
Juan Arnau Navarro, Leibniz: la mente se crea un cuerpo, El País 15/09/2020
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Juan Arnau Navarro, Leibniz: la mente se crea un cuerpo, El País 15/09/2020
Resulta que hoy es el Día Internacional de la Democracia y a varios colaboradores de El Subjetivo nos pidieron que le dedicáramos un artículo. El mío se titula Una promesa imposible de cumplir.
Esta mañana me ha traído un mensajero "Mi familia es bestial", libro escrito a 4 manos con mi nieto Bruno (10 años). Sin duda, uno de los acontecimientos de mi vida de abuelo y -siendo humilde- el acontecimiento editorial de la década:
Se lo confieso: apenas uso el término "equidad", tan de moda en el vocabulario político actual. Más aún, su uso indiscriminado me molesta. No entiendo lo que se quiere decir con equidad si no me especifican cuál es el criterio que nos sirve para medirla. Durante años hemos sido uno de los países educativamente más equitativos de la OCDE por la sencilla razón de que los resultados de nuestros alumnos eran equitativamente mediocres. Para mí, hacer bandera de una equitativa mediocridad es estúpido.
Si todos tenemos que sacar un 4 para garantizar la equidad, prefiero que no haya equidad y que todas las notas estén diversamente repartidas por encima del 4.
Por otra parte, ¿hasta qué punto los poderes públicos están en condiciones de garantizar la equidad?
Imagínense ustedes un país en el que la mayoría de habitantes presenta problemas de diverso tipo en los ojos, desde miopía hasta las enfermedades que quieran. El gobierno puede poner un oftalmólogo en cada esquina de manera que todos puedan mejorar su salud visual. Puede, incluso, regalar gafas a todos los que lo necesiten. Pero una vez garantizado que todos están en condiciones de ver bien e, incluso, que todos tienen la misma agudeza visual, lo que ningún gobierno podrá garantizar es el interés sobre el que se centrará la mirada de cada ciudadano. La igualdad de las condiciones de partida no puede garantizar una igualdad de intereses finales.
Un gobierno justo deberá, ciertamente, hacer lo posible para proporcionar los medios adecuados para garantizar la salud visual de toda la población, pero debería también estimular las aspiraciones de todos aquellos a los que les gusta mirar lejos.
Hemos dicho que la filosofía corpuscular está de moda en el Trinity College de Dublín, donde ingresa nuestro filósofo con 15 años. Su planteamiento es sencillo. Todo, cualquier sensación o intuición, debe explicarse en función del tamaño, la masa y el movimiento de unos corpúsculos (que nadie ha visto) y que se mueven en un vacío ilimitado. Cualquier otra explicación queda fuera del ámbito de la ciencia. El mundo es una compleja mesa de billar con bolas de diferentes tamaños. Conforme se desarrolla la partida surge diversos efectos y apariencias: olores, sabores e impresiones visuales cuya explicación debe buscarse en dichas colisiones. La coreografía mecánica de los átomos produce las sensaciones. Incluso la gravedad o el magnetismo, que parecen actuar a distancia, deben explicarse mecánicamente. Así lo aseguran los más ilustres hombres de ciencia de Inglaterra. Así lo cree Voltaire, que cree pocas cosas. La explicación es legítima si es mecánica. Y Berkeley se pregunta: ¿qué tipo de colisiones explicarían el sabor de una manzana?, o ¿cómo dividir un olor?, o ¿cuánto pesa la impresión de una melodía? Colores y sabores pasan a ser apariencias producidas por seres imperceptibles (aunque sólidos y compactos) que constituyen lo único real. ¿Cómo se ha obrado esa inversión del sentido común? ¿No hay aquí una usurpación de la experiencia? Los nuevos científicos prefieren experimentar con ratones a hacerlo consigo mismos, viven como extranjeros en su propio país. Las cualidades inalienables (que llaman primarias) no pueden ser la solidez, la impenetrabilidad o el movimiento, lo inalienable (que llaman secundario) son los colores, las melodías, el frío y el calor, las alegrías y las penas y, en fin, todo aquello que experimentamos en nuestra propia carne. ¿Qué sabemos de la impenetrabilidad de esas criaturas que nadie ha visto? ¿Por qué llamar primario a lo que no es sino una conjetura inaprensible? La filosofía corpuscular invierte el sentido común y es todo menos empírica: cae en la contradicción de empezar con lo imperceptible: el átomo insensible y compacto.
Juan Arnau Navarro, Las puertas de la percepción, El País 10/09/2020
El liberalismo es una cultura política que, sin renunciar a la verdad y el bien como aspiraciones humanas, diseña la vida pública de manera que nadie pueda representarlos absolutamente. La verdad y el bien son entendidos más como aspiraciones que como propiedades.
La verdad en política es una aspiración compartida, no una propiedad privada o un arma arrojadiza. La democracia es un régimen de opinión, que no se puede desarrollar sin respeto a las evidencias, por supuesto, pero en la que nadie ostenta el privilegio de representar a los hechos verdaderos. Hay hechos palmarios sin cuya aceptación el diálogo sería imposible; uno de los más básicos es, por cierto, nuestra tendencia a calificar como hechos evidentes lo que no son más que opiniones personales. John Rawls recordaba que cierta concepción de la verdad (“toda la verdad”) es incompatible con la democracia porque en una democracia la verdad posible es parcial, limitada, compartida, provisional y discutible. No tenemos democracias para encontrar verdades absolutas, sino para decidir los asuntos comunes sobre la base de que nadie —mayoría triunfante, élite privilegiada o pueblo incontaminado— tiene un acceso privilegiado a la objetividad que nos ahorrara el largo camino de la pública discusión. Si incluso en la ciencia, que cuenta con instrumentos de verificación, protocolos rigurosos, datos contrastados y evidencias, la verdad es algo construido cooperativamente, qué decir de la dimensión de verdad de la política, que es un arte práctico basado en el contraste, el equilibrio de las fuerzas contrapuestas y la negociación continua.
Seguramente en el origen del tensionamiento actual de nuestra vida política hay una hipermoralización de los discursos; enseguida recurrimos a la condena moral cuando hubiera bastado el rechazo político. La democracia moderna se configuró en paralelo con los procesos modernos de secularización y de ahí ciertos parecidos formales: se privatiza la concepción del bien y se desmoraliza la vida pública, no en el sentido de que los asuntos comunes carezcan de reglas, sino de que las normas políticas no pueden ser remplazadas por normas morales. No hace falta que consideremos a nuestros adversarios políticos como unos malvados, ni es necesario calificar de ilegítimo al gobierno que detestamos cuando basta que los critiquemos por sus malas políticas. De quien echa mano con demasiada frecuencia a descalificaciones morales podemos sospechar que le faltan argumentos propiamente políticos.
La democracia es una realidad dinámica, que se revitaliza por el cambio y la transacción, ampliando los acuerdos e incorporando a nuevas generaciones, mientras que se anquilosa cuando evita cualquier transformación, para lo cual una de las más eficaces estrategias es suponer las peores intenciones en quienes proponen su actualización constituyente.
Daniel Innerarity, La democracia y la verdad, El País 10/09/2020
Una Noche de insomnio.
Entré por la puerta de acceso de urgencias. Encima un cartel enorme que señalaba : HOSPITAL PARA TRISTEZAS INCURABLES.
Aquí estoy -le dije a la coliflor de la entrada- que agazapada parecía desinteresarse por mi. Ella muy presuntuosa me señaló con sus evidentes protuberancias hacia el infinito irreal ...y moviendo su tamaño de hortaliza regordeta me dirigí hacia el fondo donde estaba la mar salada . En la mar donde habían camillas de todo tipo de colores perdidos , no se estaba mal pero como siempre lleno a rebosar . Sólo buscar un lugar que apearse fue una auténtica proeza.
Un caballito de mar lloraba desconsoladamente y la señora Rebeca andaba melancólica pensando en recuperarse del día que le abandonó el gazpacho. Mirándome me dijo: “Un día se fue en el tren del olvido ” Ahora ella lo recordaba desde entonces sin saber donde ir a llorar .
Más allá me fijé en unos pupitres que crujían entre madera y madera como si esperasen el turno para ser rescatados del lugar de donde provenían ; allí en el subsuelo con unos apuntes secuestrados. . Todo me sonaba a estar solitario y deprimido , ausente, desconcertado y por eso pensé : ¿Qué le ocurre a mi vida? .
En un único rincón encontré entre de los incontables lugares sin nombre que hay en el mundo hospitalario , un objeto que acababa de morir . Pregunté a la mopa de mi lado si sabía que había sido .Ella sin girar su pelusa dijo : “ seguramente lleva una eternidad y eso la desesperó” .
Así las lágrimas de tantos pacientes y rumiantes que se pasan los días en esas inmensas salas para curar , sea el cuerpo o el alma , acostumbran a regar las pocas plantas que habitan en el lugar . Todo suena a pena, una pena muy grande que se nota y se palpa en las miradas , los gestos , en las cabezas . Como si de sus ojos nacieran las sombras más oscuras de cierto dolor inmenso , o el baile más lento y repetido una y otra vez de forma automática o los pensamientos más lejanos de este mundo absurdo y sin sentido en esta vida de corazones rotos, desalmados que suspiran a ratos vacíos con agujeros negros.
Por el megáfono se escuchaba un tango: La cieguita.. Nada que pensar , nada que hacer, nada que esperar esperando , nada que hablar ...
La sala se llenaba cada vez más de caídos, de sostenidos, de derrumbados , de defraudados , de desahuciados .. Y llego la caída de la noche más larga . Ya no se aceptaban más calabazas, tomates o zanahorias ni tan siquiera un conejo simpático o una bruja pirula . Tomarse en serio la tristeza no podía acabar con este hospital de prestigio y solera porque uno o una casi siempre se acababa muriendo .
La música contagiaba en el público en espera la nostalgia eterna de un pasado que añoraban y puede que fuese ese principio de una gran amistad . Un cartel da consejos con un slogan luminoso que ahora si ahora no se iba encendiendo y apangando señalaba; NO RIA; NO HABLE EN VOZ ALTA, NO MIRE A LOS OJOS, NO HABLE CON DESCONOCIDOS, NO ESCUCHE A NADIE , NO SIENTA NADA, Y SI PUEDE NO SE ATREVA A RESPIRAR ,
Me dirigí al fin a una sala del fondo más fondo cuando escuché mi nombre : Piedad. La cortina que ligeramente tapaba la camilla de verde campanilla tenía grabado un nombre : pi . Esperé una y otra vez , más de más .
Descansando un largo rato en paz, apareció una buena enfermera que conocía mi nombre : ¿Cómo estas piedad ? ¿Qué te ocurre ? Le agarré la mano y no la quise soltar ni un momento . Entendí así que nada ni nadie sabía lo que me pasaba y nunca lo podría remediar . Me acarició para que se calmase mi estado. Luego llamó auxilio por el interfono. ¡¡Vengan , es un caso de extrema gravedad se nos está marchando ya !!!
Ha quedado congelado mi rostro, mis cejas caídas, mis ojos semi cerrados, mis labios mirando el suelo, y una mirada perdida. Se me deslizan las saladas lágrimas sin más por las comisuras de mis labios y resbalan por mi cuello .
