I
Pintada en Premià de Mar:
IITanto las sociedades abiertas como las sociedades cerradas se organizan en torno a algún principio represor. La dinámica de las sociedades abiertas conduce, ciertamente, a romper el monopolio de un único principio y establecer varios, que no pueden mantener entre sí más que una difícil convivencia.
III
Todo principio represor (que, en tanto que tal, no puede ser reprimido) es un principio de integración y, por lo tanto, de exclusión.
IV
La dinámica inherente a las sociedades abiertas es, como acabamos de decir, la deponer en cuestión el monopolio del principio represor que daba cohesión a las sociedades cerradas mediante una lógica colectiva de integración/exclusión
V
Se tiende así a la creación de diferentes principios represores de acuerdo con las diferentes identidades que cada principio represor va generando en torno suyo. Como tal cosa conduce, inevitablemente, o a la democracia orgánica o la desintegración social, para mantener la cohesión suele recurrirse a un principio represor que funciona como amenaza colectiva y que acaba siendo un enemigo externo o/e interno.
VI
No importa si el enemigo lo era inicialmente. Lo que importa es que si lo sitúas como tal, acabará actuando como tal y su misma actuación fortalecerá la convivencia entre los principios represores que se le oponen.
VII
En las sociedades cerradas la historia la cuenta, ciertamente, un ángel. De esta manera se ensalza lo mejor de la propia tradición. En las sociedades abiertas se le da voz al diablo, que se empeña en husmeas en lo peor de nosotros mismos.
VIII
El ingenuo Castoriadis, defensor de la autonomía y del lema «socialismo o barbarie» se dio perfecta cuenta de que no hay grupo humano que no acaba diciéndole a alguien nacido en su seno "tú no eres de los nuestros".