Me preguntaba el director de un centro educativo para qué le sirve a un niño saber la fecha exacta de la Batalla Warterloo. Cada vez que me hacen una pregunta de este tipo me siento desarmado, porque creo que no se le puede decir nada inteligible sobre la curiosidad intelectual al que carece de ella. Pero esta vez me encontraba con el ánimo polémico. "De nada", le contesté. "Entonces -me preguntó de nuevo con una cara que anticipaba una victoria-, ¿por qué das tanto la tabarra con el conocimiento de fechas y hechos?" "Porque -le dije con la mayor calma que pude aparentar-, conocer una fecha o un hecho, efectivamente, no sirve para nada. Pero conocer cincuenta, sí. Y si conoces cien, aún mejor."
Los hechos se están quedando sin defensores pedagógicos por una razón obvia: no pueden ser construidos. Ante los hechos se impone la humildad receptiva del conocimiento. Y todo lo que sea receptivo es mirado hoy con reticencias. De la humildad, mejor no hablar.
"Antes que la fecha, hay que saber qué y por qué fue esta batalla, y si eso me resulta interesante, la fecha vendrá después", continúa mi interlocutor. No puedo entender este razonamiento. ¿Es que el hecho de que la Batalla de Waterloo tuviera lugar en 1815 es indiferente para su comprensión? ¿Qué sentido tiene oponer la comprensión histórica a la cronología? ¿Puede haber comprensión histórica sin fechas? ¿Mi interés por la Batalla de Waterloo es más relevante que la batalla en sí misma?
El hecho es que el conocimiento factual está en retirada por lo menos desde la LOGSE. La pedagogía posmoderna no tiene ningún inconveniente en abrir de par en par las puertas de las aulas a teorías sin ningún apoyo científico (inteligencias múltiples, etc.), pero se permite el lujo de ignorar aportaciones científicas fundamentales, como la relevancia de la memoria a largo plazo, que es la estructura dominante de la cognición humana. Gracias a la memoria a largo plazo podemos compensar las enormes limitaciones de nuestra memoria de trabajo.
El conocimiento factual no sólo no está opuesto a la comprensión, a la creatividad, a la resolución de problemas, a la adquisición de competencias, etc., sino que, como sabemos desde Bloom, interviene directamente en todas estas operaciones.
El último argumento del director me deja definitivamente KO: "Los alumnos se aburren con los hechos". Callo. No me atrevo decirle que eso, si es cierto, no dice nada en contra ni de los alumnos ni de los hechos, sino de los métodos ... es decir, de la formación de algunos maestros.