No somos seres de paraíso.
Juan Arnau
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Yo detesto la ejemplaridad aristocrática. No creo en una minoría selecta a la manera de Ortega y Gasset. No confío en esa clase privilegiada que solo pide a la gente, la masa, su docilidad a los que consideran mejores. Me producen alergia. Presumo de un espíritu igualitario muy profundo, según el cual todos somos ejemplo para todos y vivimos en una red de influencias mutuas. Frente a la minoría selecta busco a la mayoría selecta. Reivindico la vulgaridad, la normalidad, la aparente insignificancia de quien tiene vidas ejemplares cuya muerte produce un escándalo, repito. Eso va trenzando memorias que, cuando se generalizan, desembocan en costumbres, en una evidencia colectiva, sentimental que pueden conducir a esa mayoría selecta.
La vulgaridad contemporánea es un progreso de la civilización. Algo positivo, sí. Es la expresión provisional de la realización histórica del principio de igualdad. Una espontaneidad no educada. ¿Qué había antes? Una cultura aristocrática codificada. Hoy día, la vulgaridad ha barrido esa cultura, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La vulgaridad es el estado cultural de nuestro tiempo.
La democracia liberal es nuestra estación termini. No hay más progreso, nada mejor. Quienes lo quieren cambiar buscan destruirlo, y eso tiene un coste enorme. Nos dirigimos ahí. En lo político. En lo cultural, aún no. La vulgaridad es un punto de partida, no de llegada.
La vulgaridad debe dirigirse hacia una ejemplaridad igualitaria que acabará en una mayoría, no minoría, selecta. Pero si se tuerce lo político se irá todo al garete. Por eso, en mi libro, reclamo y desarrollo una teoría de la visión culta y un corazón educado. La visión culta consiste en tener una visión histórica y nos avisa de que lo podemos perder. El corazón educado pretende desarrollar unos sentimientos en dirección correcta. Amar y odiar, incluso, en la forma adecuada. Pero, insisto, todo puede ocurrir. Lo humano es un castillo de naipes sobre arenas movedizas.
Jesús Ruiz Mantilla, entrevista a Javier Gomá: "La vulgaridad es el estado cultural de nuestro tiempo. Y eso es bueno.", El País 06/04/2024
Durante los seis meses de ofensiva contra Gaza, el Ejército de Israel ha estado usando una base de datos desconocida hasta el momento, que emplea la Inteligencia Artificial (IA) y que sugirió el nombre de 37.000 personas como posibles objetivos por sus vínculos aparentes con el grupo palestino Hamás, según fuentes de la inteligencia israelí vinculadas a la actual guerra sobre Gaza.
Esas fuentes de inteligencia, además de hablar sobre el sistema 'Lavender', sostienen que oficiales del Ejército israelí han permitido la muerte de un número importante de civiles palestinos, especialmente durante los primeros meses del conflicto.
Israel, con el empleo de potentes sistemas de Inteligencia Artificial en su enfrentamiento con Hamás, ha entrado en un terreno desconocido para la guerra moderna, generando nuevas cuestiones jurídicas y morales, y transformando al mismo tiempo la relación entre las máquinas y el personal militar.
“Esto no tiene parangón en mi memoria”, afirma un agente de inteligencia que usó Lavender. En su opinión, un “mecanismo estadístico” es más fiable que los soldados en duelo. “El 7 de octubre todo el mundo perdió a seres queridos, yo también; la máquina lo hacía fríamente y eso lo hacía más fácil”, explica.
Otro agente que usó Lavender cuestiona que los seres humanos fueran mejores en el proceso de selección de objetivos: “Yo le dedicaba veinte segundos a cada objetivo y hacía docenas de evaluaciones por día; como ser humano no aportaba ningún valor añadido, más allá del sello de aprobación; [Lavender] ha ahorrado mucho tiempo”.
Los agentes confirman el papel central que ha jugado Lavender durante la guerra analizando grandes cantidades de datos para identificar rápidamente posibles combatientes júnior de Hamás a los que atacar. Al inicio de la guerra, y según cuatro de las personas entrevistadas, el sistema de IA vinculó con Hamás o con la YIP el nombre de hasta 37.000 varones gazatíes.
Lavender fue desarrollado por la Unidad 8200, cuerpo de espionaje de elite de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), comparable a la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos.
Según varias de las fuentes, para autorizar el ataque contra varias categorías de objetivos, las FDI autorizaban de antemano un número estimado de muertes civiles considerado permisible y proporcionado. Dos de las personas que dieron su testimonio señalan que, en las primeras semanas de la guerra tenían permitido matar a 15 o a 20 civiles durante ataques aéreos contra militantes de bajo rango. Por lo general, los ataques contra ese tipo de objetivos se ejecutaban con municiones no guiadas, denominadas bombas tontas, que destruían casas enteras y mataban a todos los que se encontraban en su interior.
“No quieres gastar bombas caras en gente sin importancia; es muy caro para el país y hay escasez [de esas bombas]”, afirma uno de los agentes de la inteligencia israelí. Según otro de los agentes entrevistados, la cuestión clave era determinar los “daños colaterales” a civiles permitidos en un ataque. “Normalmente ejecutábamos los ataques con bombas tontas y eso significaba dejar que la casa entera se desplomara literalmente sobre sus ocupantes”, explica. “Pero incluso si un ataque es evitado, no te importa. Pasas inmediatamente al objetivo siguiente: con el sistema [de IA], los objetivos no se terminan nunca. Tienes a otros 36.000 esperando”.
Según expertos en conflictos, si Israel ha usado bombas tontas y destruido las casas de miles de palestinos de Gaza después de que la IA los vinculara con grupos armados, eso podría ayudar a explicar el número escandalosamente alto de muertos civiles en la guerra actual. Según el Ministerio de Sanidad de Gaza, más de 33.000 palestinos han muerto desde octubre. Según datos de la ONU, 1.340 familias sufrieron múltiples pérdidas solo en el primer mes de guerra; de ellas, 312 perdieron a más de diez de sus miembros.
En respuesta a la publicación del reportaje en +972 Magazine y en Local Call, las FDI difundieron un comunicadoen el que defendían que habían respetado las normas de proporcionalidad del derecho internacional y que las bombas tontas eran un “armamento estándar” usado por los pilotos de las FDI de manera que tengan “un nivel alto de precisión”. El comunicado destacaba que Lavender era una base de datos “para cruzar fuentes de inteligencia, con el fin de producir varias capas de información actualizada relacionada con miembros militares de organizaciones terroristas”.
Bethan McKernan/Harry Davies, Israel emplea la IA en la masacre en Gaza y el combate con Hamás..., eldiario.es 04/04/2024
Llegiu més en [https:]]Les xarxes socials han anat transformant la nostra manera de percebre i interactuar amb el món que ens envolta. A través d’aquestes plataformes, ens trobem immersos en un univers virtual en què la comunicació, la interacció i la compartició d’experiències esdevé omnipresent. No obstant això, un fenomen que ha aparegut amb força és la influència que aquestes xarxes tenen en la manera com percebem i, fins i tot, vivim la vida.
A més a més, les xarxes socials també tenen un impacte en les nostres relacions interpersonals i en la manera com percebem els èxits i fracassos dels altres. L’exposició constant a les narratives construïdes per altres usuaris pot conduir a una idealització irrealista de les seves vides, generant sentiments de competició i inadequació. Així, les xarxes socials no només afecten la nostra percepció de nosaltres mateixos, sinó que també influeixen en les nostres relacions socials i en la manera com interactuem amb el món.
En una societat cada vegada més interconnectada, és innegable que les xarxes socials exerceixen un impacte significatiu en la forma en què construïm i projectem la nostra identitat. A través dels perfils en línia, seleccionem i publiquem els moments més destacats i elaboradament editats de les nostres vides, creant una imatge curosament que sovint es distingeix de la realitat. Aquesta tendència a mostrar una versió idealitzada de nosaltres mateixos pot conduir a una pressió constant per mantenir les aparences i a la comparació incessant amb altres persones, empitjorant la inseguretat i la insatisfacció personal.
