Si de nuestra maldad adulta es responsable nuestra infancia desgraciada, de nuestra bondad adulta será responsable nuestra infancia feliz y, en cualquier caso, todo adulto será entonces moralmente irresponsables. Pero ya que lo de ser buenos o malos dependería del azar de nuestro nacimiento, deberíamos introducir un impuesto moral a los buenos, por disfrutar de una bondad que no han merecido. Por ejemplo, cada rico moral (en tanto que propietario de un capital moral heredado) debería sentirse corresponsable -incluso penalmente- de las obras de los malos y colaborar en consecuencia en la reparación del mal causado por un pobre moral. A esto podría llamársele equidad moral. Si la conclusión es estúpida, quizás debiéramos revisar las premisas.