Winslow Homer: The Fog Warning (1885)
Via Museum of Fine Arts, Boston
Tanto decir, tanto decir que la política era una cosa de expansión de derechos... y va y resulta que la política es lo que ha sido siempre: correlación de fuerzas. El que tiene más fuerza es el soberano y el que tiene menos fuerza obedece, por las buenas o por las malas. El forzudo lo mismo te puede imponer un cambio constitucional que una intervención. Hay países intervinientes y países intervenidos y los primeros son los que tienen el poder para decretar el estado de excepción. Nada nuevo bajo el sol. Los países pequeños sólo se pueden permitir el lujo de tener intereses económicos... cuyo dinamismo no controlan.
Mi cada vez más admirado Schmitt decía que en política el estado de excepción es equivalente al milagro en religión. La prueba de ello es que hoy estamos asistiendo en primera fila a un milagro. Es cierto que los descreídos de siempre simplemente no se creen lo que está pasando y con tal de no mirar a la naturaleza de las cosas cara a cara prefieren refugiarse en el consuelo de las teorías conspirativas, pero allá cada cual. El milagro está aquí y se pone de manifiesto en todo lo que hemos olvidado de golpe. ¿Quién se acuerda ahora de los derechos de tercera generación? ¿Quién de la cultura del ocio y del crédito fácil? ¿Nadie recuerda cuando ZP nos decía que nuestro crecimiento nos impulsaba con tal energía por el camino del progreso que en cuatro días superaríamos a Francia? Si hemos cambiado de vocabulario es porque se nos ha cambiado el mundo. Tanto, que ahora nos da miedo el futuro. No hay progresista que no esté dispuesto a firmar ahora mismo su conversión al presentismo del virgencita, virgencita, que me quede como estoy.
Me llaman la atención -relativamente, todo hay que decirlo- las caras de perplejidad de quienes no se acaban de creer que los derechos, los sacrosantos derechos, fueran tan frágiles. Pero en realidad no son frágiles los derechos. Los frágiles somos nosotros... especialmente si no tenemos fuerza para protegerlos. Por esta razón la política nos muestra su cara más genuina cuando nos sabemos empujados por fuerzas que no controlamos y que disponen de nosotros, interviniéndonos o no, según sea el caso.
La postmodernidad... ¿quién se acuerda de ella?
¿Y saben ustedes qué? ¡Pues que esto tiene pinta de que el milagro no ha hecho más que comenzar!
Por motivos que no vienen al caso estoy llevando a cabo una investigación muy interesante sobre la percepción de los niños catalanes tienen de la crisis. Sus sueños -que son los sueños que el presente les deja soñar- son los de los acosados por el azar: un refugio en el bosque. Son niños pesimistas que confiesan continuamente que el único refugio de que disponen es el de su familia. De una familia en que muchos niños han sorprendido ya a los padres llorando de miedo.