I
Madrid. La luz del sol, al atardecer recorriendo la Ronda de Atocha enciende fulgores en los adornos navideños que la luz eléctrica es incapaz de imaginar.
II
No sé a qué hora me metí ayer en la cama, pero cuando me despertó el teléfono eran las 8 de la tarde. Mantuve una conversación corta y educada y me volvía dormir. Oblomov.
III
Estuve en Encuentro Madrid, interviniendo en una mesa redonda junto a Tania Alonso y Bianca Thoillez. Ser invitado a este acontecimiento, tan singular, es un premio enorme. Aquí la sonrisa natural, sin afectación, la cordialidad transparente y los reencuentros alegres conforman el equipamiento de serie. ¡Qué bien! ¡Cuántos abrazos di! Volví a a hablar, entre otras cosas, de la esencia transfinita de la técnica, de su imperiosa necesidad de sobrepasar cualquier límite que se haya impuesto a sí misma y de vivir permanentemente, por lo tanto, en un mundo provisional y evanescente. Pero si esta es la lógica de la técnica, sólo lo es en parte de las cosas humanas y aquí radica la situación singular de los humanos en la era de la técnica.
IV
La esencia de la técnica lleva al consumidor a creer de manera espontánea que lo útimo es siempre superior a lo penúltimo y que, por lo tanto, el presente tiene legítimo derecho a enjuiciar el completo pasado como un mero precedente. Conclusión: si escribimos después de Cervantes, somos mejores escritores que Cervantes... ¿o no?
V