Oigo la voz del doctor Patata :” Directamente en vena 100 miligramos de phenobarbital . Y yo callada, me alejé de este mundo . Acabé con todo . Y luego tapada por la sábana hacia los sótanos de la morgue a menos 2 grados bajo cero . Que final ¡!
En ese lugar seguramente ya no habían tristezas porque se comparten entre los muertos las heroicidades que la vida a una le dio y a otros les quitó , y se ríe bonito , se baila junto de las manos y no hay carteles publicitarios que anuncien nada . Por eso me puse a reír a carcajadas enormes que han despertaron a todo el depósito lleno de las almas tristes que se pusieron a cantar de madrugada. Oh sole mio
Che bella cosa e' na jurnata 'e sole,
n'aria serena doppo na tempesta!
Pe' ll'aria fresca pare già na festa.
Che bella cosa e' na jurnata 'e sole.
Ma n'atu sole, cchiù bello, oje ne'
'o sole mio sta 'nfronte a te!
'O sole, 'o sole mio,
sta 'nfronte a te, sta 'nfronte a te!
Quanno fa notte e 'o sole se ne scenne,
me vene quase 'na malincunia;
sotto 'a fenesta toia restarria
quanno fa notte e 'o sole se ne scenne.
Ma n'atu sole, cchiù bello, oje ne'
'o sole mio sta 'nfronte a te!
'O sole, 'o sole mio
sta 'nfronte a te, sta 'nfronte a te!
Luceno 'e llastre d'a fenesta toia;
'na lavannara canta e se ne vanta
e pe' tramente torce, spanne e canta
luceno'e llastre d'a fenesta toia.
Ma n'atu sole, cchiù bello, oje ne'
'o sole mio sta 'nfronte a te!
'O sole, 'o sole mio
sta 'nfronte a te, sta 'nfronte a te!
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Salvador Espriu |
Según la última entrega del Education at a glance, de la OCDE, tenemos en educación primaria una ratio de 14 alumnos por profesor y en la primera etapa de secundaria, de 12.
Yo no dudo que esta es una verdad estadística. Pero la realidad fáctica y la verdad estadística se relacionan de tal forma que con frecuencia dejan fuera de juego a la experiencia individual del ciudadano normal y corriente.
Cuando vea estos datos un profesor de primaria o de secundaria inmediatamente nos dirá que su clase está muy lejos de esos números. Cosa que es verdad. ¿Pero entonces, de dónde surge esta disparidad entre la estadística y la experiencia?
Cuando se suma el total de profesores para dividirlo por el total de alumnos, hay que tener en cuenta que entre los primeros incluimos a todos aquellos que, en número creciente, se dedican a tareas burocráticas y a los sustitutos que cubren bajas de profesores.
Esta semana veremos cómo todo aquello que en los centros educativos tenía más que ver con la educación (expresarse y comunicarse libremente, experimentar, convivir, elegir por uno mismo, cultivar amistades y afectos…), y que solo sucedía en la periferia de las aulas – pasillos, recreos, excursiones… – o, excepcionalmente, en la clase de algún profesor “raro”, se acaba por esfumar del todo. Alumnos adolescentes, de entre doce y dieciocho años, no podrán, este curso (ya veremos hasta cuándo), salir al pasillo entre clases, levantarse, acercarse a sus compañeros o su profesor, saludarse o contactar físicamente, hacer actividades en grupo, compartir objetos, ir de visita a otras aulas, usar bibliotecas o laboratorios, tocar instrumentos, realizar actividades extraescolares, abandonar el centro durante el recreo, jugar al balón, salir del sector asignado en el patio, apoyarse en la pared, pararse a charlar en las entradas y salidas…
Como le leí el otro día a un amigo y experto docente, se ha prohibido todo aquello que enmascaraba y dulcificaba el proceso educativo, haciendo que este se muestre, de forma descarnada, como lo que realmente es: un enorme engranaje disciplinario destinado fundamentalmente a perpetuar las estructuras sociales, y un colorido (o grisáceo, según edad) almacén en el que depositar a los niños mientras trabajan sus padres.
Para este viaje no hacían falta alforjas. La educación presencial es preferible a la digital, sí, pero no a un coste educativo tan alto. Ni con un presupuesto tan bajo. Aunque desengáñense: solo con inversión económica no se soluciona nada. Autoridades, docentes y buena parte de la sociedad, ya venían contagiados (y embozados), desde antes de la pandemia, por una sustanciosa cantidad de virus ideológicos y prejuicios. De hecho, a no pocos profesores les va a parecer de perlas tener a sus alumnos (¡al fin! – dirán –) sentados y amordazados durante las seis horas diarias de clase.
En la insolación de este extraño y reconcentrado verano he soñado, a ratos, con que las administraciones, en un ejercicio insólito de cooperación, a la luz nimbada de un solemne pacto político, sistemáticamente asesorada por verdaderos expertos – no gurús de saldo – y miembros destacados – no mansos y enchufados – de la comunidad educativa, decidían aprovechar la crisis para dar un vuelvo definitivo a la situación. No solo para garantizar ese mínimo y mítico 5% del PIB, o los profes necesarios para que las ratios de alumnos fueran, valga la redundancia, razonables, sino para fijar una ley de educación estable, transformar el sistema de selección y formación de docentes, abrir y airear currículums, impulsar una necesaria renovación pedagógica, y dar un giro sustancial a lo que, por simple rutina, todavía creen muchos que es la educación.
Luego despertaba y empezaba a temer que, más que una oportunidad, la crisis pudiera ser el pretexto perfecto para recoser la misma ley educativa con cuatro o cinco modificaciones biensonantes, recortar o congelar fondos, mantener ratios (para subirlas conforme vaya pasando la pandemia) y dejar todo como estaba o, peor, como una versión simplificada y básica de lo mismo: más orden, más disciplina ciega, más adiestramiento para el mercado, más control, y más mascarillas para el pensamiento crítico, la autonomía personal y el genuino deseo de saber. Ojalá me equivoque, pero, más allá de coyunturas sanitarias, la mascarilla en la boca y la disciplina cuartelera siguen siendo un símbolo de cómo muchos siguen entendiendo la educación. Con bozal.
Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico ExtremaduraAquest assaig del filòsof polonès Zygmunt Bauman (1925-2017) es va publicar originalment en italià el 2005 i és un recull molt breu de dos assajos i una conferència pronunciada per l'autor en un congrés amb el mateix títol. Més que oferir-nos un cos de pensament sistemàtic, l'obra ens ofereix diverses reflexions que giren al voltant dels espais urbans i com estan construïts, i el conflicte que s'estableix a les nostres ciutats entre l'espai públic i l'espai privat. La globalització econòmica, amb les seves dinàmiques d'acumulació del capital en poques mans i de reconversió dels ciutadans en consumidors, porta a personificar totes les inseguretats i temors envers aquest sistema global que no podem controlar en l'altre estranger que viu amb nosaltres. Els tradicionals excedents de població que les revolucions econòmiques abocaven periòdicament a les ciutats ara s'han instal·lat de forma permanent en els espais urbans com a grups o zones de marginalitat que fan de l'exclusió social una etiqueta irrevocable. El procés s'ha vist agreujat, evidentment, per la descomposició de l'estat social. Bauman analitza la situació des del punt de vista de les ciutats del món vistes de forma global: aviat dos terços de la població mundial viuran en ciutats. Pel que fa a l'exclusió social, podem pensar en exemples més o menys propers o més o menys greus, però és indiscutible que és un fet ben estès en els paisatges urbans actuals. Les ciutats, a més a més, han hagut de suportar el pes de la gestió local de problemes d'arrel global. Factors com el terrorisme global, les migracions massives, o les deslocalitzacions empresarials sota la protecció de la desregulació econòmica són problemes engegats per forces globals però que colpeixen les ciutats i la nostra vida quotidiana d'una forma totalment directa i punyent. Ara bé, la genialitat d'aquesta reflexió de Bauman és enfocar correctament la lent i fer-nos notar que l'experiència d'inseguretat a la ciutat no prové necessàriament dels col·lectius més desafavorits sinó de l'opció de les classes més adinerades, que a la vegada viuen d'aquestes mateixes forces impersonals i globals: ells són qui formen ghettos voluntaris i exclusius en recintes tancats i constantment vigilats contra la intrusió d'agents forans. Les classes més desafavorides van ocupant progressivament els espais que queden lliures en aquest mapa urbà, i així es forma la classificació de la ciutat en "barris" que reben l'etiqueta de segur o insegur depenent del cas. La ciutat es construeix, així doncs, en la tensió entre ghettos voluntaris i ghettos forçats. Els esforços urbanístics planificats des de dalt ens ofereixen, així doncs, un progressiu aïllament i allunyament de les classes altes, que amb el seu impuls de segregació defugen la necessitat de convivència i negociació constant amb l'altre en l'espai públic. Bauman encunya el terme "mixofòbia" per denominar aquesta realitat, la por irracional a barrejar-se amb les comunitats d'orígens diferents o apropar-se a elles. La part més brillant de l'anàlisi és quan identifica l'impuls segregador a l'arrel de la mixofòbia com a autèntic problema. No és la mixofòbia el que causa la segregació, sinó a l'inrevés: com més segreguem l'espai públic, més temor agafem a allò que desconeixem, en un cercle viciós que marca una línia entre el consumidor i aquell que no pot accedir a espais de consum que li són vetats. La proliferació d'àrees comercials i d'oficines sense història i sense estil arquitectònic apunten a aquestes dinàmiques. L'espai públic, espai de les relacions humanes i de trobada amb l'altre, ha quedat pel camí. Ara bé, en la reflexió sobre l'espai urbà Bauman també hi troba la pulsió contrària, la "mixofília" o l'anhel de comprendre i barrejar-se amb les cultures dels altres. La ciutat opera des de tots dos pols, com en una dinàmica maníaco-depressiva. Les proclames cosmopolites com a reclam atractiu de les ciutats apunten en aquesta direcció; ens atrauen els espais de diferència, de trobada i de convivència amb els altres. També ens espanten i ens angoixen pel component de risc que transmeten: no una amenaça directa i real, sinó la personificació de tots els nostres temors respecte del futur i la seva precarietat. Tot i el pessimisme de l'anàlisi - no seria Bauman si no fos profundament pessimista - el text acaba amb una nota molt positiva quan aposta per la reversió d'aquestes dinàmiques globals que tenallen la vida humana a través de la creació d'espais de trobada amb l'altre dins de l'espai urbà.
Continguts: Els dos primers assajos, "Confianza y temor en la ciudad" i "En busca de refugio en la caja de Pandora" resumeixen els reptes que afronten les ciutats actuals a l'hora d'adreçar localment els problemes que venen causats de forma global. En aquest context, la creació de col·lectius "inassimilables", o exclosos crònics de la societat, augmenta la sensació de risc i inseguretat als espais urbans. Aquests col·lectius, identificats en especial amb els immigrants, acaben fent-se emblemes i destinataris d'aquestes inseguretats mentre les classes més altes refan l'espai urbà a la seva conveniència. El tercer dels textos, "Vivir con extranjeros" és més breu i és un resum dels altres dos que Zygmunt Bauman va pronunciar en forma de conferència en un congrés sobre "Confiança i temor a la ciutat" celebrat a Milà el 2004.
