Por último, el capítulo 7 aborda el segundo tipo de injusticia epistémica que me propongo explorar: la injusticia hermenéutica. Podemos ver un ejemplo central de este tipo de injusticia en el caso de una mujer que sufriera acoso sexual antes de la época en que dispusiéramos de este concepto analítico, de manera que no sería capaz de comprender adecuadamente su propia experiencia, y menos aún de transmitirla a otros de forma inteligible desde el punto de vista comunicativo. Expongo que este tipo de injusticia epistémica emana de un vacío existente en los recursos hermenéuticos colectivos (es decir, de un vacío en las herramientas de interpretación social que compartimos), donde no es casual que la desventaja cognitiva producida por ese vacío afecte de manera desigual a diferentes grupos sociales. Más bien, la desigual desventaja se deriva del hecho de que los miembros del grupo más desfavorecido por este vacío quedan en cierta medida marginados hermenéuticamente; es decir, participan de forma desigual de las prácticas a través de las cuales se generan los significados sociales. Este tipo de marginación supone que nuestras formas colectivas de interpretación pueden ser estructuralmente prejuiciosas por su contenido o por su estilo: si las experiencias sociales de los miembros de grupos marginados desde el punto de vista hermenéutico quedan conceptualizadas de forma inadecuada y, por tanto, son mal interpretadas, quizá incluso por los propios sujetos; o si los intentos de comunicación realizados por estos grupos, donde sí existe comprensión adecuada del contenido de lo que se proponen transmitir, no se consideran racionales debido a una interpretación inadecuada del estilo en que se expresan. Al igual que en el análisis de la injusticia testimonial, presento una caracterización del agravio causado a las personas afectadas. La naturaleza del daño principal causado por la injusticia hermenéutica se analiza en términos de que algunas personas padecen una desigualdad hermenéutica situada: se encuentran en una situación social en la que un vacío hermenéutico colectivo les impide concretamente comprender y dar sentido a una experiencia cuya presentación de forma inteligible redunda en su propio interés.Aunque la injusticia hermenéutica no la perpetran los individuos, normalmente se hace evidente en los intercambios discursivos entre individuos. Por tanto, debemos decir unas palabras acerca de la virtud que se requiere por parte de la oyente. No se puede culpar a la oyente de una determinada desconfianza inicial que pueda sentir hacia el testimonio de alguien cuyos esfuerzos comunicativos se ven obstaculizados por la injusticia hermenéutica, puesto que esa desconfianza está justificada desde el punto de vista epistémico; tanto el hablante como la oyente trabajan con unas mismas herramientas inadecuadas. Pero, en todo caso, el objetivo epistémico de la interpretación quedaría satisfecho si se incorpora a la sensibilidad testimonial de la oyente la virtud intelectual de la justicia hermenéutica. Esta virtud permite que la oyente ejerza una sensibilidad crítica reflexiva hacia la posible reducción de la inteligibilidad en la que pueda incurrir el hablante debido al vacío en los recursos hermenéuticos colectivos. Es decir, el oyente virtuoso se mantiene alerta a la posibilidad de que la relativa ininteligibilidad de la hablante para él esté en función de un empobrecimiento hermenéutico colectivo, con lo que ajusta o suspende convenientemente su juicio de credibilidad. A primera vista, se trata de una virtud intelectual, y no ética. Pero sostengo que esta virtud se revela también como una virtud ética. Al igual que la justicia testimonial, la virtud de la justicia hermenéutica es un híbrido.El principal objetivo de este libro es caracterizar dos formas de injusticia epistémica: la injusticia testimonial, por la que se causa un mal a alguien en su capacidad para aportar conocimiento, y la injusticia hermenéutica, según la cual se causa un mal a alguien en su capacidad como sujeto de comprensión social. Creo que ganaremos mucho desde el punto de vista filosófico si nos concentramos en la normalidad de la injusticia, uno de cuyos beneficios sería que obtendríamos una mejor comprensión de lo que se requiere en la práctica para actuar en sentido contrario a ella. Esta esperanza es la que anima el análisis de dos virtudes ético-intelectuales correctoras que parecerían poder mejorar nuestra vida al mismo tiempo como sujetos y como objetos de conocimiento. Por supuesto, hay un límite para lo que los individuos pueden lograr con las virtudes cuando la raíz de la injusticia epistémica son unas estructuras de poder desigual y los prejuicios sistémicos que generan. En última instancia, erradicar estas injusticias no solo requeriría más oyentes virtuosos, sino un cambio político y social colectivo; en cuestiones de injusticia epistémica, lo ético es político. Aun así, este dato no hace más que subrayar el hecho de que la injusticia testimonial y la injusticia hermenéutica se deben explorar en primera instancia como problemas éticos, pues eso es lo que fundamentalmente son. Por lo que respecta a nuestra comprensión filosófica de estos fenómenos, lo político depende de lo ético.
Miranda Fricker,
Injusticia epistémica. El poder y la ética del conocimiento, Herder, Barcelona 2016