També les xarxes socials actuen com a vehicles per a la difusió d’ideologies i valors específics. A través de la influència dels “influencers” i dels algoritmes que seleccionen i prioritzant el contingut, les xarxes socials poden moldre les nostres creences i prioritats, influint en les decisions que prenem en la nostra vida quotidiana. Així, les xarxes socials no només defineixen com percebem la vida, sinó que també influeixen en la manera com la vivim i per a la majoria negativament (per exemple, la romanització de conceptes tòxics).
Per a concloure, crec que les xarxes socials han esdevingut una part integral de les nostres vides, afectant la manera com percebem i interactuem amb el món que ens envolta. Tot i que poden generar pressions i expectatives irrealistes, també ofereixen oportunitats per a la connexió i el canvi social. És essencial, per tant, ser conscients del seu impacte i utilitzar-les de manera responsable per a fomentar un entorn saludable i positiu. Però, mai deixant-se influir al punt de fer canvis en el nostre dia a dia.
I
Es obvio que soy viejo. ¿Y qué pasa?
II
Suele ocurrir que en momento mismo en que me reconozco como tal, mi interlocutor derrama sobre mí un balde de retórica buenista, que detesto, del tipo "Pues yo lo veo a usted joven" o "Viejos son los trastos". Cuando les replico que me dejen ser viejo en paz me suelen mirar con una cara de perplejidad... como diciendo... "Si yo solo pretendía ser amable con usted".
III
Agradezco la amabilidad siempre que no sea condescendiente. La amabilidad condescendiente es una forma de humillación.
I
Los plátanos de la plaza de Ocata están comenzando a lucir sus hojas nuevas, pero el anciano que está convencido de que están secos, sentado a mi lado, no deja de lamentarse: "Esos árboles no tendrán hojas nunca. Han estropeado la plaza para siempre, para toda la vida. No tienen una hoja. Han hecho una fechoría. Está mal. Jamás se podrán ver hojas en esta plaza. Ya no tiene remedio. No hay ningún árbol que tenga hojas. ¡Madre mía! ¿Cómo puede ser? Me voy, por no verlos. Asesinados." Y se va a expandir su desconsuelo por las mesas de la terraza, que están bajo los plátanos coronados por sus hojas emergentes.
II
¿Cómo serán los ángeles de la guarda de los viejos desmemoriados? Sin duda son profetas que nos anuncian nuestro propio futuro para que tengamos caridad con ellos.
I
Me expulsa de lo que estoy haciendo una voz femenina escandalizada: "¡Que ya tiene diecinueve, la niña, que ya sabe lo que se hace!" Me giro automáticamente. Dos mesas más allá dos parejas comentan escandalizadas la conducta de una joven. Y lo hacen con entusiasmo, con voracidad de depredadores morales, con hambre atrasada.
II
Decido seguir con lo mío, pero no puedo dejar de pensar en la satisfacción moral que les produce a muchos su capacidad para el escándalo. ¿Por qué? ¡A qué se debe esto?
III
Cuando me enfrento a estas cuestiones suelo preguntarme a qué necesidad da respuesta la conducta que me llama la atención.
IV
¿A qué necesidad responde este aspaviento moral? Quizás a la necesidad de sentirse bueno, que es una necesidad tan imperiosa y perentoria que, en cuanto puede, coge el camino más corto para mostrarse en público
V
Al ir a correos me he encontrado con una anciana casi ciega que hoy se ha escapado del asilo para comer pescado en un restaurante. La conozco desde hace mucho tiempo y siempre que nos vemos nos paramos a saludarnos y decirnos cualquier cosa. Hoy la he visto muy envejecida, con dificultades para expresarse y para comprender lo que yo le decía. Pero su determinación estaba clara. ¡Quería comer pescado! Y se ha escapado del asilo.
Según Anil Seth en su obra La creación del yo, el yo es también una alucinación controlada. Lo equipara a la idea de lo rojo, ya que supone que la sensación de ser una identidad única no significa que exista un yo real. Cree que hay varios egos: el de la sensación de estar vivos, el yo en perspectiva, el yo volitivo, el yo narrativo y el yo social. El problema que no percibe es que si dividimos la identidad dejamos de entender el problema del yo y de la conciencia. El problema que es necesario resolver es el de la unidad del yo. Seth cree que el cerebro es una máquina predictiva de tipo bayesiano (que hace inferencias estadísticas) que genera las mejores conjeturas posibles sobre, por ejemplo, los estados mentales de los otros. Así se construyen, según él, las relaciones sociales. Me parece que Seth hace una reducción escalofriante de lo social a una máquina biológica predictiva de los estados mentales de los otros humanos que nos rodean. Como todo esto ocurre por medio y a causa de nuestros cuerpos, es decir, de nuestra constitución animal, concluye que la conciencia humana es un “animal-máquina”. Pareciera que es una máquina que no está sintiendo sino calculando, y que genera una alucinación controlada. Pero no se sabe quién o qué la controla. Por supuesto, considera que el libre albedrío es también una percepción, una ilusión controlada o controladora.
Roger Bartra, La conciencia ahogada en la biología, Letras Libres 01/04/2024
L’art és una activitat que realitzen els humans per poder-se expressar. Aquesta paraula és molt complexa perquè d’ençà que la humanitat li va posar nom a totes aquelles obres que transmetien idees i sentiments als altres, és a dir, des que es va prendre consciència i es van començar a anomenar com a tals les obres que abans ningú hauria pensat que tinguessin un valor especial i diferent de qualsevol altra activitat, el concepte d’art ha evolucionat fins a com el coneixem avui en dia.
Aquesta manifestació que ha estat present des dels inicis, no és només fruit de la inspiració d’algú, és la suma del context en el qual s’ha portat a terme i la cultura amb la qual han crescut els espectadors i l’artista, la tècnica usada i apresa i altres factors.
La valoració i la percepció de l’art es basa majoritàriament en el coneixement. Per poder valorar una obra d’art s’ha de tenir coneixement dels mètodes usats, de la tècnica, s’ha de saber un mínim d’història de l’art per conèixer el context i les possibles influències o referències… Òbviament, tenir un coneixement més profund i extens afavoreix la comprensió de les obres. Els crítics d’art ho són perquè tenen un domini de l’àmbit. Que el coneixement faci més fàcil la comprensió no vol dir que sense aquest no puguem percebre l’obra i gaudir-la o que ens desagradi, només l’enriqueix.
A part de transmetre unes idees o un missatge, l’art té la capacitat d’impactar
emocionalment i de connectar amb el públic de manera intuïtiva. Independentment del seu nivell de coneixement, els elements estètics i els temes tractats d’una obra poden provocar una opinió o reacció. L’art pot ser valorat i apreciat sense la necessitat d’un coneixement extens, però sense aquest és més difícil entendre-la, i per tant valorar-la i apreciar-la. Algú que valori l’art sense cap coneixement sobre aquest no tindrà la mateixa opinió que aquell que sí que el té. Tot i això, l’art és molt subjectiu i això fa que la seva valoració sigui tan difícil. Dues persones amb el mateix coneixement també poden tenir diferents opinions, ja que en una valoració també intervé la part més intuïtiva. Poden tenir el mateix nivell de saber, però la impressió serà diferent. No tothom ha tingut les mateixes vivències i, per tant, cadascú rep els elements de l’obra de diferent manera. La subjectivitat fa el procés de valoració delicat.
Quan la valoració és per gust propi i no perjudica a ningú no hi ha cap problema, però en una societat capitalista on l’art és recompensat amb diners és important tenir unes pautes valoratives universalitzades per a poder fer un judici just. Per exemple, valorar quines obres haurien d’anar a un museu i quines no. També s’ha de tenir en compte que l’art és un concepte molt extens que engloba moltes pràctiques diferents. En l’exemple de l’art exposat en una galeria o museu, s’ha de tenir en compte tota una sèrie d’elements racionals que analitzen persones especialitzades i formades en tot el coneixement necessari per poder-lo jutjar. Tot i així, segueix estant present la part intuïtiva que és molt subjectiva i és una part que no podem evitar percebre i que, per tant, influeixi en la nostra valoració.