M'agrada: És el Bauman de sempre, extremadament lúcid i crític amb la realitat del món actual, i els textos es mantenen totalment vigents tot i ser de 2005.
El día 8 de septiembre se celebra el día que genéricamente se conoce como "de las vírgenes aparecidas". Pero en cada lugar, la suya es la virgen que les hizo el don de aparecerse allí y sólo allí. Por eso el 8 de septiembre son las fiestas en mi pueblo, Azagra, porque festejamos a nuestra Virgen del Olmo, que es nuestra y sólo nuestra. Sólo se nos apareció a nosotros y en un olmo de la ribera del Ebro.
Una tarde de junio de hace muchos más años de los que quisiera, un muchacho del pueblo, con las luces de la inteligencia mermadas, vino a sentarse a mi lado en la puerta de casa. Me preguntó si era verdad que mi madre se moría. Le dije que sí. Me volvió a preguntar a dónde se iban los que se mueren. Le dije que la cielo, con Dios. Se levantó, muy enfadado, y me pidió que no consintiera yo semejante cosa. "¿Qué es Dios para nosotros? ¡A ver! ¡Dios no es nada para nosotros! ¡La nuestra es la Virgen del Olmo!". Tenía cierta razón.
Teológicamente, la Virgen de Montserrat y la del Rocío, son la misma. Pero si esta noche cometiéramos la fechoría de cambiarlas, mañana tendríamos un conflicto de primera magnitud, porque la Virgen será de todos, pero la del Rocío es andaluza y la de Montserrat, catalana.
Sacar en procesión a la patrona del pueblo, a la Virgen del Olmo, no es una cosa cualquiera. Es sentir una comunión colectiva en un amor y una esperanza que ninguna otra cosa puede provocar. Nada es más nuestro que nuestra virgen recorriendo al atardecer, entre flores y jotas, las calles del pueblo y por eso nada nos hermana más. Nada despierta en nosotros, individual y colectivamente, más intensas emociones, de esas que brillan a flor de piel. Ninguna otra cosa es capaz de superar por un rato todas las divisiones, enfrentamientos y mezquindades que podamos arrastrar en nuestras vidas cotidianas.
Cada año al anochecer del 7 de septiembre en mi pueblo se produce un milagro que es sólo para nosotros.
Largo paseo por las viñas y campos de cultivo abandonados de Alella. Como mi Agente Provocador y yo aún seguimos manteniendo vivo un cierto espíritu aventurero, nos atrevimos a hacer aquello contra lo que el refrán previene: dejar carretera por senda. Y no sólo eso: dejamos también la senda por una pista que se fue haciendo cada vez más difusa, hasta que nos encontramos sin salida, entre zarzales y cañaverales. Acabamos con las piernas castigadas, pero felices. Cuando encontramos el camino de regreso, el cielo amenazaba lluvia, pero esperó a que llegásemos a casa para descargar. La felicidad también es llegar a casa cansado y con las piernas marcadas, como un niño. A veces hemos llegado también empapados porque una tormenta nos alcanzó a medio camino. Pero eso ya no es la felicidad, eso es una orgía.
Comencem el nou curs amb un tema d’actualitat que no té gaire a veure amb els virus:
Els darrers dies s’ha produït una certa polèmica (ben amagada pels mitjans de comunicació, més preocupats per la continuitat laboral d’algun treballador argentí) sobre la implantació d’un pla pilot de religió islàmica per a centres públics. La idea és regular el dret dels alumnes d’aquesta religió a rebre formació islàmica, de la mateixa manera que els alumnes de religió catòlica. Pel que fa a la selecció del professorat, es seguirien uns criteris similars als que es segueixen per a la selecció del professorat de religió catòlica.
Òbviament la polèmica ha esclatat a partir d’unes poc hàbils declaracions del Conseller d’Educació que podrien ser interpretades com a islamòfobes. També s’han abonat els carronyaires de sempre que han acusat al Departament d’Educació d’intentar eliminar el cristianisme per cercar la implantació d’una República Islàmica…
Intentem treure soroll i posar ordre i reflexió per extreure alguna conclusió acceptable.
La veritat és que la nostra Constitució defineix Espanya com a un estat aconfessional; això vol dir que no es concedeix cap privilegi a una confessió religiosa per sobre de les altres o de la possibilitat de no tenir-ne confessió…
Sempre he estat partidari de l’humor com a forma de comunicació, però crec que ara ens hem passat de frenada: un estat que marca el seu calendari (més enllà de qualsevol opció racional) per la tradició catòlica, en el que fer la declaració del IRPF sense que cap cèntim vagi a l’església catòlica és un esport d’aventura, on els edificis de la dita organització no paguen l’IBI, on ens mengem els cassos de pederàstia sense que la fiscalia investigui d’ofici, que té un concordat amb la “Santa” Seu vigent des del 1953 on, entre d’altres privilegis, es manifesta que els valors transmesos pel sistema públic d’ensenyament han de ser acords amb l’ètica cristiana… Afirmar que vivim a un estat aconfessional és un insult a la intel·ligència o una mostra de cinisme descomunal.
Però el cas és que si algú té un fill i vol que, al sistema públic, rebi educació sobre aquesta religió, té dret a demanar-ho i que es triï un docent seguint els mateixos criteris que es segueixen per al cas de la Religió catòlica… I quins són aquests criteris?
Hem fet una mica de recerca i hem trobat alguna situació un pel qüestionable: per tal d’exercir com a professor de Religió catòlica es demana que s’hagi obtingut la “Declaració eclesiàstica de competència acadèmica”. Per tal d’obtenir aquesta declaració (concedida pel Bisbat, no per cap institució pública amb competències educatives), cal acreditar la graduació en Teologia o en Ciències Religioses o bé haver cursat tres cursos del Batxillerat en Ciències religioses…
Observem un petit problema: les dues primeres titulacions no es poden obtenir a cap universitat pública; la tercera ni tan sols és una titulació universitària.
És a dir, només poden exercir com a professors de religió catòlica aquells que han obtingut unes titulacions que atorga una entitat privada, que no passa per cap dels controls de qualitat que s’exigeixen a totes les Universitats (publiques o privades) que no són eclesiàstiques. Fins i tot, es reconeix la possibilitat d’exercir a partir només d’uns cursos de batxiller…
Aquí està la qüestió: si formes part de la meva organització podràs treballar encara que no tinguis una formació universitària reglada que garanteixi que els teus coneixements tenen uns mínims de rigor científic, tampoc és necessari que passis per un procés de selecció públic… com que es tracta de religió, el rigor científic és tan poc important com els criteris de selecció!! Així, si s’escau que hom interpreta que la Terra és plana o que les vacunes són inútils, com que el coneixement científic no és important, podem donar carta blanca a explicar qualsevol bajanada encara que mai hagi estudiat res en relació amb la medecina tot i que vaig treure molt bona nota en teologia…
Ara ens diuen que els professors de religió islàmica han de ser triats pels mateixos criteris que els de religió catòlica. Em sembla que no cal. No cal tenir professors sense formació universitària reglada. Ens calen professors que expliquin la religió des d’una dimensió crítica, cultural i antropològica i aquests només poden sortir de les Facultats d’Antropologia i Sociologia i no de les de Teologia. Cal que acreditin els seus coneixements amb titulacions reconegudes pels consells interuniversitaris i no per la signatura del mossèn de la parroquià, el bisbe de torn o l’imam de la mesquita.
Podem fer tants debats com vulguem, però si no basem l’educació en el coneixement científic, més val que anem plegant. A les aules s’ha d’entrar amb una preparació que permeti promoure el pensament crític i el rigor científic o estarem abonant el camp als fanàtics de tota mena.
Cap problema pel que fa a l’educació religiosa: la religió és un fenomen cultural importantíssim que cal estudiar, com l’art o la filosofia. Però cal estudiar-lo des d’una perspectiva crítica i científica: podem exigir a un professor de filosofia que només expliqui el pensament d’aquells autors amb els que està d’acord? Li exigim que expliqui totes les teories donant el marc teòric que permeti la seva comprensió: si per triar un professor li exigíssim la seva acceptació de la teoria d’un autor… com podem estar segurs que serà equànim en les seves explicacions?
Mireu, la cosa està molt malament i només la ciència ens arreglarà els nostres problemes: els terraplanistes, creacionistes, defensors de l’homeopatia, antivacunes o negacionistes de la pandèmia fan gràcia a la tele però no els necessitem a les aules dels centres d’educació pública.
De fet, en la meva humil opinió, més enllà de la magnífica feina que alguns d’aquests docents realitzen als centres públics, no necessitem professors de religió; necessitem bons professors de totes les matèries, però no de religió.
Que quedi clar: de cap religió, sense discriminació.
El Zarabullí era un baile muy popular en el Siglo de Oro que, tal como es recogido por Quevedo, tenía esta letra:
Zarabullí, ¡ay, bullí!, bullí de zarabullí.
Bullí cuz cuz
de la Vera Cruz.
Yo me bullo y me meneo,
me bailo, me zangoteo,
me refocilo y recreo
por medio maravedí.
¡Zarabullí!
¡Cómo me gustan estos juegos populares de palabras, que hasta hace muy poco se mantenían vivos en los cantares de los niños! Recuerdo bien el siguiente, que cantanan las niñas en un colegio en el que yo trabajaba a finales de los años 70 del siglo pasado:
La chata Merenguela
güi, güi, güi
como es tan fina,
trico trico trí
como es tan fina lairón
lairón, lairón lairón.
Se pinta los colores
güi, güi, güi
con brillantina
trico trico trí
con brillantina lairón
lairón, lairón lairón.
Y su madre le dice
güi, güi, güi
quítate eso
trico trico trí
quítate eso lairón
lairón, lairón lairón.
Que va a venir tu novio
güi, güi, güi
a darte un beso
trico trico trí
a darte un beso, lairón
lairón, lairón lairón.
Mi novio ya ha venido
güi, güi, güi
ya me lo ha dado
trico trico trí
ya me lo ha dado
lairón, lairón, lairón, lairón.
Y me ha puesto el carrillo
güi, güi, güi
muy colorado
trico trico trí
muy colorado
lairón, lairón, lairón, lairón.
Hay pocas sensaciones más satisfactorias que la de despertarte a tono con el día, es decir, sintiendo que has dormido bien, que has descansado y tienes la cabeza despejada y el cuerpo a punto para la carrera de las horas. Es una sensación que hace tiempo que no tengo. El sueño me da al levantarme menos de lo que prometía al acostarme y tengo la sospecha de que para descansar bien aún me faltan un par de horas de sueño profundo. Nada grave, ciertamente. Posiblemente es sólo otra de las marcas de la edad.
Ayer el Libro de la vida de Santa Teresa me llevó hasta la increíble biografía de San Pedro de Alcántara, que casi toda su vida la pasó durmiendo media hora diaria. Esta era para él, como le confesó a Santa Teresa, la penitencia más dura.
