Escribe Malón de Chaide en La conversión de la Magdalena -lectura muy adecuada para un viernes por la noche- que después de 6 días de trabajos cosmogónicos, creando el mundo, Dios estaba cansado y que para descansar añadió un día más a la cuenta de la creación y en él creó al hombre y así pudo descansar "de las obras que había hecho".
Tras formar a hombre, dijo: "Ahora sí, estoy contento que he hecho casa para mí; ya tengo donde reposar; en el hombre estará mi descanso de aquí en adelante".
Tiene el cristianismo estas cosas desmedidas y sublimes, exageradas casi hasta rozar la blasfemia. Pero justo en ese punto, al borde del absurdo, está el lugar poético de la meditación cristiana.