Hablemos, hoy que se celebra el día mundial de la filosofía, de todo aquello que alienta precisamente su destrucción. Y no es que nos pongamos hoy pesimistas: muy al contrario es un sano ejercicio filosófico el apuntar hacia las actitudes concretas que la aniquilan, pues esto nos servirá para señalar también otras formas de vivir y pensar que logran hacer de la vida una experiencia más humana y plena. Pues de esto, y no de otra cosa, se trata en filosofía: vivir de una forma auténticamente humana. Sirva esta lista para desear, no sin sarcasmo en los tiempos que corren, un feliz día mundial de la filosofía a todos cuantos la lean.
- El dogmatismo: quienes se creen en posesión de la verdad difícilmente pueden aprender de los demás, cuestionar sus propias ideas e incluso compartirlas. Cuando alguien trata de “meternos” sus ideas en la cabeza suele despertar todas las alarmas y se termina por no escucharle.
- La indiferencia: pasar del mundo, de la vida, de todos los demás, de los libros, de la tele y la política. Hastiarse y refugiarse en lo que sea. Perder el interés por todo. Esta actitud, que por desgracia aparece en la sociedad más de lo que debiera, es uno de los mayores enemigos de la filosofía. Porque pensar es, antes que nada zambullirse en la vida y el mundo. La filosofía nunca se conforma con lo dado.
- La falta de curiosidad: ser incapaz de plantearse alguna pregunta es uno de los peores síntomas en lo que a la salud de la filosofía se refiere. Y también, por qué no, para el ser humano que no se interroga. Las preguntas son el oxígeno del pensamiento filosófico.
- La soledad: podrá sorprender a más de uno, y habrá quienes disientan, pero la filosofía es ante todo construcción común, charla y contraste de ideas. No tiene sentido una filosofía encerrada en sí misma. Desde la misma enseñanza hasta las conversaciones más mundanas, pasando por la discusión más técnica o académica basada en el intercambio de argumentos, críticas y objeciones. Acaso tendrá sentido una soledad inicial para formar ideas propias, pero este esfuerzo será estéril si no se comparte su resultado en un auténtico ejercicio filosófico.
- La miopía intelectual: nada hay más antifilosófico que carecer de perspectiva general, que renunciar a una interpretación global y refugiarse en enfoques unilaterales de la realidad y los problemas que nos lanza. Los miopes intelectuales “piensan” mal de lejos, se agarran a visiones del mundo que tratan de explicarlo todo desde un solo punto de vista. La filosofía pasa necesariamente por la superación de cualquier explicación única, apuntando a la intedisciplinariedad.