El biógrafo de Plotino, su discípulo Porfirio, comienza la relación de sus hazañas intelectuales diciendo que su maestro tenía vergüenza de tener cuerpo. Encuentro en nuestros místicos algo parecido. Yo no. Yo lamento no poder celebrarlo más, porque, al fin y al cabo, si es de barro, el suyo es barro del Paraíso. Quizás por eso San Pedro de Alcántara, poniendo en orden su vida poco antes de expirar, quiso pedirle perdón a su cuerpo por las fechorías a que lo había sometido.
Y dicho esto, me voy al mercado a hacer la compra.
Publicada originalment el 1951, El príncep Caspian és la segona entrega (per ordre de publicació) i la quarta (per ordre cronològic del relat) dins la sèrie de llibres per a infants de Les Cròniques de Nàrnia. Es va publicar com a seqüela de El lleó, la bruixa i l'armari i la lectura es fa ressò d'aquesta connexió amb la primera aventura dels germans Pevensie a Nàrnia. Un any després del primer viatge dels quatre infants a aquesta terra màgica, els protagonistes veuen interromput el seu viatge en tren cap a l'escola per reaparèixer de nou a Nàrnia inesperadament. La terra de Nàrnia ha canviat profundament, però: mentre que al nostre món ha passat tan sols un any des de l'anterior aventura, a Nàrnia han passat milers d'anys, i tots els paratges que eren coneguts per als protagonistes i sobre els quals havien regnat ara han canviat fins a fer-se quasi desconeguts. Això posa en marxa un nou viatge de redescoberta de la terra mateixa, mentre els quatre germans es pregunten on deu ser l'Aslan. Aquest relat s'entrellaça, però, amb un altre que transcorre de forma paral·lela, fins que les dues trames argumentals acaben confluint: el príncep Caspian, l'hereu legítim al tron de Nàrnia, ha hagut d'escapar-se del castell del seu oncle, l'usurpador Miraz, a causa d'un complot contra la seva vida. En la seva fugida als boscos, acaba trobant els antics narnians, les criatures màgiques i els animals parlants que poblaven Nàrnia en la seva antigor, que han sobreviscut com han pogut a través dels segles, amagats i en la clandestinitat, a causa del rebuig dels humans. Com passava en l'anterior entrega, aquestes criatures fantàstiques són les encarregades d'oferir aliments als infants - tant als germans Pevensie com a Caspian en la seva fugida - i en aquest cas, també, els nodreixen amb històries del passat, que acaben alimentant la seva confiança en el futur i en la tasca que tenen per davant. Nàrnia ha canviat completament perquè ara és una terra sense màgia, molt més prosaica i perillosa del que els infants Pevensie recordaven. L'únic que lliga els seus habitants a la seva màgia i als seus personatges llegendaris és la memòria: una sèrie de records que no són literals, sinó transmesos de generació a generació durant anys. Era fàcil creure en Aslan quan els seus prodigis eren a tocar de la mà: creure en la seva tornada ara, en una Nàrnia humanitzada i secularitzada, és una qüestió de fe. La imatge de conjunt, però, comença a traspuntar a través del relat que els fa el nan Trumpkin sobre les desventures del príncep Caspian: a les portes d'una rebel·lió amb els antics narnians contra el poder despòtic del seu oncle, el jove príncep ha fet sonar l'antic corn de la reina Susan, que ha de convocar els quatre reis del passat en ajut del seu poble. Com també passava a El lleó, la bruixa i l'armari, la màgia comença a operar tant bon punt els quatre infants arriben a Nàrnia: l'aparició d'Aslan, però, és més enigmàtica en aquesta entrega, possiblement que en les anteriors. Quan finalment apareix, ben entrada la narració com sempre, Aslan no es revela directament, sinó que els planteja una prova de fe abans d'oferir-los la seva ajuda. Els germans acaben posant a prova la seva confiança en l'aparició d'Aslan: la Lucy és la primera que el veu, i ha de convèncer els altres, que no el poden veure, que la segueixin sense garanties d'èxit. Subvertint l'expectativa, no és després de veure Aslan que s'hi creu, sinó a l'inrevés, aquest només es manifesta físicament si primer hi creus. L'Edmund és el següent a veure Aslan - sabem que la seva aventura en l'anterior llibre ja li ha obert la ment - i després en Peter, que en un principi decideix no seguir la Lucy per pragmatisme, més que per falta de fe. L'última a creure és la Susan, i això es podria llegir com a inici o plantejament inicial del problema de la Susan, que apareixerà més tard a la darrera entrega de la sèrie. Al meu parer, el problema no queda plantejat aquí encara. Aslan mateix explica la resistència de la Susan a creure en ell, en aquest cas, a causa de les seves pors, que ha de superar per tal d'ocupar el seu lloc en el món. En termes narratius, la Susan ocupa aquí el lloc que ocupava l'Edmund a l'anterior entrega, i no gaire més. Aquest missatge de reconciliació final queda reforçat en el desenllaç de la història, en què tant en Peter com la Susan són cridats per Aslan a acomiadar-se definitivament de Nàrnia. I a diferència del matís agredolç que se li va donar a aquest episodi en l'adaptació cinematogràfica de El príncep Caspian, aquest fet en el llibre no es llegeix com a necessàriament trist i, de fet, és adreçat tan sols en unes poques línies, com de passada: Peter i Susan han de deixar Nàrnia enrere a causa de la seva edat, i per tant aquest pas endavant es revela com a part del seu creixement. La forma com Aslan ho ha explicat o ho ha justificat, en una conversa privada amb els infants, queda fora del text en una el·lipsi, i per això hem de prendre la paraula d'en Peter quan ens assegura que hi ha una forma de suportar aquest comiat. No és cap misteri que les primeres entregues de Nàrnia van ser escrites com a històries independents i que no va ser fins més tard que la sèrie va adquirir una unitat conjunta. El príncep Caspian és una digna seqüela de la seva predecessora, la seva estructura és molt similar i en aquest sentit conserva l'encant i el meravellament de l'anterior entrega. La seva originalitat rau, precisament, en presentar-nos la màgia de El lleó, la bruixa i l'armari, però aquest cop diluïda a través del pas del temps: Nàrnia té un caràcter particular, que evoluciona amb el pas del temps, i trobar-la canviada és un dels atractius principals d'aquesta entrega.
Sinopsi: Un any després de la seva darrera aventura, els quatre germans Pevensie es veuen immersos en una altra aventura màgica a la terra de Nàrnia. El príncep Caspian, amenaçat de mort pel seu oncle usurpador del tron, els ha convocat gràcies a la màgia del corn de la reina Susan. Un cop a la terra de Nàrnia, hauran de reunir prou coratge per confiar en els designis d'Aslan i liderar la rebel·lió per recuperar el domini de la Nàrnia antiga.
M'agrada: Com no podia ser d'altra forma, la dansa dels faunes, el somni d'Aslan i el desvetllament de la terra de Nàrnia.
Leemos estos días que algunos colegios de médicos expedientarán no solo a los colegiados que nieguen la existencia o gravedad de la pandemia, sino también a aquellos que cuestionen la validez de las pruebas o las medidas adoptadas por la autoridad sanitaria. El asunto es preocupante, ya que lo que parece castigarse no es la mala praxis de un médico, o la ilegalidad de sus acciones, sino, simplemente, que disienta de dictámenes científicos (y políticos) distintos al suyo. Ahora bien, ¿debemos impedir que un médico opine pública y libremente sobre aquello sobre lo que, además, es competente?
El filósofo Kant afirmaba que una de las condiciones del progreso social y político (no digamos del científico) consistía en permitir la máxima libertad de opinión en la esfera pública y académica, y restringirla en el ejercicio del cargo u oficio que cada uno desempeña. Así, y aunque, para garantizar el orden, cada funcionario, militar, profesor, médico o lo que sea, debería hacer su trabajo según lo convenido y sin chistar, una vez “libre de servicio” tendría – según el filósofo – el derecho (y hasta la obligación) de criticar públicamente, como experto, todo lo que considerase oportuno. Pues bien, este mínimo grado de libertad – el de poder opinar en público – es justo el que parecen negar estos colegios de médicos a sus miembros. Con el agravante de hacerlo en un campo (el de la ciencia) en el que, a diferencia de otros más dogmáticos (como la religión o el partidismo político), la crítica y la heterodoxia resultan imprescindibles para probar y perfeccionar lo que se cree saber.
Los colegios aludidos esgrimen, no obstante, dos razones para justificar su censura: la excepcionalidad de las circunstancias, y el carácter poco riguroso o científico de las disensiones. Veamos hasta qué punto son estas razones válidas.
La primera de ellas es una variante de la justificación más habitual del estado de excepción. Se viene a decir que, dado que estamos en una situación de emergencia y las opiniones críticas podrían generar alarma y confusión (¡amén de indisciplina!) en la ciudadanía, de debe impedir, por la seguridad de todos, la difusión de tales opiniones. Hay, sin embargo, dos contrarréplicas contundentes a este razonamiento: (1) la anteposición a toda costa de la seguridad a la libertad conduce a un estado de excepción crónico (solo hay que ir buscando o creando una amenaza tras otra) y, por tanto, a la pérdida total de control sobre el poder del Estado; (2) el trato paternalista a los ciudadanos, en este caso suponiéndolos incapaces de aceptar la natural controversia científica, es inconcebible en un régimen en el que esos mismos ciudadanos son los depositarios de la soberanía y, por tanto, aquellos a los que con más motivo se ha de informar y rendir cuentas.
En cuanto a la segunda razón – “los médicos negacionistas no se apoyan en evidencias científicas” – hay que empezar por deshacer la falacia (llamada del “hombre de paja”) consistente en meter en el mismo saco a los fanáticos y negacionistas más chiflados, y a aquellos que cuestionan, razonadamente, la forma en que se está entendiendo y afrontando el problema. De hecho, y a tenor del criterio de los colegios de médicos aludidos, habría que expedientar a todos los científicos del mundo que, sin negar la existencia de la pandemia, recomiendan otras medidas de control o critican severamente las establecidas en países como el nuestro. Más al fondo, la réplica fundamental al argumento es clara: no hay una única forma de construir “evidencias científicas” (los hechos son interpretables de más de una manera). Esto no supone aceptar cualquier cosa, ni defender que “todos tienen (la misma) razón”, sino asumir que, en medicina, como en toda ciencia, cualquier tesis es meramente hipotética – hasta que se descubra otra mejor –. La controversia científica (y, aneja, la política y social – la ciencia no es cosa de ángeles –) en torno al coronavirus y la forma de afrontarlo remite, pues, a un debate, tanto entre expertos como entre ciudadanos, y no, en ningún caso, a expedientar a nadie – y menos a un médico – por manifestar su parecer.
Artículo publicado originalmente por el autor en El Periódico Extremadura.
Me levanto temprano y subo la persiana. Me encuentro con un amanecer normal. No hay nubarrones en el horizonte. El cielo está despejado. Eso quiere decir que yo también lo estaré. Curioso estado el mío en que todo cambio de presión altera mis isobaras anímicas y somáticas, dejándome para el arrastre. El clima es un estado de mi alma.
Sigo dando entrevistas en centros educativos de hispanoamérica. La semana pasada tocó Argentina y esta ando por Perú, Chile y Colombia. Siempre me sorprende la normalidad con que los hispanoamericanos siguen usando la expresión "madre patria", que nosotros, por complejo, hace tiempo que dejamos de utilizar. Igualmente me sorprende muy gratamente la cordialidad con que me reciben y, desde luego, amor con amor se paga.
