Artículo del diario ARA del 01/02/2016
La educación es básicamente un tropismo de la atención. Por eso la educación de la atención es más fundamental que el adiestramiento competencial, que al fin y al cabo es una domesticación tecnológica (puesto que concibe al hombre de manera instrumental). Educar la atención equivale básicamente a educar la mirada y la escucha atenta. Centrémonos hoy en la mirada. Saber mirar es saber encontrar en las cosas todo lo que hay, pero, como decía Balmes, no más de lo que hay.
Mi amiga B., que conoce mi interés por estas cuestiones, me ha regalado esta Navidad un libro que no olvidaré fácilmente, Le météorologue, de Olivier Rolin. Trata de la pasión y muerte de Alexei Feodosiévitx, uno de los primeros meteorólogos de la URSS, y comienza así: "Su dominio eran las nubes". Estaba convencido de que el socialismo también se edificaba el cielo. Fue detenido en enero de 1934, acusado absurdamente de sabotear el desarrollo de la agricultura socialista, por haberla privada de los medios de previsión de las sequías. Lo condenaron al gulag de las Islas Solovetsky, en el mar Blanco, y allí, cada vez que miraba al cielo abierto, sufría ataques de angustia. Políticamente no era ningún héroe. Era un hombre normal, aunque, como padre, lo que hizo me parece que bien merece el calificativo de heroico.
Tenía una hija, Eleonora -llamada así en honor de la hija de Marx-, a la que enviaba los dibujos de las plantas que encontraba en el gulag con la intención de enseñarle los rudimentos de la aritmética y de la geometría. Los lóbulos de las hojas representaban los números elementales, su forma la simetría y la disimetría, etc. El centenar de cartas que le escribió conforman un precioso esbozo de una didáctica de la mirada matemática. "Cada parterre -le dice en una ocasión- contiene algún elemento para la edificación del observador". Mientras su esposa, Bárbara, le hacía creer a la niña que su padre estaba haciendo un largo viaje de exploración, él encontraba tiempo cada día para desplegar ante la mirada de una niña la geometría implícita en cada planta, como si intentara preservar su fe en el orden del mundo. Hasta 1956, año de su rehabilitación post mortem, Bárbara esperó su regreso, pero había sido fusilado en 1937. Poco antes de morir, Eleonora confesó que la regla de su vida había sido siempre juzgarse a sí misma a través de los ojos de su padre.