En conclusió, el coneixement és una de les parts més importants a l’hora de valorar l’art. De fet, la majoria d’art avui en dia està valorat per gent amb un bagatge cultural i acadèmic extens. El coneixement pot fer que arribis a gaudir més una obra gràcies a la comprensió d’aquesta. No obstant això, es pot percebre una obra com a molt valuosa sense coneixement, ja que la part intuïtiva pot fer que ens agradi o no, independentment del nostre saber.
Si me pidieran que diseñara una prueba definitiva para certificar la competencia de un profesor o profesora, creo que sería esta: le pondría delante de un grupo de alumnos de la ESO, todos con el móvil en la mano, y le pediría que les contara una historia. Nada más que eso: una historia cualquiera relacionada con su área de conocimientos. Si lograra que los alumnos se olvidaran del móvil y se metieran en la narración, escuchando y participando de ella, estaría contratado. No haría falta más. La competencia científica se le supondría (nadie puede contar una buena historia sin saber de lo que habla), y todo lo demás, si hiciera falta, se aprendería después
¿Les parece una prueba imposible? Pues no lo es en absoluto. No hay público más dispuesto a dejarse seducir por una buena historia que un niño o adolescente. Es lo que buscan también en las demonizadas pantallas: historias; historias cortas como las de Tik-Tok y largas, como en los juegos de rol, o como las de esos videos en los que un youtuber cuenta su vida o narra durante horas lo que sucede en un juego tal como si un poeta épico narrara una batalla. Como todo el mundo, los chicos saben casi sin saberlo que el más insignificante concepto vale más que mil imágenes, y solo acuden a estas (¡y bien mezcladas con palabras!) cuando no otean nada digno de narrar o de ser oído en el horizonte...
Viene todo esto a cuento de algún estudio reciente que confirma que contar cuentos, historias o teorías de manera ordenada y bajo una lógica o estructura narrativa es una forma de enseñar y aprender tan eficaz o más que las metodologías más manipulativas o «prácticas» (iba a decir más «activas», pero dudo que haya nada más activo que recrear o interpretar mundos e ideas en la mente). Sé que esto es como descubrir América y la pólvora juntas, pero no está mal insistir: los cuentos e historias despiertan la atención y el interés, ayudan a comprender asuntos complejos, fijan contenidos en la memoria (los trucos nemotécnicos suelen ser de naturaleza narrativa) e integran la comprensión de ideas o prácticas con el aprendizaje de actitudes, valores y aptitudes estéticas.
Al fin, el ser humano es el animal que cuenta cuentos. En eso consiste toda nuestra cultura, y también nuestra manera específica de ser. Tenemos un yo narrativo: somos la historia que nos contamos acerca de quienes somos; la primera persona del relato con que damos cuenta de nuestra vida, hilvanando memoria y proyectos de la forma más coherente posible. Por ello, la falta de dominio del lenguaje, el no saber expresarse ordena y coherentemente, o la dificultad para comprender y narrar historias, no solo son incapacitantes para un aspirante a maestro, sino para cualquier ser humano. Sin ese dominio del lenguaje, de la narración y el diálogo interno, no hay dominio de sí, ni vida interior que valga para certificar que somos seres humanos, y no loros o aplicaciones de IA.
Otro asunto bien conocido es el del poder motivador de los cuentos e historias. Y no me refiero única ni fundamentalmente al ámbito educativo. Los cuentos han servido siempre para cohesionar sociedades y existencias. La gente hace lo que hace, vive, muere o vota en función de la suma de «cuentos» (míticos, religiosos, políticos, científicos, filosóficos…) que pululan y combaten en su cabeza; por eso hay que cuidarse de promover el espíritu crítico en relación con ellos (cosa muy distinta de censurarlos, como hacen esa suerte de antimaestros que son el inquisidor o el comisario político). Y para promover ese espíritu está el complemento perfecto de la historia narrada: el diálogo vivo con el que exprimimos, deconstruimos y nos apropiamos críticamente de su contenido ideológico…
Por cierto, las requetemal entendidas «situaciones de aprendizaje», una herramienta didáctica especialmente destacada por la nueva ley educativa, tratan justamente de esto: de generar estructuras narrativas y dramatúrgicas (con sus retos, escenarios, roles, actividades enlazadas, desenlaces y ejercicios de reflexión) en las que introducir al alumnado para que aprenda de un modo más natural, pleno, profundo y crítico lo que se le quiere enseñar. Tampoco esto es nuevo, claro. Todo buen docente ha sabido siempre que la mejor manera de enseñar algo es echándole cuento y teatro, planteando problemas, inventando situaciones hipotéticas, envolviendo a los alumnos en la metáfora, juego, historia y diálogo que mejor y más conscientemente los comprometa con lo que han de aprender. Es probable que solo así, entramándolo como un capítulo más de la historia y la obra dramática que somos, pueda ser el aprendizaje un verdadero acontecimiento con sentido y una aventura realmente transformadora.
I
Llegué a Madrid cuando ya eran casi las 15:00, pero los dioses protectores quisieron poner en mi camino un restaurante popular que anunciaba en su pizarra de la entrada alubias rojas de Tolosa con oreja de cerdo. Y gozosamente me entregué a la gula.
II
A las 16:00 tenía una entrevista con los directivos de una empresa que está elaborando material didáctico para trabajar en pantalla muy, muy interesante. Aprendí mucho, creo que ellos algo aprendieron de mí y volví a constatar que, al menos en mi caso, es imposible venir a Madrid y que no te asalten nuevos proyectos.
III
A las 19:00, lo de la Tatiana, esta vez con mi dilecto Armando Pego, de profesión átopos. Y, después, cena, con lo cual reconciliar el sueño en la habitación del hotel era una utopía. Hoy a las 5:00 ya estaba en pie.
IV
El ciclo "Después de la orgía" está resultando espectacular, por el nivel académico, por la cordialidad, la intensidad de cada sesión, el nivel de las preguntas, los comentarios posteriores, etc. Unos días antes de la sesión pido a los ponentes algún material que pueda orientarnos sobre el contenido de su sesión, para entrar en calor. Después de cada sesión les hago llegar a los asistentes lo que he dado en llamar "Apostillas a la ... sesión", que quieren ser alguna puntualización entre lo anecdótico y lo conceptual, de algunos aspectos tratados por el ponente y que sirvan para dar continuidad narrativa al seminario. Hay algo no previsto y que está resultando de gran ayuda para crear el clima adecuado: la importancia que ha ido adquiriendo la música. En cada sesión escuchamos algo que entone con nuestras expectativas. Para la próxima semana he animado a los asistentes a interpretar el Epitafio de Seikilos, que es la canción más antigua que hemos conservado de Grecia.
I
Acabo de ver un vídeo que es un tratado neorralista de antropología para mentes fuertes. En las primeras imágenes se ve una mujer aparentemente joven que sale por la ventana de un cuarto piso dispuesta a tirarse al vacío. Está muy alterada. En un balcón próximo un hombre intenta disuadirla de que no lo haga. La mujer salta. El hombre estira los brazos y está a punto de sujetarla por una mano, pero el peso arrastra a la mujer hasta el asfalto. Se estrella contra el suelo. Es evidente que está muy grave, pero con sus últimas fuerzas mueve el brazo izquierdo para ponerse pudorosamente la falda. Por los comentarios parece que la mujer había llegado a su casa a deshora y se encontró a su marido con otra. Ese marido es el que intenta atraparla y no puede.
II
Me quedo con el gesto pudoroso. El deseo de no sentir vergüenza, como si la vergüenza fuese el único sentimiento que nos pudiera acompañar a la ultratumba.