Ayer estuve hablando con los profesores y alumnos (17-18 años) de un centro educativo de Valparaíso. Al inciar la conexión, la directora lo presentó como un colegio cristiano y abrió el acto con una oración. Le agradecí que tuvieran la claridad moral suficiente como para no enmascarar sus convicciones tras la fórmula vacía de "centro basado en valores cristianos"
Cada vez que hay un cambio brusco de presión atmosférica quedo hecho un guiñapo: mareos, náuseas... tiene esta situación, sin embargo, algo favorable: me ayuda a perder peso. Este verano, que ha sido horrible, he perdido 13 kilos. A pesar de todo, estoy contento. Sigo haciendo cosas:
El Subjetivo: Hay más antimonárquicos que republicanos.
Searle (nacido en Denver en 1932) planteó este experimento mental en “Minds, Brains, and Programs”, un artículo publicado en 1980 (pdf). Como explica a Verne Ana Cuevas Badallo, profesora de Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Salamanca, el estadounidense respondía así a los defensores de la llamada “inteligencia artificial fuerte”, que defiende que una inteligencia artificial podría igualar o superar la inteligencia humana en cualquier ámbito. Para el filósofo, poder procesar símbolos de modo puramente sintáctico no significa que haya capacidades mentales reales, ya que eso lo da la semántica, es decir, el contenido y la interpretación de ese contenido.
Es decir, un algoritmo no es equivalente al pensamiento consciente y el hecho de que un programa maneje símbolos no significa que comprenda lo que está haciendo.
Una de las ideas que ataca Searle con este experimento es el test de Turing, según el cual una máquina se podría considerar inteligente si una persona no supiera si está hablando con un ordenador o con otro interlocutor. Searle considera que su habitación podría pasar este test y hacer creer a los demás que sabe chino. Aunque no tenga ni idea.
Sin embargo, el matemático británico Alan Turing (1912-1954) escribió en el artículo donde habla de su test (pdf) que la pregunta “¿pueden pensar las máquinas?” no tiene sentido y no merece la pena discutirla. Lo importante para él es si nosotros podríamos darnos cuenta de la diferencia. Por ejemplo, ¿importa que la computadora Deep Blue y la IA Alpha Go tengan conciencia de lo que están haciendo, o solo importa que hayan ganado a los campeones humanos de ajedrez y de go?
Jaime Rubio Hancock, La habitación china: ¿puede pensar una máquina?, Verne. El País 16/08/2020
Aquesta novel·la de l'autor kenyà Ngũgĩ wa Thiong'o es va publicar per primer cop el 1977, i va ser un èxit immediat. També va ser la darrera novel·la que l'autor va escriure en anglès, en tant que amb les seves obres posteriors es va decantar per escriure-les d'entrada en la seva llengua materna, el kikuiu, i traduir-les després a l'anglès. Un any després de la publicació de Pètals de sang Ngũgĩ va ser detingut per les autoritats kenyanes i retingut sense judici durant un any. Tot i que la detenció no va ser propiciada directament per la novel·la, sinó per una obra de teatre que Ngũgĩ va produir de forma cooperativa amb una petita comunitat rural en llengua kikuiu, Pètals de sang és una bona aproximació a l'ambient de repressió política creixent i la bretxa social entre rics i pobres que es va formar en la Kenya de després de la independència. Gran part de l'obra de Ngũgĩ es basa en una crítica ferotge contra el neocolonialisme, el procés pel qual la descolonització dels països posseïts prèviament per les potències europees endinsa les noves repúbliques en una dinàmica de neoliberalisme econòmic extrem en què els recursos són explotats sistemàticament per unes elits adinerades, mentre s'aprofundeixen i s'agreugen els problemes endèmics ja presents durant l'etapa colonial, com la pobresa extrema de les classes treballadores i la manca d'educació i de serveis bàsics. La novel·la no amaga el seu discurs marxista en cap moment, però el text en cap moment arriba a fer-se pamflet, perquè Ngũgĩ entreteixeix molt hàbilment les idees polítiques amb les necessitats, les motivacions i, en últim terme, la desesperació dels seus personatges. Com que els personatges estan construïts de forma molt realista i complexa, les seves idees polítiques, també complexes i canviants, formen part de les seves subjectivitats. Pètals de sang comença com una novel·la política: a la ciutat de New Ilmorog, els personatges principals són quatre sospitosos de provocar un incendi que ha acabat amb les vides de tres prominents cacics locals. Els sospitosos són Karega, un líder sindicalista; Abdulla, un comerciant local que sobreviu quasi en la indigència; Munira, el director de l'escola local, i Wanja, una prostituta molt coneguda a la localitat, que ha resultat ferida en l'incendi i es recupera de les cremades en un hospital. L'atemptat s'ha produït en el context de tensió entre els empresaris morts i les reivindicacions del sindicat local, i desactiva immediatament la vaga que els treballadors tenien previst fer pocs dies després, que les autoritats prohibeixen immediatament en vistes dels fets. La possible motivació política de l'atemptat aviat es dilueix en les històries personals dels quatre protagonistes, que se'ns expliquen des de la seva arribada sobtada a la localitat dotze anys enrere per diversos motius. Tot i que al principi es presenten com a estranys, les confidències de tots quatre aviat van revelant connexions entre el passat de tots ells, i aquestes a la vegada els van descobrint conflictes soterrats, contradiccions i paradoxes en les seves vides que hauran d'aprendre a afrontar. La història també és la de l'evolució del poblet d'Ilmorog, que comença essent un petit poble rural que segueix les tradicions i els cultes ancestrals i per on amb prou feines hi passa mai ningú, en una de les noves ciutats desenvolupades després de la independència, a causa d'una sèrie de canvis i esdeveniments fortuïts que se'ns van desplegant al llarg de la lectura, i que de forma més directa o indirecta, aniran provocant alguns dels protagonistes. A mesura que es produeix aquesta evolució, els protagonistes també experimentaran canvis essencials en les seves creences i forma de veure la vida: Karega passarà de ser un idealista innocent a un idealista desencantat, Munira passarà de ser un idealista desencantat a un fanàtic religiós, Abdulla tornarà a reviure el seu passat revolucionari que creia perdut per sempre, mentre que Wanja, possiblement el personatge més complex de tots quatre, haurà d'afrontar els traumes del seu passat, sempre presents en la seva vida, per acabar concloent que no pot ser als dos bàndols alhora. La novel·la es basteix, així doncs, a base d'anar revelant petits detalls de les històries del passat a cada capítol, i l'argument pot resultar una mica enganyós en aquest sentit, en tant que l'aparent complexitat de la trama poc a poc acaba descobrint un relat molt més simple del que podria semblar de bon principi. Si bé Un gra de blat és una novel·la que gira al voltant de la lluita cap a la independència de Kenya i com aquesta afecta tots els personatges implicats, aquí aquesta lluita queda molt lluny, ha passat a formar part de la tradició igual que les històries dels grans guerrers que van plantar cara als colonitzadors britànics per primera vegada. Pètals de sang se centra més aviat en el món que es basteix després, ja dirigit per unes elits corruptes que han après els seus trucs de les potències europees on s'han educat, i que tenalla els més pobres en una lluita constant per la supervivència. En aquest sentit és un retrat molt poc afalagador, però certament punyent, del món neocolonial. A mi personalment em va agradar més Un gra de blat que aquesta, que se m'ha fet una mica més feixuga de llegir en determinats passatges, però val a dir que totes dues són magnífiques recomanacions si us interessa la literatura africana contemporània.
Sinopsi: En un moment indeterminat dels anys setanta, es produeix un atemptat contra les vides de tres cacics locals al poble d'Ilmorog, a Kenya. Els principals sospitosos del crim són detinguts i incomunicats immediatament. A partir d'aquest punt els testimonis dels diferents personatges es remunten a dotze anys enrere, quan s'havien conegut, i la trama va revelant successius retalls dels seus respectius passats, que es van entreteixint de formes inesperades.
M'agrada: L'estil vibrant, apassionat i tremendament eloqüent de Ngũgĩ, que exposa la injustícia de la Kenya neocolonial amb una habilitat i una bellesa francament impressionants.
La democracia liberal establece límites al gobierno de la mayoría, normalmente con una Constitución que garantiza los derechos individuales y las libertades civiles, establece un sistema judicial independiente que hace que se respete esta garantía y abre el camino para una prensa libre que pueda defenderla. Las mayorías solo pueden actuar, o actuar legítimamente, dentro de unos límites constitucionales. Al igual que todo lo demás en la política democrática, los límites se debaten tanto en el plano legal como en el político. Pero estas controversias no se zanjan por la regla de la mayoría, sino mediante procedimientos mucho más complejos y dilatados en el tiempo, lo que dificulta que se anule cualquier conjunto de derechos y libertades existentes.
No pretendo negar la importancia de la intervención popular. El gran logro de la democracia es que incorpora a los hombres y mujeres corrientes, a ustedes y a mí, al proceso de toma de decisiones. De hecho, el adjetivo “liberal” garantiza que cada cual sea en efecto incorporado en dicho proceso de un modo que nunca se había dado en las democracias que han existido a lo largo de la historia, desde la de Atenas a la de EE UU. Los derechos y las libertades civiles son posesión legítima de cada uno de los miembros de la comunidad política, ya sean judíos, negros, mujeres, deudores, delincuentes o los más pobres entre los pobres. Todos nosotros intervenimos en los debates democráticos, en la organización de movimientos sociales y partidos políticos, y participamos en las campañas electorales. Pero, incluso cuando salimos victoriosos, existen límites que restringen el alcance de nuestras decisiones. Así pues, los demagogos populistas se equivocan al afirmar que, una vez que han ganado unas elecciones, representan o encarnan “la voluntad del pueblo” y pueden hacer lo que les venga en gana. La realidad es que hay muchas cosas que no pueden hacer.
Lo que quieren estos populistas, ante todo, es promulgar leyes que garanticen su victoria en las siguientes elecciones, que pueden llegar a ser los últimos comicios significativos. Atacan a los tribunales y a la prensa; menoscaban las garantías constitucionales; se apoderan del control de los medios de comunicación; reorganizan el electorado excluyendo a las minorías; acosan o reprimen de manera activa a los líderes de la oposición, todo ello en nombre del gobierno de la mayoría. Son, como ha dicho Viktor Orbán, el primer ministro de Hungría, “demócratas iliberales”.
