Ando, amigos, sin tiempo, enzarzado en mil proyectos, diversos y apasionantes. Siempre he intentado seguir aquel consejo de Nietzsche, "donde no puedas amar, pasa de largo". Pero quizás no sea muy inteligente seguirlo al pie de la letra, porque me temo que soy un erotómano y son demasiadas las cosas que me retienen. Cada año, por estas fechas, me hago el firme propósito de expurgar mi agenda el año que viene. Es un ritual que no me compromete a nada, claro. El poco tiempo libre que tengo se lo estoy dedicando a Musil o a Quignard, según me lo pida el cuerpo. Quiñard es grande y entretiene, pero Musil es inmenso y hace rumiar. De hecho, por culpa de Musil uno de los proyectos en los que estoy embarcado se llama "Acción paralela". De vez en cuando mi laberintititis me para en seco y me arroja a la cama a pasar algunos días en silencio y oscuridad, pero en cuando me recupero emerjo al día a día con hambre renovada de actividad. A veces pienso que hay en lo mío algo así como una voluntad de arrojar ruido sobre esa voz de fondo que me advierte, "te estás haciendo viejo, tío". Quizás.