I
Hace unos días en una librería de viejo de Vic vi una maleta vieja repleta de cartas, postales, guías de viaje antiguas y libros de geografía. Le hice un comentario al librero sobre ella. Algo así como que aquella maleta tenía pintas de haber recorrido todos los mares y todos los continentes. El librero me la dio. No me hacía falta, pero ante su insistencia, no tuve más remedio que aceparla.
- ¿Pero le gusta o no? -me acorralaba,
- Sí, pero...
- ¡Ni pero ni nada, si le gusta es suya! ¡Se la doy!
Y me la dio.
Aquella tarde participaba en una mesa redonda en la Universidad de Vic y aparecí con mi nueva maleta vieja, que mereció elogios unánimes. Después la metí en el maletero del coche.
II
Hoy he decidido presentarla en familia. Estaban presentes mi mujer, mis hijos y mis nietos. Se la he enseñado como si fuera la maleta de Howard Carter. Pues bien, la reacción ha sido unánime: "¡Horrorosa!" A nadie le ha gustado. Hasta mis nietos, que suelen ser siempre mis cómplices, me han abandonado.
III
Con gran dolor de corazón he sacado la maleta de casa para echarla al contenedor de la basura.
IV
Me dirán que esto no es nada, pero con nadas así uno acaba tocado por el ala del ángel de la melancolía.
[https:]] , Pablo Malo, 25/03/2024
“Evolutivament, una de les raons per les quals existeixen els mascles és que tenim una variació reproductiva més gran (més mascles que femelles no es reprodueixen i moren); la idea és que aquests mascles porten més mutacions. Els mascles són bàsicament els recol·lectors d'escombraries de les mutacions negatives a l'espècie”.
Pablo Malo, 10/03/2024
El 16 de noviembre de 1623 falleció el filósofo y médico Francisco Sánchez de Sousa, conocido por «el escéptico» o «el tudense» por haber nacido, en torno a 1550, en la ciudad fronteriza de Tui, en el seno de una familia judeoconversa. Con pocos años se trasladó a vivir a Burdeos, estudió filosofía y medicina en Roma y, posteriormente, en Montpellier. Fue catedrático en la Facultad de Medicina de Toulouse y ejerció asistencialmente en el Hospital Saint Jacques, un centro que proporcionaba atención a los peregrinos del Camino de Santiago más meridional, la denominada ruta Tolosana o vía Arletanensis, ya que comenzaba en Arlés.
Su principal obra, publicada en 1581, por la que adquirió fama mundial, fue el ensayo filosófico Quod Nihil Scitur —Que nada se sabe—. Fue tal su repercusión que algunos autores como Leibniz, Wildeband o Gerkrath consideraron que nuestro egregio paisano hizo suficientes méritos como para formar parte de los grandes protagonistas de la historia de la filosofía. En ella relata cómo toda su vida se había esforzado en desentrañar el secreto de la naturaleza en una incesante búsqueda de la verdad. Al no encontrar respuesta a sus angustiosas preguntas decidió encerrarse dentro de sí mismo, poner en duda todas las cosas y empezar a examinarlas en sí mismas, como la única manera de saber algo: «Revolvía los libros de los antiguos, interrogaba a los autores presentes». Algunos años después, las primeras páginas del Discurso del Método de René Descartesrecuerdan en gran medida al prólogo de Sánchez e incluso hay párrafos sospechosos por su gran parecido: «Revolvía todos los libros que caían en mis manos». No solo ha sido considerado precursor de este gran filósofo francés, sino también de otros como Francis Bacon, David Hume e incluso de Immanuel Kant.
Desde el punto de vista médico, el doctor Sánchez ataca de forma contundente el charlatanismo y las pseudociencias, es un precursor del método científico. Propugna un examen directo de las cosas que someta los datos de la experiencia al análisis y al juicio crítico. Se dirige, por tanto, a aquellos que no están sesgados por los argumentos de autoridad, es decir, por lo que «mandan los expertos»; así, rechaza el aprendizaje «por ósmosis» y el dogmatismo, insistiendo en que la guía debe venir a través de los sentidos y la razón, teniendo un criterio propio.
Sus escritos médicos se condensan en la obra titulada genéricamente Opera Medica; la publicaron sus hijos de forma póstuma y se trata de un conglomerado de tratados y monografías con una temática diversa que incluye medidas terapéuticas, toxicología, enfermedades internas e incluso una summa de anatomía y casos clínicos que formaban parte de su experiencia asistencial. Procuraba realizar la autopsia de los pacientes que fallecían para así generar conocimiento. También estudió la biología del envejecimiento y dentro de sus consejos, para mantener una vida sana y longeva, incluía evitar el agotamiento, el dormir de día, los rayos del sol y de la luna, el viento, la lluvia y todas las violentas pasiones del alma.
Siempre finalizaba sus obras con el enigmático «Quid», ¿por qué?
Rosendo Bugarín, El filósofo gallego al que Descartes "le copió la duda", lavozdegalicia.es 17/11/2023
I
La noticia del día es que, al fin, llueve en Cataluña y hay como un sentimiento generalizado de agradecimiento al cielo, que, por fin, se ha apiadado de nosotros. Debe haber al menos un par de homres justos en Cataluña que han conmovido al Altísimo con sus oraciones.
II
Sigo pensando que el clima es un fenomenal antropógeno. Quiero decir que nuestros remotos antepasados comenzaron a ser hombres cuando en vez de aceptar el clima como una fatalidad trivial comenzaron a hablar entre ellos de lo obvio: Llovía y decían que llovía; hacía frío y decían que hacía frío, etc. Entras a un bar a tomar un café y automáticamente lanzas a los presentes un comentario obvio sobre el tiempo que es recogido con obviedades elementales. Y así nos creamos un clima humano. No pedimos más.
III
¿No es entrañable el hombre?
Al menos es entrañable cuando el clima se alborota.
I
¡La de cosas que nos decimos cuando no tenemos nada que decirnos!
II
El gratísimo recurso del tiempo nos permite hablar de lo más obvio como si fuera una novedad imprevista y trascendental: llueve, hace viento, frío, sol... y mientras hablamos de estas cosas sabemos que, de alguna manera banal, pero importante, le decimos al otro que lo que en realidad le decimos es que nos importa que esté ahí.
III
Nos importa un poco, pero nos importa. No somos mutuamente indiferentes a nuestra copresencia.
IV
Son conversaciones para olvidar porque en realidad no nos decimos nada. Hablamos para mostrarnos como hablantes interesados efímeramente en el otro.
V
Y de esta forma sacralizamos lo efímero y trivial.
VI
En la mayor parte de ocasiones la humanidad es enternecedora. Pero hay que echarse a temblar cuando deja de serlo.
I
San Nihilismo. El único santo al que no se le puede pedir un "ora pro nobis". Es de noche. La primera noche del mundo. Y nadie sabe si la oscuridad ha venido para quedarse. Ya no sabemos si las llaves de casa nos resguardan o nos encierran.
II
He puesto el punto final al libro. Me ha hecho sudar lo suyo y no estoy aun del todo satisfecho. Lo guardaré un par de semanas en un cajón, para que madure, y ya veremos. Pero de abril, no pasa.
III
El pasado no es una memoria. El pasado está tan vivo que frecuentemente lo encuentras esperándote en un recodo del camino.
IV
Los ojos brillan lo que les sugieren los labios.
Aquest volum de memòries de l'autora britànica Vera Brittain (1893-1970) va esdevenir un gran èxit de vendes a Gran Bretanya des de la seva publicació el 1933, i a hores d'ara es considera un clàssic de la literatura sobre la primera guerra mundial. És un testimoni de gran valor sobre aquest esdeveniment històric, en particular perquè aquest cop se'ns ofereix des del punt de vista d'una dona que va formar part del VAD (Voluntary Aid Detachment), un cos voluntari d'infermeria associat a la Creu Roja i controlat directament per l'exèrcit britànic, que col·laborava en l'assistència mèdica als ferits de guerra en hospitals de campanya propers al front. El llibre, però, és molt més ambiciós que un simple volum de memòries, i Brittain hi ofereix una història social i cultural de l'Anglaterra d'abans de la guerra, de les vicissituds experimentades durant el conflicte i, també, del xoc que li va suposar haver-se de reincorporar al món de l'Anglaterra de postguerra, en què es va sentir inevitablement desplaçada a causa de les seves inquietuds polítiques i intel·lectuals i del conflicte generacional que patia a nivell emocional per tot el que havia perdut durant la guerra. Perquè Testament de joventut és, principalment, un relat duríssim sobre les pèrdues que comporta una guerra, la factura mental que pot arribar a passar per al supervivent, i la necessitat d'ajustar-se a una nova vida quan totes les certeses del passat s'han esvaït de forma definitiva i irrevocable.
