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El café de Ocata
El director de una importante impresa de esas que están en la vanguardia de las nuevas tecnologías, es decir, de las que supuestamente están al tanto de las competencias que serán necesarias para el futuro, ha mantenido conmigo un interesante diálogo en relación con el post anterior, que resumo, con su permiso, de la siguiente manera:
- No nos asustes tanto... - Anda!!! Que no es tan difícil!- Pero nosotros somos la generación de google, no la de tener que pensar mucho para resolver "problemas".- Pero si tú te pasas el día pensando para resolver problemas!- ¡Save time and google it first! No pagamos por pensar, si no por resolver algoritmos. Los "jóvenes" que contrato en mi equipo no saben como se piensa. Ni lo necesitan.- Esto que me cuentas, lo pienso utilizar... Sin revelar la fuente, claro.- Jaja. - Un abrazo.- Keep working.
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El café de Ocata
... asústense ustedes, porque son problemas como este los que resuelven en Singapur los niños de 10 años.
Aviso: Lo he tomado de
The Guardian
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El café de Ocata
Hace un año que Michael Gove, el anterior secretario de Educación del gobierno británico, hizo pública una carta anónima que denunciaba que el radicalismo musulmán había elaborado un plan para dominar varios centros educativos de Birmingham antes de extenderse por todo el país. Estallaba así lo que la prensa bautizó dramáticamente como "the Trojan horse affair".
El primer ministro, David Cameron, aseguró solemnemente en una visita a Birmingham que investigaría a fondo los hechos, porque "la protección de los niños es una de las primeras obligaciones del gobierno". Añadió que, aprovechando que el próximo 15 de junio se celebrará el 800 aniversario de la Magna Carta, el gobierno haría lo posible para afirmar los "british values" y reforzar moralmente el país contra los predicadores del odio. Puso mucho énfasis en afirmar que el rechazo de las leyes británicas y de la manera británica de vivir no era una opción para ningún residente en el Reino Unido. Pocos días después, Michael Gove anunció que todas las escuelas del país deberían promover los "british values" y que los docentes permisivos con las manifestaciones de extremismo en los centros serían despedidos. Se comprometió también a cerrar los centros que no fueran respetuosos con los "fundamental british values".
Ha transcurrido un año y si algo se ha puesto claramente de manifiesto no ha sido la existencia de un caballo de Troya salafista en las escuelas, sino la incapacidad de los británicos para definir nítidamente sus valores. Y eso es lo que me parece más preocupante.
Mirando con perspectiva el debate británico sobre los valores, me parece que la única persona que supo sacar provecho político de los "british values" fue Margaret Thatcher ... porque se cuidó mucho de intentar definirlos. Pero desde los atentados del 7 de julio de 2005 en Londres, los británicos han considerado necesario afirmarse a sí mismos de manera positiva frente a sus potenciales enemigos y hacen listas y listas de valores que no acaban de ganarse el consenso necesario. Sospecho que Micheal Gove era consciente de esta dificultad, pero, sin embargo, insistía en la necesidad de promover desde las escuelas cuatro "valores británicos" fundamentales: la democracia, el imperio de la ley, la libertad individual y el respeto mutuo. Lo que no sospechaba era que las críticas a su propuesta le lloverían del lado "british".
Michael Goodwin, director de una de las Quaker Schools del Reino Unido, declaró que sus escuelas no enseñarían valores británicos, sino los derechos humanos o los valores internacionales. "En un momento en que el gobierno británico está enviando bombarderos a Oriente Próximo, podemos preguntarnos qué significan exactamente los valores británicos". El principio de acción de los cuáqueros -resaltó-es el siguiente: "Respeta las leyes del Estado pero guarda tu fidelidad en primer lugar para los propósitos divinos".