Los límites liberales que se imponen a la democracia son una especie de prevención de desastres para todos los implicados. Reducen las expectativas que están en juego en el conflicto político. Perder unas elecciones no priva a nadie de sus derechos civiles —entre los que está el derecho a la oposición, que entraña la esperanza de una victoria la próxima vez—. La alternancia en el poder es una característica habitual de la democracia liberal. Evidentemente, nadie quiere rotar y tener que dejar su cargo público, pero todos los cargos públicos aceptan y conviven con los riesgos de la alternancia. Sin embargo, dichos riesgos no conllevan la represión ni el encarcelamiento. Uno pierde las elecciones, pierde el poder y se va a casa. Precisamente así entiende los límites impuestos por el adjetivo “liberal” el socialista italiano Carlo Rosselli, uno de los líderes de la resistencia antifascista en las décadas de 1920 y 1930, y autor del libro Socialismo liberal (...) “Liberal”, escribe Rosselli, describe “un conjunto de normas del juego que todas las partes rivales se comprometen a respetar, unas normas destinadas a garantizar la coexistencia pacífica de los ciudadanos (…); a restringir la competencia dentro de unos límites tolerables, a permitir que todas las partes se turnen en el poder”. Así que el socialismo liberal de Rosselli incorpora la democracia liberal. Para él, así como para los demócratas a los que él sigue, el adjetivo “liberal” supone una fuerza, además de limitadora, diversificadora: garantiza la existencia de “varios partidos” (es decir, más de uno) y posibilita que cada uno de ellos alcance el éxito (...)
Los nacionalistas son personas que ponen en primer lugar los intereses de su país. Los nacionalistas liberales hacen eso y, al mismo tiempo, reconocen el derecho de otras personas a hacer lo mismo (...) Reconocen la legitimidad y los legítimos intereses de las diferentes naciones. Del mismo modo que los demócratas liberales ponen límites al poder de las mayorías triunfalistas y los socialistas liberales ponen límites a la autoridad de las vanguardias obsesionadas con la teoría, los nacionalistas liberales ponen límites al narcisismo colectivo de las naciones.
Michael Walzer, A lo mejor eres liberal y ni siquiera lo sabes, El País 30/08/2020
Imaginemos que un científico maligno ha extraído un cerebro del cuerpo y lo ha colocado en una cubeta de nutrientes que lo mantienen vivo. Las terminaciones nerviosas han sido conectadas a un ordenador que provoca en esa persona la ilusión de que todo es perfectamente normal. Se despierta cada día para ir al trabajo, se va a tomar unas cervezas con los amigos, queda con su pareja por la noche. Todo igual que siempre, él no sospecha que nada haya cambiado. “La víctima puede creer incluso que está sentada, leyendo estas mismas palabras acerca de la suposición, divertida, aunque bastante absurda, de que hay un diabólico científico que extrae cerebros de los cuerpos y los coloca en una cubeta”.
La cita es de Razón, verdad e historia, libro del filósofo estadounidense Hilary Putnam, publicado en 1981. El objetivo de este experimento mental es sugerir que todo puede ser una ilusión e inocularnos una buena dosis de escepticismo. Es una idea que lleva siglos rondando y que además ha servido de inspiración para libros y películas de ciencia ficción, como Matrix. Y que es tan extravagante como difícil de refutar.
La misma idea se puede encontrar en el mito de la caverna, de Platón; en La vida es sueño, de Calderón de la Barca; en el velo de Maya del hinduismo, y en el genio maligno de Descartes, tal y como nos recuerda por teléfono Jesús Zamora Bonilla, autor de En busca del yo: una filosofía del cerebro y catedrático de Filosofía de la Ciencia en la UNED. La idea es que si nuestras percepciones y nuestra actividad cerebral tienen lugar en el cerebro, “causadas por estímulos externos”, podrían “llegar de una fuente diferente al mundo real, ya sea un científico loco o un demonio maligno, y no podríamos distinguirlas”.
El argumento, explica, es imposible de rebatir al cien por cien, porque al final se trata de “un hecho empírico: o somos cerebros en una cubeta o no lo somos”. Otra dificultad para refutar estos planteamientos es que se le suele dar un poder casi absoluto a este científico maligno. Por ejemplo, podría haber creado todo el mundo, incluidos nuestros recuerdos, hace cinco minutos, como sugería, sin tomárselo muy en serio, Bertrand Russell. O cada medianoche podría volver a empezar todo de cero, como en la película Dark City.
El propio Putnam expone esta idea en su libro precisamente para intentar refutarla mediante un argumento lógico: si en nuestro universo todos fuéramos cerebros en una cubeta, no habría un mundo exterior al que nuestro lenguaje pudiera hacer referencia, por lo que la frase “somos cerebros en una cubeta” ni siquiera tendría sentido. Como el lector puede intuir, esta propuesta ha dejado insatisfechos a muchos filósofos, por más que prácticamente toda la humanidad esté de acuerdo con él en la conclusión.
Las versiones más modernas del experimento sugieren que podríamos estar viviendo en una simulación, en la línea de Matrix. El filósofo Nick Bostrom, autor del libro Superinteligencia, apuntaba a esta posibilidad en un artículo publicado en 2003. Su argumento se basa en dos premisas: la primera, que la conciencia podría llegar a simularse por ordenador. La segunda, que civilizaciones futuras podrían tener acceso a una cantidad ingente de poder computacional. En tal caso, estas civilizaciones podrían programar simulaciones de millones de mundos enteros. Si es así, habría muchos más universos simulados que reales, por lo que sería más probable que viviéramos en una simulación que en un mundo real. Como los Sims, pero con casas más feas.
... nuestros ojos no son cámaras de vídeo que captan la realidad tal cual, sino que interpretamos y reelaboramos toda la información que nos llega de nuestros sentidos. Siguiendo con el ejemplo de la vista y como escribe el neurocientífico Ignacio Morgado en La fábrica de las ilusiones, “la luz y los colores que vemos son solo la lectura que nuestro cerebro y nuestra mente consciente hacen de lo que verdaderamente hay fuera de nosotros, que no es otra cosa que materia y energía”. Todo apunta a que esta información es fiable, ya que llevamos decenas de miles de años usándola para sobrevivir, pero no hay una correspondencia total y absoluta entre ese mundo real y nuestra actividad mental.
Como escribe el filósofo Thomas Nagel en Una visión de ningún lugar, el escepticismo que destila la idea del cerebro en una cubeta (y películas como Dark City) nos ayudan a darnos cuenta de que “nuestras ideas acerca del mundo, por sofisticadas que sean, son el resultado de la interacción de una pieza del mundo con parte del resto, de formas que no entendemos muy bien”. Así, este escepticismo es en realidad una manera de reconocer nuestros límites, sin que por eso vayamos a pensar que nuestra vida no es más que un espejismo.
Es decir, puede parecer que el experimento pone en duda que haya otra cosa en el universo que no sea YO, que era el punto de partida de Descartes. Pero al final resulta que es al revés: el mundo existe y, en todo caso, lo que está en duda es lo que yo sé de él.
Jaime Rubio Hancock, El cerebro en una cubeta: ¿y si vivimos en una simulación?, Verne. El País 24/08/2020
La herencia de la Ilustración ha generado en nuestros días lo que Malesevic llama una “disonancia ontológica”, la que surge de la prevalencia de los derechos humanos -con el reconocimiento de que todas las personas tenemos el mismo valor intrínseco- y el uso sin embargo de violencia organizada contra ellas. “La comprensión universal de que todos tenemos el mismo valor moral crea una situación muy inusual por la que la única forma en la que se puede deslegitimar a algunas personas o grupos es deshumanizarlos, la única en la que puedes decir que el enemigo merece ser matado. ‘Míralos, no son seres humanos, son animales y deben ser tratados como tal’. Los políticos suelen usar ese lenguaje durante la guerra y mucha gente lo acepta. Muchos estadounidenses siguieron esa idea de que los japoneses debían ser bombardeados porque no son humanos”.
Antonio Pita, Sinisa Malesevic: "Cuando controlas a la población no necesitas matarla", El País 28/08/2020
Vuelvo a Las moradas, de Santa Teresa.
La primera vez que leí este radical viaje interior, esta aventura espiritual en busca del centro del alma, fue tras visitar el edificio que Gaudí les construyó a las Teresianas en la calle Ganduxer de Barcelona con los materiales que, supuestamente, eran los desechos de la Pedrera. Ese edificio intenta llevar a la arquitectura lo que la santa de Ávila intenta, con tanto esfuerzo y tan diligente dominio del idioma, llevar a las letras.
Ahora lo leo como otro viaje de exploración, de los muchos que realizaron los españoles a lo largo del Siglo de Oro tanto por la geografía física como por la espiritual.
Santa Teresa no es menos conquistadora que Cabeza de Vaca, ni su viaje es menos aventurero, ni menos apasionante.
Sería excesivo afirmar que el Siglo de Oro se reduce a una búsqueda incansable de respuestas a la pregunta "¿Quién soy yo?" pero es imposible comprender esta fulgurante época sin tener presente permanentemente esa pregunta.
Una pregunta para la que no tengo una respuesta clara: ¿Por qué me resulta tan próxima Santa Teresa y tan distante San Ignacio?
Sigo de espeleólogo por el Siglo de Oro, siglo de trantas gandezas y bajezas, de tanto misticismo y empirismo, de tanta corte y tanta aldea, de tanto adorno y tanta hambre, de tanto púlpito y tanta alcoba, de tanto hijodalgo y tanto pícaro, de tanta monja liviana, de tanto fraile gañán, de tanta monja sublime, de tanto fraile sutil, de tanta apariencia y tanta sinceridad, de tanta teología y tanta procacidad, de tanta nobleza y tanta hipocresía... que me parece evidente que no se puede poner un ejemplo de lo que fue tal siglo esplendoroso sin que inmediatamente nos impugne un contraejemplo. Lo realmente grande no tiene molde a su medida.