Per aquest motiu és tan important que Brittain ens situï, en els primers capítols del relat, en el context històric i social en el qual es va criar: la narradora pertanyia a una classe burgesa no intel·lectual; el seu pare era propietari d'un molí paperer, i la seva mare era d'extracció social més baixa. Des que és adolescent la Vera pateix de primera mà la segregació per gènere que és típica de la seva societat: mentre que el seu germà petit, l'Edward, és enviat a una bona escola i s'espera d'ell que arribi a cursar estudis universitaris, ella és obligada a quedar-se a casa després d'acabar l'escola a l'espera de poder trobar un marit adinerat. Tanmateix, la Vera es proposa estudiar a la universitat igual que el seu germà, i comença a preparar-se els exàmens per lliure per poder entrar a Oxford, que en aquell moment, com la majoria d'universitats angleses, admetia les dones com a alumnes, tot i que no els permetia obtenir un títol oficial. La Vera pateix amb gran frustració que no se li donin les mateixes oportunitats educatives i professionals que al seu germà i als companys de classe d'aquest, mentre que la seva ambició de convertir-se en una dona intel·lectual i independent econòmicament l'assenyala automàticament com a element excèntric dins la societat provinciana en què viu. Gran part del llibre es basteix a partir d'aquesta tensió bàsica entre el món dels homes i el de les dones, que quedarà encara més dràsticament accentuada amb l'esclat de la guerra.
Ara bé, el relat també és especialment punyent a l'hora de retratar les contradiccions i ambivalències en què cau l'autora a l'hora d'acceptar aquestes injustícies i limitacions, en especial des del moment que entri en contacte amb el cercle d'amistats del seu germà. El llibre esdevé un homenatge profund i sincer als quatre homes que van formar part de la seva vida en aquesta etapa formativa tan decisiva, i que acabarien morint tots com a soldats al front davant la impotència i el dolor de la protagonista mateixa: a través del seu germà, Edward Brittain (1895-1918), la Vera va conèixer Ronald Leighton (1895-1915), amb qui es comprometria per casar-se; l'amic i confident de tots tres, Victor Richardson (1895-1917); i encara un altre amic de l'Edward, Geoffrey Thurlow (1895-1917), que mantenia un lligam molt estret de confiança i afecte amb tots dos germans. Tots quatre nois havien rebut l'educació que era típica de les classes acomodades del moment, en escoles privades que oferien entrenament militar als alumnes, de forma que passaven automàticament a ser oficials un cop s'incorporaven a l'exèrcit. La Vera ens retrata el seu compromís amb l'exèrcit i el seu discurs patriòtic de forma idealitzada, i la seva decisió d'unir-se al cos d'infermeres voluntàries, de fet, acaba llegint-se, entre línies, com a reflex de la seva voluntat d'estar a l'alçada del sacrifici que fan els nois.
En aquest sentit, Testament de joventut és un text molt aclaridor d'aquesta divisió cultural que va suposar la guerra per a homes i dones: gran part de la secció central del relat, quan els nois es troben al front i la Vera serveix a diversos hospitals de campanya, primer a Anglaterra, després a Malta durant un any, i més endavant al front occidental, a França, es basteix a través de l'encreuament de cartes entre ells, i fragments del diari personal de la Vera. És aquí que la narració esdevé més directa i més vívida sobre la pàgina, quan Brittain ens ofereix les paraules literals dels soldats, i on veiem les similituds més colpidores entre les experiències dels uns i de l'altra: la seva angoixa per no poder imaginar el futur més enllà del dia a dia més immediat, el trauma psicològic per les atrocitats que estan presenciant a temps real, així com l'acceptació resignada de la més que probable mort dels nois al front més tard o més d'hora, una possibilitat que la Vera comença a discutir obertament amb el seu promès en Roland, mentre que no arriba a creure's del tot pel que fa als altres. Quan les morts finalment arriben, sempre colpeixen amb tota la seva absurditat: en el cas d'en Roland, en una missió rutinària de reconeixement i no en un acte gloriós de batalla com havia esperat la Vera en tota la seva ingenuïtat; la d'en Victor, perquè arriba un cop els metges pensaven que sobreviuria a les seves ferides de guerra, i la de l'Edward, ja cap al final de la contesa i al front italià, que d'entrada semblava més tranquil que l'occidental.
Precisament per tota la càrrega emocional d'aquestes pèrdues, es fan especialment colpidors els malentesos i les contradiccions en què cau la Vera a l'hora de retratar totes aquestes desgràcies, i que reflecteixen les inquietuds dels joves de la seva generació i la seva classe social. Rere el text sencer hi ha la impressió que la Vera viu el seu servei de guerra vicàriament, en substitució de l'experiència dels nois que li és vetada, i de vegades cau en el judici ràpid i en la impaciència en les seves comunicacions amb ells: els soldats es troben profundament desencantats un cop descoberta la "vella mentida", en paraules de Wilfred Owen, de la retòrica patriòtica en què han estat educats, i en un estat depressiu d'absurditat existencial que la Vera només acabarà comprenent a posteriori, un cop acabada la guerra. En especial hi ha una idealització profunda i un punt ingènua de la figura d'en Roland Leighton, un escriptor i poeta excel·lent, segons els fragments de textos que se'ns n'ofereixen al llibre, però que possiblement no era ni més ni menys excepcional que els seus companys de generació. D'altra banda, aquest conflicte s'ha de llegir necessàriament en termes de gènere, en tant que el servei que les dones podien aportar a l'esforç de guerra era valorat constantment amb un menyspreu condescendent per part de la mateixa societat que les relegava a aquesta funció secundària.
Així doncs, assistirem a un autèntic esfondrament dels valors victorians en què aquesta generació va ser educada, per donar pas al món, molt més utilitari i desencantat, però també més pragmàtic i autoconscient, del segle vint. En aquest sentit són significatius el canvi en la moral sexual de l'època, profundament puritana i conservadora abans de la guerra, amb uns festejos i prometatges que havien d'estar constantment supervisats pels adults, i que no podien sobrepassar mai el que era considerat apropiat socialment, per donar pas a una relaxació automàtica d'aquestes convencions davant del caos i el terror de la guerra. Les conviccions religioses d'aquesta generació passaran per un test d'esforç molt similar: la mística de la immortalitat de l'ànima i dels valors pels quals val la pena lluitar i morir s'esfondrarà irremeiablement quan s'afronti la mort cara a cara amb prou feines a vint anys d'edat. La necessitat imperiosa que tindrà la Vera de refer la seva vida després de la guerra la sumirà en un conflicte interior, fruit d'una consciència plena de la impossibilitat d'una resurrecció futura, ara vetada pel propi pes de la realitat: els difunts mateixos han expressat aquesta convicció amb tota la seva claredat, mentre que l'únic pes que guardaran en el món posterior a la guerra és el del record impotent dels seus supervivents.