Inmediatamente después, la Iglesia de Inglaterra protestó porque los inspectores de educación estaban supervisando si en las escuelas cristianas se enseñaban las ideas de igualdad y diversidad. Según Nigel Genders, "chief education officer" de la Iglesia Británica, esta actitud del gobierno es antidemocrática. "No se puede ir pidiendo a los profesores pruebas de lealtad", dijo, y añadió que la definición que el gobierno utiliza de "britishness" es un test sobre la lealtad del pueblo. A estas quejas se añadieron también las escuelas judías.
Este mismo mes de abril, The National Union of Teachers ha declarado que los profesores deben negarse a informar de los alumnos que expresan puntos de vista extremistas, porque las escuelas deben ser lugares de completa libertad de expresión y la promoción de los valores británicos está restringiendo la libertad de expresión.
Esto es Europa. En el mismo momento que un europeo dice "nuestros valores son estos", otro europeo le presenta una enmienda. No me parecería muy preocupante si aceptáramos que, entonces, hay que defender con uñas y dientes el pluralismo contra todo aquel que quiera negarlo. Es decir, si estuviéramos dispuestos a diferenciar entre pluralismo y multiculturalismo. En mi opinión, no podemos ser multiculturales ante el pluralismo. El pluralismo debe ser defendido intolerantemente. Pero me parece que esta tesis no tiene muchos partidarios, porque queremos valores blandos que no nos fuercen a polemizar con ningún antivalor.
La verdad, sin embargo, es que allí donde hay un valor a defender hay un contravalor contra el que polemizar.
El conflicto entre valores es inevitable.
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El café de Ocata
Me preguntaba el director de un centro educativo para qué le sirve a un niño saber la fecha exacta de la Batalla Warterloo. Cada vez que me hacen una pregunta de este tipo me siento desarmado, porque creo que no se le puede decir nada inteligible sobre la curiosidad intelectual al que carece de ella. Pero esta vez me encontraba con el ánimo polémico. "De nada", le contesté. "Entonces -me preguntó de nuevo con una cara que anticipaba una victoria-, ¿por qué das tanto la tabarra con el conocimiento de fechas y hechos?" "Porque -le dije con la mayor calma que pude aparentar-, conocer una fecha o un hecho, efectivamente, no sirve para nada. Pero conocer cincuenta, sí. Y si conoces cien, aún mejor."
Los hechos se están quedando sin defensores pedagógicos por una razón obvia: no pueden ser construidos. Ante los hechos se impone la humildad receptiva del conocimiento. Y todo lo que sea receptivo es mirado hoy con reticencias. De la humildad, mejor no hablar.
"Antes que la fecha, hay que saber qué y por qué fue esta batalla, y si eso me resulta interesante, la fecha vendrá después", continúa mi interlocutor. No puedo entender este razonamiento. ¿Es que el hecho de que la Batalla de Waterloo tuviera lugar en 1815 es indiferente para su comprensión? ¿Qué sentido tiene oponer la comprensión histórica a la cronología? ¿Puede haber comprensión histórica sin fechas? ¿Mi interés por la Batalla de Waterloo es más relevante que la batalla en sí misma?
El hecho es que el conocimiento factual está en retirada por lo menos desde la LOGSE. La pedagogía posmoderna no tiene ningún inconveniente en abrir de par en par las puertas de las aulas a teorías sin ningún apoyo científico (inteligencias múltiples, etc.), pero se permite el lujo de ignorar aportaciones científicas fundamentales, como la relevancia de la memoria a largo plazo, que es la estructura dominante de la cognición humana. Gracias a la memoria a largo plazo podemos compensar las enormes limitaciones de nuestra memoria de trabajo.
El conocimiento factual no sólo no está opuesto a la comprensión, a la creatividad, a la resolución de problemas, a la adquisición de competencias, etc., sino que, como sabemos desde Bloom, interviene directamente en todas estas operaciones.
El último argumento del director me deja definitivamente KO: "Los alumnos se aburren con los hechos". Callo. No me atrevo decirle que eso, si es cierto, no dice nada en contra ni de los alumnos ni de los hechos, sino de los métodos ... es decir, de la formación de algunos maestros.