importante.
Fomentar el bienestar supone acompañar a los estudiantes ayudándoles a conocerse mejor y a dar sentido a lo que hacen y desean para sus propias vidas, haciéndolo a través de programas validados por la evidencia científica.
En los últimos años, impulsados por el Centro de Psicología Positiva de la Universidad de Pennsylvania, pero también por otras organizaciones, algunas escuelas han desarrollado programas de los que sin duda podemos aprender. Uno de ellos es el llevado a cabo en la Geelong Grammar School, situada en una localidad cercana a Melbourne, Australia.
La experiencia en Geelong Grammar School
Geelong Grammar School es una de las escuelas que ha aplicado de manera sistemática el enfoque de la Educación Positiva. La escuela cuenta con más de 1.500 estudiantes distribuidos en cuatro centros y unos 200 profesores. En el año 2008, 100 docentes recibieron, en un programa de nueve días, formación específica por parte de docentes del programa de Psicología Positiva de la Universidad de Pennsylvania centrándose en seis ámbitos: resiliencia, fortalezas, gratitud, comunicación positiva y optimismo. El énfasis se puso en el desarrollo de estas habilidades en las vidas de los propios docentes, tanto a nivel personal como profesional, y solo después de ofrecieron ejemplos sobre cómo enseñar estas habilidades a los estudiantes.
Desde entonces, la escuela ha puesto en marcha programas de desarrollo del bienestar en distintos cursos en los que se trabaja en torno a algunos temas clave de la Psicología Positiva: resiliencia, gratitud, fortalezas, sentido, fluir, relaciones positivas y emociones positivas. Pero además de estos programas, el equipo directivo y los docentes se propusieron integrar la Educación Positiva en actividades cotidianas.
Así, por ejemplo, los profesores de Inglés consideraron las fortalezas y la resiliencia como temas de debate en la lectura de algunas novelas, mientras que los de Geografía pidieron a sus estudiantes que pensaran en cómo podía medirse el nivel de felicidad de una nación, y cómo los criterios para considerar el bienestar podían variar entre Australia, Irán o Indonesia. Finalmente, en las clases se integraron de manera natural espacios de diálogo que fomentaban los valores de una vida más positiva. (Para más información sobre la experiencia en esta escuela véase Geelong Grammar School, 2018).
Intervenciones de la Educación Positiva
Como antes he sugerido, implementar un programa de Educación Positiva es mucho más que aplicar algunas intervenciones. Por ello, sé que al poner algunos ejemplos corro el riesgo de que alguien caiga en la tentación de usarlos sin más, fuera de contexto. Sin embargo, no quería terminar este artículo sin ofrecer un par de ejemplos, ya que pueden dar una idea de cómo la teoría se lleva a la práctica.
Tres cosas buenas. Pedimos a los estudiantes que al final de cada día anoten tres cosas buenas que les han sucedido. Pueden ser cosas relativamente pequeñas (por ejemplo, “hoy pude responder a una pregunta difícil en la clase de ciencias”), o de mayor envergadura (“me he reconciliado con mi mejor amigo”). Junto a cada uno de los eventos mencionados, escribirán una reflexión respondiendo a una o varias de las siguientes preguntas:
Usar tus fortalezas. En las teorías de Psicología Positiva se considera que los estudiantes pueden tener más satisfacción en sus vidas si aprenden a identificar sus fortalezas y a utilizarlas en la escuela, con los amigos y la familia, en sus hobbies, etc. Los estudiantes pueden realizar el Cuestionario de Fortalezas VIA para niños. La información obtenida servirá para ayudarles a encontrar ocasiones que posibiliten un uso más frecuente.
Reflexión final
Quizá alguien se esté preguntando por qué detenerse a considerar la posibilidad de integrar los principios de la Educación Positiva en la escuela. Entre otras razones, porque en una época marcada por la inequidad, las guerras o una crisis de valores, contribuir a la formación de seres humanos íntegros, capaces de procurar su propio bienestar y también el de los demás, es la mejor apuesta para construir entre todos un mundo mejor.
Referencias
Andrea Giraldez-Hayes es profesora del Master of Applied Positive Psychology and Coaching Psychology en al University of East London y coautora del libro Habilidades para la vida. Aprender a ser y aprender a convivir en la escuela, publicado por SM.
La entrada Educar en positivo, ¿posibilidad o utopía? se publicó primero en Aprender a pensar.