Tú y yo, lector, existimos porque en el pasado se dio una serie compleja y altamente improbable de azarosas circunstancias que fue abriendo camino a nuestra existencia.
Nuestros padres se conocieron y podían no haberse conocido, etc. Nos gusta hablar de las felices circunstancias que nos han traído hasta aquí. ¿Pero sin las trágicas circunstancias del pasado, como guerras, hambrunas, crímenes, robos, violaciones, esclavismo... estaríamos aquí? ¿Cuántas calamidades han tenido que tener lugar en el transcurso de los tiempos para que nuestros padres tuvieran la posibilidad de conocerse? Cada una de ellas influenció poco o mucho en la cadena de acontecimientos que permite que ahora estemos aquí pensando en esto.
Así que, en cierta manera, amar nuestra propia existencia significa también amar las tragedias que fueron tramando la sucesión de hechos que acabó trayéndonos a la vida.
Teniendo en cuenta lo anterior, Saul Smilansky, un profesor de filosofía de la Universidad de Haifa, nos ha planteado este dilema: Lo que somos no es independiente de lo que nos ha hecho, así que o lo queremos todo o lo rechazamos todo. ¿Si pudiéramos hacerlo, qué preferiríamos: eliminar del pasado las circunstancias calamitosas que, sin duda, provocaron enormes sufrimientos a otras personas, eliminando también la posibilidad de nuestra existencia, o elegirnos a nosotros y por lo tanto todo lo que nos ha hecho posibles, incluyendo el sufrimiento ajeno?
Saul Smilansky, “Morally, Should We Prefer Never to Have Existed?”, Australasian Journal of Philosophy 91:4, 655-666.