Aquesta és la quarta entrega de A la recerca del temps perdut de Marcel Proust (1871-1922), que es va publicar originalment entre els anys 1921 i 1922 i va ser el darrer volum de la sèrie que l'autor va veure publicat en vida. Val a dir que en començar a llegir em prevenia una mica que la darrera entrega, El cantó de Guermantes, se'm va fer feixuga, però aquest quart volum, tot i la densitat de l'estil característic de Proust, se m'ha fet una mica més planer. Penso que tant l'arrencada com el desenllaç d'aquesta entrega són molt potents, així que la seva lectura en general m'ha valgut la pena. L'escena inicial és una revelació que resultarà decisiva per al narrador: mentre espera per visitar els ducs de Guermantes, enxampa d'amagat el baró de Charlus mentre té relacions sexuals amb el sastre de la família, Jupien, a qui el baró demana que li proporcioni jovenets de classe baixa amb qui tenir aquest tipus de trobades. A partir del seu descobriment sobre l'orientació sexual del baró de Charlus, el narrador acaba comprenent el malentès que havia tingut lloc entre tots dos a finals del volum anterior, i comença a observar el món social que l'envolta sota un nou punt de vista. De cop i volta, apareixen davant dels seus ulls, com a fenomen força evident, tot un seguit d'homes de l'alta societat que amaguen la seva homosexualitat a ulls del gran públic mentre van buscant joves amb qui passar les nits. El narrador descobreix així el món dels homosexuals a l'armari i el de la prostitució masculina, i inicia un excurs reflexiu sobre l'homosexualitat a la seva època i les seves implicacions socials. És cert que els seus prejudicis sobre l'homosexualitat i els comentaris obertament homòfobs que introdueix a les seves explicacions no han resistit gaire el pas del temps: la confusió principal és que no sembla distingir entre homosexualitat i transsexualitat, almenys amb els homes, perquè curiosament, l'homosexualitat femenina rep un tracte diferent. D'altra banda, també és cert que aquesta secció del text és una lectura fascinant i suggestiva, en tant que l'explica un narrador que en aquest text cada cop s'identifica més amb l'autor mateix - hi ha un moment d'aquesta primera secció en què trenca la quarta paret i ens suggereix aquesta lectura - i que, pel que sabem, era ell mateix un homosexual a l'armari. També és cert que no és exactament encertat tractar aquest tema amb els termes que utilitzaríem avui dia: reconèixer obertament la seva identitat sexual no era una opció disponible a l'època com ho és ara, i el narrador fins i tot cita el cas d'Oscar Wilde per il·lustrar quines en poden ser les conseqüències més devastadores. De fet, el que és realment fascinant de la seva exposició és com tracta aquest tema en tot moment com el que és, una qüestió d'identitat, i la part més interessant de tot plegat, al meu parer, és quan comença a comparar els casos dels homosexuals que han d'amagar la seva orientació en públic amb el col·lectiu dels jueus assimilats. La referència no és fortuïta en aquest cas, em penso. Més enllà de si la comparació és més o menys afortunada, el punt d'interès aquí rau en la confluència de dos temes que s'havien presentat per separat en les anteriors entregues de la sèrie: l'homofòbia i l'antisemitisme imperants en la societat francesa del moment. El cas Dreyfus encara no ha acabat, però ja s'han revelat les proves del muntatge per incriminar Dreyfus: no és tan sols que ara ja es fa impossible defensar la seva culpabilitat, sinó que de fet l'acusació ja no es pot ni excusar en un mer error de la justícia militar. I en aquest context, en un sopar a casa dels prínceps de Guermantes, el narrador s'assabenta a través del seu amic Swann que el príncep de Guermantes és un dreyfusard a l'armari. Més endavant el duc de Guermantes també es converteix al dreyfusisme, i aquesta deriva també ens apunta al tema de les relacions entre classes socials, que aquí en aquest volum s'aprofundeixen molt més fins i tot que en els tres anteriors. Els cercles socials menors, és a dir, els de classe mitjana amb aspiracions a relacionar-se amb la noblesa, com el dels senyors Verdurin o els Swann mateixos, retornen aquí amb una força insospitada per capgirar les expectatives i l'hegemonia dels nobles dins d'aquest univers. El món dels Guermantes és un món en declivi: els grans privilegis i luxes hereditaris cada cop tenen menys importància per al públic en general, enlluernat ara per l'adveniment de les avantguardes artístiques, arribades a París amb els Ballets Russos de la mà de Diaghilev i Nijinski. Un cop el narrador retorna a Balbec, ara necessita introduir-se al cercle dels Verdurin, de forma que acaba prenent el lloc que ocupava Swann al primer volum. El baró de Charlus també s'introdueix en aquest cercle, i comença a posar-se en evidència davant de tothom quan inicia una relació amb un soldat sàdic i arribista, Morel, amb el qual acaba protagonitzant algunes de les escenes més còmiques del llibre. La relació del narrador amb Albertine, que en el tercer volum havia aparegut com de passada, aquí també adquireix un lloc central: és aquí on la història de l'enamorament entre Swann i Odette al primer volum, que semblava un afegit que no tenia res a veure amb la resta de la novel·la, adquireix tot el seu sentit. El narrador no està essent original amb la seva vida sinó que està interpretant un guió ja prèviament escrit. La relació comença a anar pel pedregar ben bé des del principi: sabem que el narrador no s'estima Albertine, mentre que el punt de vista d'Albertine se'ns nega i no hi ha forma de saber els seus autèntics sentiments. El que sí sabem és que el narrador entra en aquesta relació pel sexe i l'Albertine pels diners i els regals. Com en la història de Swann i Odette, les etapes d'enamorament del narrador s'intercalen amb episodis d'una gelosia encara més intensa que el seu amor, de forma que comença a contemplar casar-se amb Albertine només per poder tenir-la controlada en tot moment. Aquesta gelosia es desencadena, de fet, quan el narrador comença a sospitar que Albertine té aventures amb altres noies. Sodoma i Gomorra és, així doncs, un volum que ens ofereix variacions de tots els temes que havien aparegut fins ara en els tres anteriors, com si es tractés d'una composició musical: del tercer volum en traiem l'expansió i la continuació del món dels Guermantes, tot i que ara revisats i posats en el context d'un món social més ampli. El personatge del baró de Charlus, que en els altres volums s'havia mostrat reservat i misteriós, ara es comença a revelar en el seu vessant més patètic i llastimós; és el que passa quan cauen els misteris, les màscares i els secrets. Del segon volum, en traiem el retorn al món de Balbec i la relació amb Albertine, tot i que és un retorn un punt amarg. Amb la seva àvia ja morta, el narrador comença a adonar-se que és impossible recuperar el món del passat amb la vivesa i el meravellament de la primera vegada. Els noms de lloc, que li havien obert un món d'il·lusions i fantasies romàntiques en el passat, es revelen ara en el seu vessant més prosaic, a través de les interminables digressions etimològiques del professor Brichot. Del primer volum en traiem el cercle dels Verdurin, a través del qual havíem conegut Swann, i les versions alternatives dels amors entre Swann i Odette, revisades i augmentades en les relacions entre el narrador i Albertine i entre Charlus i Morel. Sodoma i Gomorra és, així doncs, una continuació que està a l'alçada dels altres volums, i que comença a apuntar al conjunt de tota la sèrie com a projecte literari unitari, en tant que ens en va recuperant els temes més importants per continuar donant-los profunditat.
Sinopsi: Abans de la festa dels Guermantes, el narrador descobreix el secret del baró de Charlus, i a partir d'aquest moment la seva visió de les relacions socials canvia completament. A partir del segon capítol, el narrador visita Balbec de nou, aquest cop amb la seva mare, on el record de la seva àvia li provoca una profunda tristesa per tot el temps que ara li és impossible de recuperar. Entre visita i vista als cercles socials dels Verdurin i els Cambremer, el narrador reprèn la seva relació amb Albertine, que va mostrant el seu vessant més tòxic a causa de la gelosia obsessiva d'ell. Finalment, una revelació inesperada sobre el passat d'Albertine li farà replantejar-se el seu futur amb ella.
M'agrada: La forma com Proust recupera tots aquells temes i situacions que havia anat plantejant als anteriors volums i els porta a nous extrems.
Curiosamente aparece el libro a la vez que este artículo de Política exterior: La vigencia del conservadurismo.
"Yo duermo y mi corazón vela".
Me temo que el navarro Pedro Malón de Echaide -nacido en Cascante en 1530 y fallecido en Barcelona en 1589- hoy es más conocido por las bodegas que llevan su nombre que por esa maravilla que es La conversión de la Magdalena.
Es difícil entender por qué esta maravilla no tiene la difusión y publicidad que se merece... al menos entre mis compatriotas navarros. Me imagino que porque no teniendo lectores es imposible que tenga defensores.
Lean ustedes esta defensa del castellano escrita por un místico navarro:
"No se puede sufrir que digan que en nuestro castellano no se deben escribir cosas graves. ¡Pues cómo! ¿Tan vil y grosera es nuestra habla? (...) No hay lengua ni la ha habido, que al nuestro haya hecho ventaja en abundancia de términos, en dulzura de estilo, y en ser blando, suave, regalado y tierno y muy acomodado para decir lo que queremos, ni en frases ni en rodeos galanos, ni que esté más asembrado de luces y ornatos floridos y colores retóricos, si los que tratan quieren mostrar un poco de curiosidad en ello."
La primera vez que leí este libro dejé una página completamente subrayada y repleta de anotaciones por los márgenes. Ahora, en la segunda lectura, he subrayado las anotaciones. Es esta:
"Las cosas que valen más que nosotros, mejor es amarlas que entenderlas, porque, amándolas, cobramos ser más perfecto, pues el amor nos une con lo amado, y entendiéndolas, parece que ellas pierden su ser y valor, pues las ajustamos y entallamos conforme a nuestro entendimento; pero si son de menos valor que nosotros, mejor es entenderlas que amarlas, porque con amarlas, nos hacemos de más bajo ser, pues cobramos el que tienen y perdemos el nuestro; y entendiéndolas, las mejoramos por la razón ya dicha."
He contado en numerosas ocasiones, y hasta lo he recogido en alguno de mis libros, una anécdota que transmite Soren Kierkegaard en uno de sus libros más interesantes, El instante, que dice así: "De un pastor sueco se cuenta que, turbado al ver el efecto que su discurso había provocado en la audiencia, deshecha en lágrimas, para calmarla dijo: ¡No lloréis, hijos, que todo podría ser mentira."
Aun conociendo el singular sentido del humor de Kierkegaard, siempre creí que la anécdota era cierta, porque ¡hay que ver cómo son los protestantes! Pero justo ayer por la noche, leyendo en la cama El libro de chistes de Luis de Pinelo (siglo XVI), me encontré con esta sorpresa: "Otro portugués predicaba la Pasión, y como los oyentes llorasen y lamentasen y se diesen de bofetones y hiciesen mucho sentimiento, dijo el portugués: -Señores, non lloredes ni toméis pasión, que quizá non será verdad".
Quedéme boquiabierto exclamando "¡Hay que ver cómo son los católicos!"
Dos textos curiosos:
Inicio del Origen y descendencia de los modorros, texto ha sido atribuido a diferentes autores, entre otros a Quevedo: "Dicen que el Tiempo Perdido se casó con la Ignorancia, y hubieron un hijo que se llamó Pensé que, el cual casó con la Juventud, y tuvieron los hijos siguientes: No sabía, No Pensaba, No Miré en Ello, Quién dijera".
El segundo texto se atribuye, no sin polémica, a la albaceteña Oliva Sabuco:
Me gusta la presentación: "Nueva filosofía de la naturaleza del hombre, no conocida, ni alcanzada de los grandes filósofos antiguos". Me gusta porque la prudencia no es una virtud filosófica, aunque sí lo sea del filósofo en tanto que ciudadano. Es decir: la prudencia no es una virtud intelectual, pero sí es una virtud política.
Entre los textos olvidados de la historia de la filosofía española merece un interés muy especial el Elogio de la nada dedicado a nadie, de don José del Campo-Raso, una defensa aparentemente irónica del nihilismo publicada en Madrid en 1756.
Valoren ustedes estas palabras: "Todas las cosas de este mundo pasan y se reducen a Nada. Todos se preocupan de Nada. Por Nada disputan los mortales, se hacen la guerra y se matan. Los hombres no sacan de sus inquietudes y trabajos en la tierra más que la vergüenza de haber sido engañados de Nada. Nada es el principio, el progreso y la conclusión de nuestras vanidades. Siempre Nada es constante, uniforme y siempre el mismo."
Nada, proclama el autor, "es el Dios de los espíritus fuertes". Ahí queda eso. ¿Se trata de una mera ironía? En cualquier caso, después de leer a José del Campo-Raso, a Anacarsis Clot, el creador del término "nihilismo", se lo ve con otros ojos.
Defendía Péguy con estas vehementes palabras el papel del maestro: "Es el único e inestimable representante de los poetas y de los artistas, de los filósofos y de todos los hombres que han hecho a la humanidad y que la mantienen". En definitiva, la función del magisterio consistiría en el noble compromiso de "garantizar la representación de la cultura."
