I
En «En busca del tiempo en que vivimos» intenté argumentar, fragmentariamente, que la totalidad solo se nos da fragmentada y que, además, los fragmentos a lo que tenemos acceso, son una mínima parte del Todo.
II
Nuestra existencia solo se nos ofrece fragmentariamente. Pero sus fragmentos son fragmentos de las cosas humanas y, como tales, noéticamente heterogéneos. Son partes del Todo que solo se pueden entender (parcialmente) mirándolos con una mirada específica, diferente a la que dirigimos al resto de las cosas.
III
Lo auténticamente singular de los seres humanos es que buscamos en el Todo ausente e inasible inasible el sentido que no conseguimos encontrar en los fragmentos asequibles.
IV
La voluntad de sistema sólo es la expresión mistificada de esta búsqueda.
V
Nada de esto justifica el pesimismo. Esto es tragicómico y, por lo tanto, no justifica el pesimismo. Lo noble es decir sí a lo imposible,
VI
La última voluntad de Alfred Jarry en su lecho de muerte fue un palillo. Y tuvo la fortuna de que lo tomaran en serio. Le dieron uno. Se lo puso en la boca y murió tan satisfecho. Camus se detiene en este hecho y dice: "Nada más que un palillo, tanto como un palillo. He aquí el valor de esa vida enaltecedora". Con frecuencia pienso que el Camus literato es más poderoso que el Camus filósofo. El Camus filósofo no puede resistir la fuerza de una imagen literaria. Pero no lo oculta y, por lo tanto, no nos engaña.