Hay en la indignidad, como en casi todo, diferentes grados. Desde niños sabemos que uno de los comportamientos más abyectos dentro de la amplísima gama de la indignidad, es el de chivato. Pero incluso dentro de los chivatos hay grados de abyección. Está mal chivarse al maestro que Pepito ha sido quien ha hecho una trastada, pero está mucho peor contribuir con tu firma a dar credibilidad internacional a una acusación falsa contra alguien que no puede defenderse porque está en la cárcel acusado de crímenes que no ha cometido. Esta mal, especialmente, si tu firma puede contribuir a dar argumentos al fiscal que pide para ese alguien la pena de muerte.
Nuestra guerra civil está llena de heroísmos y miserias, como todas. Y en todas hemos visto también a intelectuales contribuir con su firma a la defensa de la barbarie. Se pueden escribir sonetos por la mañana y por la tarde venerar a un déspota. ¡Ahí está Neruda! En nuestro caso, a mi me duele especialmente ver al poeta Miguel Hernández cantándole las gracias al bestia del Campesino y a José Bergamín escribiendo el prólogo de una obra infame, Espionaje en España. Su autor era, supuestamente, un brigadista internacional que había sido testigo de la traición del POUM a la República. En realidad este autor, Max Rieger, nunca existió. El libro fue compuesto al dictado de agentes soviéticos (y parece -¡ay!- que contó con la colaboración de un filósofo comunista español) inventando pruebas y recogiendo titulares y noticias de periódicos filo-comunistas. Su traductor al francés, Jean Cassou, declaró mucho después -cuando se hizo antiestalinista- que "los comunistas pusieron su nombre, pero que él no había leído siquiera el libro" (Carta de Joseph Salto a Diego Sevilla Andrés, 1 de septiembre de 963).
El libro es pura bazofia propagandística, pero con el prólogo de un escritor cristiano, la cosa cambiaba. Si José Bergamín está seguro de que hay pruebas concluyentes para condenar a la dirección del POUM de ser agentes de Franco...
Pero es que el cristiano Bergamín no sólo parece estar seguro de eso, sino que no tiene reparo alguno en declarar que cualquiera que defienda a los acusados (que en modo alguno eran trotskistas, por cierto), se ha pasado al enemigo.
Me limitaré a presentar sólo una prueba de la manipulación de la verdad continuamente presente en el libro. "Esta carta, escrita en un lenguaje deliberadamente oscuro", como puede leerse al pie de la foto, tenía que ser deliberadamente oscura porque en ella se le presentaba a la dirección del POUM un plan para secuestrar a la mujer de Franco e intercambiarla por Maurín. Pero, ya ven ustedes, fue utilizada por el fiscal como acusación y considerada por Bergamín "por sí sola evidente"
El libro recoge también esta imagen. Las dos primeras líneas, "¿Gobierno-Negrín? / ¿Dónde está NIN?" fueron escritas por las juventudes del POUM. La de abajo, por las JSUC, las juventudes del PSUC. Nin estaba muerto. Lo habían matado agentes comunistas. Sus restos siguen sin aparecer.