Maurín fue a preguntarle a Azaña a ver cómo estaba la cosa, porque tenía previsto viajar a Galicia el 17 de julio del 36 y no quería sorpresas. Azaña le contestó que viajara tranquilo porque le podía asegurar que esa semana no asaría nada. Ya sabemos lo que pasó. A consecuencia de ello, Maurín fue detenido y encarcelado. Algunos lo dieron por muerto. De ahí la carta de Trotsky del apunte anterior. No fue juzgado hasta 1944. El consejo de guerra le impuso 30 años de prisión, pero al no tener "delitos de sangre" y sí tener un tío obispo, fue indultado en diciembre de 1946. Cuando salió de la cárcel era un hombre distinto. Tan distinto que era el único miembro del POUM convencido que lo del franquismo iba para largo. Lo que comenzó a escribir no gustaba mucho. El 2 de abril de 1962 le escribe a Ignacio Iglesias: "Eres el único de los antiguos amigos políticos que me ha escrito comentando favorablemente, como tú lo haces tan generosamente, mi libro. Los más han guardado un silencio muy prudente; y algunos, muy pocos, no han podido omitir su desacuerdo con alguna parte del libro: sobre todo el epílogo."
El libro al que se refiere Maurín es Hacia la segunda revolución, escrito en 1935 y reeditado con un epílogo que, efectivamente, no gustó a nadie porque decía cosas como las siguientes:
"La idea de hacer a Azaña presidente de la República salió del magín atolondrado de Indalecio Prieto, que razonaba así: Azaña, presidente de la República, y Prieto, presidente del Consejo de Ministros. Prieto era un hombre políticamente miope. Su perspectiva era sistemáticamente corta, y casi siempre se equivocaba".
"La República careció de política internacional. O, lo que es más grave aún: siguió la política internacional que inauguró Primo de Rivera, basada en la independencia de Inglaterra y en la petrolización rusa".
"La España republicana tenía la capital de la nación, los principales centros industriales, el oro del Banco de España y la mayoría de la población. Además, tenía razón y contaba con la simpatía mundial. Con ese capital pudo haber ganado la guerra civil. Pero cometió en los comienzos un error capital que determinó su fracaso final: el haber aceptado la intromisión comunista".
"La entrada de dos ministros comunistas en el gobierno presidido por Largo Caballero, septiembre de 1936, cerró totalmente la puerta a la posibilidad de un entendimiento con Inglaterra y Estados Unidos".
"Todo lo demás, desde hace veintisiete años, para España y los españoles ha sido sangre, sudor, lágrimas. Y remordimiento".