És així que els darrers capítols del llibre, que cobreixen el període de 1919 a 1925, en què la Vera reprèn els seus estudis a Oxford i inicia la seva trajectòria professional, ens ofereixen la seva experiència la postguerra a la llum de tots aquests descobriments i aprenentatges. És una etapa que ve marcada per dues coneixences que seran clau a la seva vida posterior: d'una banda, la seva amiga íntima i confident, l'escriptora Winifred Holtby (1898-1935), que li donarà suport a l'hora d'aprendre a conviure amb el trauma de guerra i ajustar-se novament al món de postguerra, i qui després seria el seu marit, George Catlin (1896-1979), amb qui va establir un festeig per correspondència que li exigiria replantejar-se tot el seu passat i tot el seu futur. En aquesta nova vida, també entrarà en contacte amb el moviment feminista, que reclama la igualtat de drets civils i polítics de la dona respecte a l'home, i amb el moviment pacifista i internacionalista a través de la recentment creada Societat de Nacions, que li descobrirà les realitats de la postguerra per a l'Alemanya castigada pel tractat de Versalles. És una secció que es pot fer una mica més feixuga i enrevessada que la resta del llibre: Brittain hi analitza al detall les vicissituds de la política Europea de després de la guerra, i dedica una atenció especial al món alemany, profundament marcat per la humiliació de la derrota i les sancions imposades pels vencedors, i utilitza aquesta secció per llençar un avís al món d'entreguerres, en què l'ombra de la segona guerra mundial ja és més que una mera possibilitat.
És a través d'aquests moviments que la Vera Brittain troba el seu lloc en el món de postguerra com a activista política. En particular pel que fa a l'estatus social i polític de les dones, Brittain és testimoni, durant aquests anys, del retrocés en llibertats i drets que pateixen aquestes, després d'haver accedit plenament al món laboral durant els anys de la guerra. Ara, quan els homes tornen a recuperar les seves esferes d'acció tradicionals, es produeix una reacció adversa a tot el que havia suposat aquest alliberament. La Vera descriu la generació de les "dones supèrflues" a la qual pertanyia, tota una generació de dones solteres a causa de l'absència d'homes amb qui casar-se després de la guerra, que són retratades com a frustrades i infelices des dels altaveus públics conservadors, però que en realitat reclamen el seu dret a no tornar a la subjugació del domini patriarcal, i a poder ocupar espais públics i càrrecs professionals i acadèmics amb la mateixa llibertat i oportunitats que s'ofereixen als homes. Així doncs, com veieu, Testament de joventut és un llibre llarg i força dens, que ens submergeix de ple en l'experiència de la primera guerra mundial des del punt de vista britànic, però també ens ofereix una anàlisi profunda dels canvis polítics, socials i culturals que impactarien la societat de postguerra.
Continguts: El relat de les memòries de Vera Brittain està dividit en tres parts. La primera cobreix els seus anys d'adolescència en una ciutat de províncies de les Midlands angleses, on coneix qui després serà el seu promès, Roland Leighton, un company d'escola del seu germà. Separada per la guerra de tots els seus amics, el relat ens porta a través de la seva experiència com a infermera voluntària en un hospital de campanya a Anglaterra. Aquesta secció acaba amb la notícia de la mort d'en Roland al front. La segona secció cobreix el seu servei posterior a Malta i a França, i el seu retorn més endavant a Anglaterra, on serà testimoni de l'Armistici el novembre de 1918, després d'haver perdut el germà i els altres dos amics. La tercera secció ens retrata el món de després de la guerra, en què la Vera haurà de lluitar per reprendre la seva vida acadèmica i professional, a cavall entre dos móns, el d'abans i el de després de la guerra, dels quals se sent profundament aïllada.
M'agrada: És un relat realment valuós sobre el que va suposar la guerra tant al front com a la rereguarda per a una generació sencera de joves britànics que van veure el seu món abruptament truncat per totes aquestes experiències. En especial m'ha semblat interessant la secció central, en què se'ns ofereixen les paraules textuals dels protagonistes a través de les seves cartes i diaris, i la veu de cadascun d'ells destaca vívidament, des dels seus propis caràcters, somnis i inquietuds.
No m'agrada: En un text tan extens, el ritme narratiu es fa un punt desigual, amb seccions molt interessants i d'altres que es fan més lentes a l'hora de llegir. L'abast del text és tan ambiciós, amb tants temes diferents que mereixen ser tractats, pel que fa al context social, polític i cultural que viuen els personatges, que de vegades la veu narrativa va saltant d'uns temes a uns altres de forma una mica inconnexa i l'exposició cronològica es fa una mica confusa en aquest sentit, especialment en la seva tercera part.
I
Finalmente, después de varios intentos fallidos, el mensajero nos ha encontrado en casa y me ha entregado los ejemplares de Una triste búsqueda de alegría que me envía la gloriosa editorial La isla de Siltolá, con la que siempre estaré en deuda.
En el Discurso del Método (arranque de la segunda parte) René Descartes nos dice que, hallándose en Alemania, tras asistir a la coronación del emperador, la inclemencia del invierno le hace renunciar a reintegrarse al ejército en el que se había enrolado, permaneciendo al refugio en una casa:
"(…) felizmente libre de pasiones que enturbiaran mi espíritu, permanecí todo el día encerrado en mi habitación que una estufa caldeaba, pudiendo así entregarme sin restricción a mis pensamientos".
Descartes nos habla al respecto de un estado de ensoñación, que se reveló fértil hasta el extremo de marcar su destino filosófico. No será el último sueño que cabrá asociar a la obra del pensador. Un segundo sueño (evocado en el "Discurso del Método" y con mayor amplitud en las "Meditaciones De Prima Filosofía" obra a la que pertenecen las referencias que siguen) es el centro neurálgico de la subversión que el cartesianismo supone en la historia del pensamiento. Sueño meramente hipotético, mera conjetura de que quizás está uno soñando (que transcurre esta vez en los Países Bajos) que sirve a alimentar la duda sistemática, uno de los pilares del método cartesiano. El punto de arranque, bien clásico, es esa sospecha sobre la veracidad de la percepción sensorial que ya tanto embargaba a los griegos:
Es indudable que en determinados momentos los sentidos nos confunden. A veces el asunto no es grave, pues los sentidos mismos corrigen su desviación: el paisaje parece moverse; la gran casa parece una pequeña cabaña. Basta detener el vehículo en el que viajamos, o descender al valle en el que se encuentra la casa para que la ilusión desaparezca. Los sentidos mismos parecen así encargarse de corregir las deformaciones aparentes de los objetos percibidos, pero es más: la ciencia, a la que cabe suponer origen sensorial (aunque vaya sin duda más allá del mismo), vendrá a demostrar que esa deformación está regida por una rigurosa ley, de tal forma que lo inquietante sería ver a un niño montado por vez primera vez en un tren no asegurar que la estación está moviéndose. El discurrir humano no sólo va más allá de las apariencias sino que muestra la necesidad de las mismas. Descartes tiene obviamente en mente tal corrección del error. Y sin embargo ello no es suficiente para detener el proceso de inmersión en la duda. Pongo en su contexto las líneas de las Meditaciones que encabezaban esta columna:
"Pero, aun dado que los sentidos nos engañan a veces tocante a cosas mal perceptibles o muy remotas, acaso hallemos muchas otras de las que no podamos razonablemente dudar, aunque las conozcamos por su medio; como por ejemplo que estoy aquí, sentado junto al fuego, con una bata puesta y este papel en mis manos, o cosas a por el estilo". Papel que vuelvo a depositar para coger el atizador que me permite avivar el fuego, cabría decir. Y entonces: "¿cómo negar que estas manos y este cuerpo sean míos, si no es poniéndome a la altura de esos insensatos cuyo cerebro está tan turbio y ofuscado por los vapores de la bilis que aseguran constantemente ser reyes, siendo muy pobres, investidos de oro y púrpura estando en realidad desnudos ,o que se imaginan ser cacharros o tener el cuerpo de vidrio. Mas los tales son locos y yo no lo sería menos si me rigiera por su ejemplo".
La hipótesis de la locura no será formalmente tomada en cuenta. ¿No hay pues razón para poner en duda mi percepción de que estoy ahora meditando ante el fuego?:
"Con todo debo considerar que soy hombre y, por consiguiente, que tengo costumbre de dormir y de representarme en sueños las mismas cosas y a veces cosas menos verosímiles que esos insensatos [los locos del párrafo anterior] cuando están despiertos. ¡Cuántas veces no me habrá ocurrido soñar por la noche que estaba aquí mismo, vestido, junto al fuego, estando en realidad desnudo y en la cama! (…) y fijándome en este pensamiento, veo de un modo tan manifiesto que no hay indicios concluyentes ni señales que basten a distinguir con claridad el sueño de la vigilia, que acabo atónito, y mi estupor es tal que casi nadie puede persuadirme de que no estoy durmiendo".
