Veo con escepticismo a la gente que hace planes para el año que viene. Es decir, veo con escepticismo el resultado de esos planes, no la necesidad de hacerlos. Me pregunto por qué yo nunca hago planes. Posiblemente porque todo lo importante que me ha ocurrido en la vida, bueno o malo, me ha salido al camino de improviso. Lo importante, para mí, no es hacer planes, sino hacer apasionadamente eso que ahora mismo, de repente, he decidido hacer. Por ejemplo, el pasado 24 me propusieron hacer un documental sobre mis espías. Ni por casualidad podía haber pensado en una cosa así a principios del 2013. He decidido dedicarme intensamente a este proyecto en cuanto me quite de encima algunos compromisos urgentes.
Lo que le pido al año nuevo, pues, es que me proporcione ocasiones para el entusiasmo. Si él cumple, yo pondré de mi parte todo lo que haga falta.
Amén.