Pero Péguy murió en 1914 cuando la escuela republicana francesa creía en sí misma. Hoy, nos hemos hecho no sé si más cínicos o más descreidos y nos preguntamos con Finkielkraut: "¿Cuántos son los que aún se creen en sus clases enviados de los poetas, de los artistas o los filósofos que han hecho a la humanidad?" Es decir: ¿Cuántos siguen creyendo que su misión es "garantizar la preservación de la cultura"?
Entre Péguy y Finkielkraut ha tenido lugar un cambio radical en la percepción que pedagogía tiene de sí misma. Con el primero creía firmemente en su misión republicana; con el segundo, ha reducido enormemente el horizonte de sus pretendiones para acabar reduciéndose a psicología.
Mientras tanto, en Londres, Katharine Birbalsingh alerta contra quienes defienden en estos tiempos de confusión generalizada, que "alentar a los niños a hablar correctamente y a escribir un inglés gramaticalmente correcto es imponerles la supremacía blanca." Katharine, que es una mujer valiente, anima a resistir a esta memez: "¡No te rindas! ¡Sigan luchando!"
Un nuevo artículo que he publicado en la revista homonosapiens que se titula: Sobre la transformación.
Me viene a la cabeza todas las veces que he escuchado a alguien hablar sobre la urgencia de un cambio en su vida. Es como un mantra que deambula, va y viene, incesantemente, en diferentes formatos: “necesito un cambio”, “necesito que cambies”, “es necesario que el mundo cambie”. El denominador común de estos tres tipos de demanda es que se sustentan en una creencia que predica que mi plenitud reside en última instancia en los demás o en el exterior. En la sociedad actual, para poder saciar esta necesidad de cambio, se vende mucha actividad y muchos productos que nos prometen paraísos terrenales y cambios para “mejorar” nuestra vida. Sin embargo, aunque exista mucha circulación de actividades hay muy poca experiencia. Viajamos, por ejemplo, buscando una experiencia que nos llene y, en muchas ocasiones, volvemos con las maletas repletas de cosas, comprobando, al mismo tiempo, que tan rápido como se llenan también se vacían. Si supiéramos que cuanto más buscamos menos hallamos lo que anhelamos, nuestra vida sería otro cantar: supondría la posibilidad de empezar a crear bellas melodías en sintonía con el latido del Universo. ¡Nos cuesta tanto descansar en la quietud! Tanto movimiento y actividad que no nos permite ver que es en la quietud desde donde podemos atisbar la transformación. A través palabras de Lao Tzu en el Tao Te King se muestra esta idea:
Sin salir más allá de tu puerta, puedes conocer los asuntos del mundo.
Sin asomarte a través de la ventana, puede ver al Tao Primordial.
No es necesario viajar más lejos para conocer más.
Así pues, el Sabio conoce sin viajar, ve sin mirar, y logra sin actuar.
No es lo mismo un cambio que una transformación y, no todos los cambios implican que haya una transformación. Resulta, pues, necesario distinguir entre cambio y transformación. La filosofía antigua arroja luz a esta distinción cuando concebía la filosofía como una forma de vida, que se alejaba de un conocimiento meramente intelectual, para dar lugar a una “sabiduría” que comprometía a la existencia entera y permitía vivir al hombre en unidad con el cosmos. A diferencia de los cambios que son temporales, la transformación, pues, abarca todo el ser. No se limita a alterar el orden de las cosas para conseguir un resultado, o en el que sustituimos una cosa por otra para adaptamos a una nueva situación. En la transformación el cambio emerge desde de nuestro interior, socava lo más profundo y va a la raíz de mi visión de la realidad: comprendiendo cómo y desde dónde vivo emerge una mirada nueva que impulsa la creación de un nuevo sentido. Por ejemplo, tenemos el caso de una persona que se encuentra insatisfecha, hastiada y desmotivada con su trabajo. Decide cambiar de lugar suponiendo que un cambio de compañeros y de lugar podría suponer una solución. Pero, por qué no se plantea, qué es lo que necesita de verdad, si ese trabajo está expresando lo mejor de sí mismo, si se están movilizando sus mejores cualidades, si se corresponde con lo que da sentido a su vida y, por tanto, va en sintonía con la alegría (en términos de Spinoza) y la plenitud. Los estoicos, sabían mucho de todo esto, y sabían cómo dotarnos de la mejor versión de nosotros mismos. Los cambios transformadores se producen cuando prestamos atención a lo que depende de nosotros y, además, vivimos en confluencia con la realidad, aceptando que no podemos tener control sobre lo que acontece. Una filosofía que orientaba sus prácticas hacia una mayor consecución de libertad interior.
El verdadero cambio que nos transforma es el que surge de lo más genuino y profundo de nosotros mismos. Esto supone una indagación introspectiva que favorece la consecución de una mejor comprensión de la realidad, a través de la búsqueda de la verdad, en la que se cuestionan las interpretaciones que distorsionan nuestra mirada y, que permite “vivirnos” desde quienes ya somos. Los cambios no se producen sin una entrega a la realidad tal como es. Se trata, pues de mirar lo que está pasando, sin negarlo o rechazarlo. Es estar presente sin establecer juicios que provengan de expectativas, exigencias o de ideales. La entrega se traduce en una confianza incondicional en la realidad y, por tanto, en una ausencia de conflicto entre el yo y la realidad. Y, a eso no se llega desde un empeño o un querer del intelecto. Estamos muy lejos, pues, de posiciones voluntaristas, de un esfuerzo para ser mejores o cambiar, sino ante una invitación para emprender la experiencia de la unidad. Como dice Jäger Willigis en su obra “Sobre el amor”:
En la senda espiritual, la ética surge en la persona no de buenos propósitos y de apelaciones a la voluntad, sino de la experiencia de la unidad. La persona se transformará hasta en lo más profundo de su ser. Esto trae consigo una transformación de la conciencia y de una visión del mundo que supera el estrecho círculo del yo. La persona abandona su egocentrismo e individualismo, y se experimenta como parte de un gran todo.
El cambio transformador se da, por tanto, cuando rompemos con esa inercia a vivir separadamente del mundo. Y, esto no puede darse si estamos atrapados en el tiempo psicológico-egótico o en el cronológico. La transformación se da en un presente atemporal. Krishnamurti en su obra “Vivir de instante en instante” lo expresa a través de estas palabras:
El hombre que confía en el tiempo como medio por el cual puede lograr la felicidad, comprender la verdad o Dios, sólo se engaña a sí mismo; vive en la ignorancia y, por lo tanto, en conflicto. Pero el que ve que el tiempo no es la salida de nuestras dificultades, y por lo tanto está libre de lo falso, un hombre así, naturalmente, tiene la intención de comprender; su mente, por consiguiente, está serena espontáneamente, sin compulsión, sin prácticas. Cuando la mente está serena, tranquila, sin buscar respuesta ni solución alguna, sin resistir ni esquivar, sólo entonces puede haber regeneración, porque entonces la mente es capaz de captar lo que es verdadero; y es la verdad lo que libera, no vuestro esfuerzo por ser libres.
Siguiendo esta idea, es evidente que ha sido bastante recurrente en Occidente la búsqueda de cambios como sinónimo de progreso, haciendo un uso -más que cuestionable y harto criticado- de la razón instrumental. La voluntad aquí se halla sometida a una creencia de que el cambio es sinónimo de progreso, entendido como un ideal que nos proporcionará la felicidad en el futuro. Un ideal que está fundamentado en una deficiente comprensión radical de la realidad, puesto que la felicidad se da cuando vivimos en confluencia con el sentido de la Vida, del Logos, el Tao, el brahman… Volviendo de nuevo a Jäger Willigis: afirma que el verdadero progreso es el origen y, por tanto, el regreso. Para explicar esta idea la relaciona con la parábola del hijo pródigo que, según sus palabras, “ilustra magistralmente la historia de nuestra transformación”. Al igual que el hijo pródigo, quien simboliza el ego que actúa de forma narcisista, hemos abandonado la casa del padre, quien simboliza la esencia de nuestro ser, nuestra patria. En consecuencia, hemos olvidado quiénes somos en realidad. Esto, evidentemente nos produce dolor que resulta de la consecuencia natural de la separación de nuestra verdadera esencia. Siguiendo las palabras del autor dice lo siguiente:
Parece que debemos atravesar primero por la separación, el dolor y la necesidad, antes de estar preparados para regresar a nuestra verdadera patria. Con frecuencia es el dolor, el fracaso, lo que nos hace recobrar la conciencia y lo que nos recuerda nuestra meta verdadera. En la historia se trata de la casa del padre, queriendo señalar con ello nuestra esencia verdadera, el regreso a la unidad con el fundamento primordial de la vida.
La transformación implica, pues, descubrimiento. Parafraseando las célebres palabras de Proust: «El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos«. Una mirada que es equivalente a estar atentos y, que no es otra cosa, que tener cuidado de nosotros mismos y, por tanto, del mundo. En esa mirada lúcida y penetrante está el germen de la transformación, que se sitúa en las antípodas de esos cambios que circulan en los mercados perecederos del Ser. A diferencia de lo que se enseña en las facultades de Filosofía, para llegar a la transformación no se requieren grandes dosis de erudición, pensamiento ni grandes dotes argumentativas, sino una mirada desnuda y limpia que despoja al mundo de filtros, retoques y capas de maquillaje. Desde allí, entregados en la quietud del silencio, paradójicamente, no nos encontramos solos sino reconciliados con la vida y con el mundo porque estamos de nuevo en casa. Por último, estas palabras de Nisagadartta en su obra Yo soy eso:
Siéntase perdido! Mientras se sienta competente y seguro, la realidad está más allá de su alcance.
A menos que acepte la aventura interior como modo de vida, el descubrimiento no llegará a usted.
Olvide sus experiencias pasadas y sus logros, quédese desnudo, expuesto a los vientos y lluvias de la vida y tendrá una oportunidad.
Leer más en HomoNoSapiens| Café filosófico: ¿Por qué sufrimos? Sobre el pensar y el sentir Sobre la gratitud
Raimon Panikkar. Invitació a la saviesa. Barcelona: Proa, 1997. (Traducció de l'alemany de Montserrat Camps).L'hoste era la filla del rei, l'àngel, el dimoni, el lleó, era el mateix Crist: totes les tradicions ens diuen que, quan acollim l'estranger, el desconegut, l'insignificant, l'incomprensible, sorgeix l'espai en què es pot produir la revelació. Amb aquesta hospitalitat, hom es dóna un mateix, és un risc. Podria ser realment perillós obrir una llar per a tothom i per a tot, sense criteris ni diferenciacions. Aquí hi ha el perill. És fàcil de dir que preparem una llar per a la saviesa, que l'acollirem de grat i que ho farem tot per ella, que li obrim el nostre cor per tal que ens transfiguri i transformi. Però no sabem quin aspecte té, qui és, on ha viscut primer. És un risc, un pas en el buit, la llibertat mateixa. I justament aquí radica l'activitat "alquimista" de transformar l'hoste que abans potser no era la saviesa. (p 37)
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Raimon Panikkar Font |