Si ahora estuviera soñando, mi percepción de las llamas sería falsa, aunque a ellas me acercara hasta quemarme; falsa sería asimismo esta quemadura y falso, por consiguiente, el dolor físico experimentado; en suma: si ahora estuviera soñando, la percepción que tengo de mi cuerpo y de mi entorno constituiría una ilusión. Ahora bien, aunque improbable, no puedo excluir totalmente la hipótesis de que estoy soñando, por consiguiente (según el método que Descartes se prescribe -no dar por sentado cosa alguna de la que haya la mínima razón para dudar) "pensemos que acaso ni nuestras manos, ni todo nuestro cuerpo, son tal como los vemos".
Llegados a este punto de la reflexión cartesiana, ha de quedar claro que lo perdido no es sólo el derecho a afirmar la verdad de tal percepción determinada, sino la verdad de toda percepción, de la percepción como tal. Sea cual sea la percepción que tengo del entorno y de mi mismo, siempre cabe aventurar la hipótesis de que es una circunstancia soñada, y por consiguiente excluirla del campo de la verdad, delimitada por el exigente criterio cartesiano, a saber, una verdad apodíctica, una verdad respecto a la cual es imposible dudar.
La meditación pasa entonces por considerar como verdad sólo aquello que sería indiferente a la variable soñando-despierto, criterio al que la matemática parece responder. Mas en este momento se introduce la hipótesis radical, la de un dios engañador suficientemente poderoso como para hacer que (en un plano sin curvatura) los tres ángulos de un triángulo dejen de medir dos rectos, o simplemente que la suma de cuatro más tres deje de ser siete. El hecho de que tal hipótesis de una potencia engañadora, por improbable que sea, no pueda ser descartada a priori hace que ni siquiera a los contenidos de la matemática quepa atribuir certeza apodíctica.
No puedo hacer aquí otra cosa que remitir al lector a la lectura de las Meditaciones y a los primeros capítulos del Discurso del Método, obra admirable tanto desde el punto de vista filosófico como literario, que se lee de corrido y que sigue siendo la más fascinante manera de hacer inmersión en la filosofía. En cualquier caso lo que precede basta para entender que en esa duda, reflejo de una decepción, que embarga al joven Descartes, reside el soporte del pensamiento y proceder cartesianos, mas quizás de todo pensamiento y de todo proceder filosóficos dignos del calificativo:
"Que para examinar la verdad, es preciso dudar, en cuanto sea posible, de todas las cosas una vez en la vida". Se consuma así ese destino que parecía ya el de Descartes cuando era estudiante en el colegio de los jesuitas en Anjou: "Desde mis años infantiles he amado el estudio. Desde que me persuadieron de que estudiando se podía adquirir un conocimiento claro y seguro de lo que es útil a la vida, el estudio fue mi ocupación favorita. Pero tan pronto como terminé de aprender lo necesario para ser considerado una persona docta, cambié enteramente de opinión porque eran tantos los errores y las dudas que a cada momento me asaltaban que me parecía que instruyéndome no habría conseguido más que descubrir mi profunda ignorancia".
La tentativa de Descartes por seguir hurgando en los aspectos del mundo y del pensamiento que son susceptibles de ser puestos en entredicho, constituye uno de los momentos cumbres de la historia de la filosofía…Pero aquí dejo el hilo argumental, el contenido de la meditación para considerar la situación misma de quien así medita.
Con serenidad de espíritu, ante el fuego, Descartes inicia una reflexión, que le conduce a dudar de que efectivamente su situación sea la que percibe: se encuentra en esa Holanda que designa como "pueblo laborioso y tranquilo", en una casa confortable, templado su cuerpo por la acción del fuego (no por esos sorprendentes cambios de temperatura que experimenta las personas que deliran), teniendo al alcance de su mano un atizador para remover las brasas y un papel en el que poder fijar su reflexión. "Me da más miedo el interior de mi cabeza que el exterior", oí decir a una muchacha amiga. ¿Y si efectivamente todo fuera un sueño? La sola hipótesis aterroriza, quizás efectivamente más que si se tuviera la certeza de un objetivo peligro, al que cabría eventualmente enfrentarse con eficacia asimismo objetiva, es decir, aplicando la voluntad, la inteligencia adaptativa y hasta la astucia, facultades inútiles cuando se trata del sueño. La voluntad, la conciencia, la capacidad de soslayar o huir, tan operativas en la vida ordinaria, son aquí variables sin peso.
Víctor Gómez Pin, Sentado junto al fuego, El Boomeran(g) 21/05/2019
Si eres el CEO de una empresa, o un emprendedor con una startup, vete pensando en buscarte otra cosa. El plot twist que nadie vio venir del impacto de la inteligencia artificial en el empleo es que, en breve, ambos trabajos serán irrelevantes (tiembla, LinkedIn). ¿Cuándo pasará? A finales de 2023 se decía que en dos años. La experiencia dice que invertir mucho dinero en poner a trabajar a personas muy inteligentes hará que ocurra antes. ¿Trabajar en qué? En incorporar a la IA lo que en inglés se llama agency, término que aúna la capacidad de elegir qué acción tomar, tomarla y, por tanto, asumir las consecuencias.
Esta es la premisa de Mustafa Suleyman cuando propone un nuevo Test de Turing. Originalmente, el Test de Turing habla de máquinas capaces de simular un comportamiento indistinguible del humano, en un juego que llamó Imitation Game. El jugador, haciendo preguntas, debía adivinar si hablaba con un hombre o una mujer; el reto era si la máquina podría engañar al jugador para que no fuese capaz de distinguirla como tal. El fundador de DeepMind va más lejos, plantea cambiar la pregunta «¿pueden pensar las máquinas?», por: «¿pueden las máquinas tener impacto relevante en el mundo?».
¿Qué considera «impacto relevante»? Que una IA sea capaz de hacer un estudio de mercado, identificar una necesidad compartida por un grupo de personas, encontrar una forma de satisfacerla, construirla, lanzarla y comercializarla, generando 1 millón de dólares con una inversión de 100.000 dólares. Vamos, el trabajo del CEO o el emprendedor. ¿Por qué alguien propondría que, de todo lo que puede hacer un ser humano (como educar a un niño, alimentar a un hambriento, atender a un enfermo, cobijar a un refugiado, descubrir una vacuna, etc.) lo relevante es mover millones de dólares? Porque él lo hizo. Y porque puede.
Carlos Guardiola, Atrapados en el mito de la IA, ethic.es 25/03/2024
“Vamos a hacer que las computadoras sean más inteligentes para que las personas no tengan que aprender ciencias de la computación para programar una computadora”, dice en su reciente entrevista para CNBC. Jensen Huang es un empresariobrillante y lo dice sin doblez. Pero, si aceptamos que el código es el latín de nuestra era y la IA es su nuevo dios, cómo podemos renunciar al derecho de entender sus leyes sin renunciar a entender el mundo. Precisamente ahora que cinco empresas quieren escribirlo y ejecutarlo a oscuras en las catedrales de datos que están levantando a nuestro alrededor.
Marta Peirano, El derecho a leer, El País 25/03/2024
El relato mítico fundacional de la tecnología ya lo explicaba Protágoras. El titán Prometeo robó las artes de Atenea (conocimiento) y Hefesto (tecnología), y con ellas el fuego (energía) sin el que no servirían para nada, y se las dio a los hombres para su progreso. No pudo robar la sabiduría política porque esa la custodiaba Zeus. La ciencia, como fuente de conocimiento. La tecnología como transformación de la realidad a través del conocimiento. La transformación de la realidad para progresar hacia una sociedad mejor en los sentidos de libertad, igualdad, solidaridad, justicia, transparencia, sostenibilidad, inclusión…
Carlos Guardiola, Atrapados en el mito de la IA, ethic.es 25/03/2024Aunque, por razón intrínseca a la cosa misma, ello no puede ser objeto de ciencia, es decir susceptible de verificación, conjeturo que esta distanciación respecto al orden natural (que nos hace menos aptos para la vida en armónica prolongación con el medio) algo tiene que ver precisamente con el tipo de exigencia que lleva al esfuerzo artístico.
