Publicado en el diario ARA el 01/16/2016
En TALIS (el estudio de la OCDE sobre docencia y aprendizaje), la mayoría de los docentes dice que entienden el aprendizaje de manera constructivista, como un proceso en el que los alumnos se implican activamente en la adquisición del conocimiento, y rechazan las metodologías que los fuerzan a ser receptores pasivos de información. Más del 90% aseguran que su papel debe ser facilitar la investigación que el alumno desarrolla autónomamente, porque sólo de esta manera adquiere un pensamiento crítico y se convierte en un activo constructor del significado de lo que aprende.
Yo estoy muy agradecido a todos aquellos profesores que fueron un referente intelectual y moral para mí y me enseñaron cosas que ni imaginaba que podían existir. No noté ninguna propiedad en su conocimiento que dificultara su transmisión. Normalmente los que tenían claras las ideas las transmitían bien. Creo que lo más relevante no es la vía de acceso a una información, sino su digestión, es decir, la forma en que el conocimiento nuevo se relaciona -a veces de manera oscura y inconsciente- con lo previamente creía saber. La chispa de la comprensión es muy caprichosa y la experiencia luminosa del "¡Ya caigo!" parece tener vida propia. Los conceptos de pasivo y activo en referencia al conocimiento deben valorarse diacrónicamente, de acuerdo con las consecuencias del aprendizaje a largo plazo, más que sincrónicamente, porque la memoria no es menos activa que la imaginación. Los procesos mediante los cuales la memoria a largo plazo toma protagonismo como memoria de trabajo son muy oscuros, pero lo que está claro es que sin la primera, la segunda se queda sin recursos.
Volvamos a TALIS. Curiosamente, cuando en lugar de preguntar a profesor por sus creencias nos interesamos por sus prácticas efectivas cotidianas, descubrimos que en su mayoría hacen uso de las metodologías que previamente han considerado pasivas. Parece que dicen lo que es pedagógicamente correcto y hacen lo que es pedagógicamente posible.
Recientemente, un director me reconocía melancólicamente que había tomado posesión del cargo soñando con llevar su centro a Ítaca, pero que no hacía más que arreglar vías de agua. Quien no tiene experiencia directa de lo que es un aula y de lo que supone, por ejemplo, tratar a lo largo de un día lectivo con 180 alumnos en plena ebullición adolescente, nunca comprenderá la trascendental importancia de la fontanería como ciencia auxiliar de la pedagogía.