Artículo en El Periódico de hoy
Comentando los datos de PISA 2012, un periodista de The Telegraph escribía: “Los resultados son magníficos. No para los alumnos, obviamente, sino para los políticos”. Efectivamente, con estos datos en la mano, un político avispado puede afirmar lo que le venga en gana. Si hay mejora, es que comienzan a dar frutos sus políticas; si no es así, la culpa la tiene la herencia recibida. Lo que ningún político nos reconocerá es que, en cuestiones educativas, hace años que estamos intervenidos. Nuestro hombre de negro se llama Andreas Schleicher, que es la persona que se encarga de PISA en la OCDE. Créanme, es el hombre más importante de la educación española. Si no existiera PISA, no existiría la ley Wert.
Del poder de Schleicher da prueba el nerviosismo de los gestores educativos en los días previos a la publicación de PISA. Sin embargo por primera vez me ha parecido descubrir en la prensa internacional tímidas críticas a su gestión. Algunos sugieren que un examen tan homogéneo como éste es una amenaza a la soberanía nacional y a la diversidad cultural (como si los malos resultados fueran una garantía de soberanía y una muestra honorable de diversidad). Otros lanzan la sospecha de que algunos países excluyen a sus peores alumnos. Y son frecuentes las reticencias hacia los países del Extremo Oriente. En algunos casos, como en Corea, yo diría que estas reticencias son compartidas por el propio gobierno coreano. Los jóvenes de este país pasan demasiadas horas en los pupitres, tantas que dedican la jornada de la mañana (en las escuelas públicas) a dormir en clase para poder rendir por la tarde en las academias privadas. Pero sería poco inteligente ignorar las experiencias educativas de Shangai, que me parecen muy dignas de estudio, o la ambición de Singapur por hacer efectivo un eficiente sistema meritocrático.
Finlandia sigue siendo unánimemente alabada. Ha conseguido crear el sistema menos selectivo y más comprensivo del mundo sin tener inspectores que supervisen a los centros y con un solo examen externo a los 18 años. Ahora bien, se trata de un examen riguroso en el que los jóvenes tienen que responder a preguntas de este tipo: “¿Por qué el Próximo Oriente ha sido una zona de conflictos a lo largo de toda la historia de la humanidad?”. Sin embargo los modelos reformistas que parecen imponerse en todo el mundo, lejos de aplicar el modelo finlandés, ensayan otro muy distinto, basado en la competitividad entre los centros y una autonomía vigilada por constantes evaluaciones externas e internas.
PISA 2012 nos permite descubrir de nuevo que el dinero no es la clave del éxito. La República Eslovaca gasta por alumno la mitad que los Estados Unidos, y sin embargo tienen los mismos resultados. Un gasto educativo elevado no garantiza elevados resultados, pero abundan los indicios que nos permiten afirmar que unos altos resultados en PISA sí predicen un alto crecimiento económico.
Yo tengo mi propio criterio para evaluar nuestros resultados en PISA. Consiste en restar el porcentaje de alumnos de las dos franjas inferiores de resultados (los muy deficientes) al porcentaje de alumnos de las dos franjas superiores (los excelentes). Limitémonos a las matemáticas. Los países que hacen las cosas bien tienen un resultado positivo (Corea del Sur, 22; Japón, 13; Suiza, 9) Los países que lo hacen mal tienen resultado negativo. Este último es el caso de Cataluña (-12). Esto significa que los primeros producen más excelencia que fracaso, mientras que en Cataluña, es al revés. En la UE el resultado es de -13 y en la OCDE de -11. En PISA 2006 en Cataluña el resultado era de -14 y en PISA 2009 de -8. A mi parecer, aquí se encuentra nuestro talón de Aquiles.