El arte no es lo más primitivo, si por tal se entiende reflejo de lo más inmediato o natural, aunque sea primitivo en el sentido de que fue quizás una de los primeros signos explícitos de nuestra singularidad respecto a los demás animales. Algunos de los que ponen énfasis en la objetiva existencia, no ya de una cultura sino de un arte animal señalan un rasgo de la pintura trazada por animales que sería significativo en relación a la irresuelta pregunta sobre el origen de la obra de arte: el “arte” pictórico de los simios sería casi exclusivamente no figurativo. Y subrayo el “casi”, porque algunos creen haber barruntado la figura de un pájaro o de un perro en pinturas realizadas por la gorila Koko, aunque la mayoría de observadores se muestran escépticos al respecto, estimando que tales figuras son meras proyecciones imaginarias.
Se olvida en todo ello que la pintura humana “primitiva” no es exactamente abstracta. Se olvida asimismo que la abstracción contemporánea no significa ausencia de forma, sino ausencia de representación de aquello-las cosas en nuestro entorno- que no podrían darse sin obediencia a formas a la vez más elementales y más interesantes, a saber, esas formas de hecho presentes en la gran pintura figurativa, ya se trate de estructuras fractales o de singularidades topológicas, esos pliegues y frunces que tanto admiraba Eduardo Chillida en las pinturas de todas las épocas.
El llamado arte animal parece pecar a la vez por carencia de figuración y carencia de aquello que la mirada aprehende tras la figuración, que es precisamente lo que permite jerarquizar a un Zurbarán frente a aquellos que, en la época, reproducían la ordinaria representación de las cosas con no menor técnica que el maestro y hasta reproduciendo el estilo de este, como hace de hecho un ordenador en nuestros días, dando prueba de lo inexacto de la expresión “el estilo hace al hombre”.
Del “arte” pictórico animal tenemos apenas unos cuantos indicios, en la mayoría de los casos frutos de animales apartados de su entorno y sometidos a condicionantes que acercan efectivamente su comportamiento al de los humanos…al precio de impedirles quizás la plena realización de las facultades propias de su especie.
Al parecer, la pintura del primate expuesta ante Picasso reunía todos los caracteres formales que suelen exigirse en una obra pictórica, sea esta figurativa o abstracta: los contrastes de color parecían responder a una ley estructural, las variaciones tenían una suerte de ritmo, y el todo producía una impresión de simetría.
¿En razón de qué, pues, la seguridad en Picasso de que la disposición artística del ser humano nada tenía que ver con aquello? La única respuesta es que los evocados caracteres formales, siendo aquello a través de lo cual la obra de arte se despliega, no son ni la causa eficiente ni la causa formal de la misma. Para decirlo llanamente: el arte no respondería a la aspiración a alcanzar algo que la naturaleza es capaz de depararnos, sino a una aspiración que ninguna determinación natural podría colmar y ello precisamente porque expresa el hecho mismo de que un ser ha trascendido la condición natural en su inmediatez.
Victor Gómez Pin, La disputa sobre la singularidad humana: arte y distancia frente a la inmediatez natural, El Boomeran(g) 18/03/2024
En Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, Agamben identifica en la Grecia clásica un cambio en la forma de entender la vida que ha sido determinante para la política occidental. En las primeras páginas de ese libro, Agamben traza la distinción entre zoé, que expresaba «el simple hecho de vivir», y bíos, que «indicaba la forma o manera de vivir propia de un individuo o grupo».
Lo determinante de esta diferenciación es que establece una jerarquía en la que la vida cualificada —bíos— se sitúa por encima de la vida biológica, del mero vivir —zoé—. Como nos recuerda Amonio Saccas, un filósofo del siglo III, «vivir [bioûn] y vivir [zên] se diferencian. Pues vivir [bioûn] se dice solo de los hombres; vivir [zên] de los hombres y de los animales que carecen de lógos y a veces también de las plantas».
Así, Agamben dedica el proyecto Homo sacer a examinar las consecuencias para la filosofía política occidental de este corte en el concepto de vida, un corte que permite que no se reconozca a algunos seres humanos una vida cualificada.
Irene Ortiz Gala, Agamben: la vida expuesta a la muerte, filco.es 02/02/2024
La aportación original del poder soberano es la producción de un cuerpo biopolítico: la nuda vida (la vida desnuda). La nuda vida no debe ser confundida con la vida biológica (zoé); la nuda vida es la vida biológica en tanto que sometida al poder soberano.
Para Agamben, la producción de la nuda vida es el elemento político original. A través de la exclusión de la vida natural —o del mero vivir— como medio para alcanzar el buen vivir —la vida cualificada—, se produce una nuda vida que queda presa del poder soberano.
La nuda vida no es la simple vida natural, «sino la vida expuesta a la muerte», la vida apresada por el poder soberano. El resultado de la sujeción de la vida como acontecimiento biológico, eso que Agamben nombra como zoé, produce cuerpos que, reducidos a mera existencia, pero mantenidos bajo el poder soberano, se convierten en vida desnuda.
El ejemplo paradigmático con el que Agamben ilustra esta figura es el esclavo, que, a pesar de estar excluido de la política, esta lo apresa y lo determina. Así, el esclavo, en tanto vida desnuda, se halla en el umbral que separa y une la vida biológica y la vida cualificada.
Irene Ortiz Gala, Agamben: la vida expuesta a la muerte, filco.es 02/02/2024
Forma-de-vida, en singular, es la vida que solo podrá emerger una vez que la separación entre bíos y zoé, entre vida cualificada y vida biológica, producida por el poder soberano, haya sido desactivada. Como sucedía con la figura del cualsea, esta forma-de-vida no puede definirse por sus atributos o cualidades.
Así, escribe Agamben, «una vida que no puede separarse de su forma es una vida que, en su modo de vivir, se juega el vivir mismo y a la que, en su vivir, le va sobre todo su modo de vivir». En consecuencia, no es posible aislar algo así como una nuda vida en la forma-de-vida, que coincide con su propia factidad, con su propia forma de ser.
La coincidencia entre la vida y su forma evita que esta última la constriña a través de la sanción del derecho. La ley queda desactivada y ya no puede exigir unos requisitos que la vida debe cumplir para ser considerada una vida política —y sin los cuales queda capturada como nuda vida—.
Irene Ortiz Gala, Agamben: la vida expuesta a la muerte, filco.es 02/02/2024
El uso es la forma que adopta la desactivación. Frente a la noción de posesión, Agamben defiende la posibilidad de pensar la vida con la idea de uso. Esto quiere decir que, una vez que se ha destituido el único uso que tenía un dispositivo en particular (pero también la vida en un sentido más amplio), es posible liberar las cosas y abrirlas a nuevos usos.
Agamben se interesa por la comunidad franciscana, que se relaciona con el mundo a través de la forma de «un uso sin derecho». Esta forma de relación no está codificada por el derecho —es decir, no requiere que el derecho sancione qué tipo de relación mantiene el sujeto con el objeto— y, de esta forma, consigue sustraerse a la ley.
Con esta noción de uso, Agamben piensa una singularidad cualsea que «hace uso» de sí misma, que está abierta a todas las potencialidades derivadas de su uso, y que se opone a una identidad sustantiva que se define por aquellas características o identidades que posee. El uso, entonces, es la forma que adoptan los dispositivos que se han liberado del uso sobredeterminado por las prácticas sociales o jurídicas
Irene Ortiz Gala, Agamben: la vida expuesta a la muerte, filco.es 02/02/2024