He publicado en dos partes en el suplemento Criaturas del diario ARA el siguiente artículo, que tiene la forma de una carta al rector del St. John's College de Annapolis:
Christopher B. Nelson, Presidente of St. John s College60 College Ave, Annapolis, MD 21401
Estimado Mr. Nelson,v
No me he atrevido a escribirle directamente porque he pensado que lo que le quiero decir se expresa mejor en estas páginas que en una fría carta protocolaria y, además, me gustaría que este texto llegara a sus manos por la intermediación de algún lector del Criaturas. Lo que le quiero decir, Mr. Nelson, es muy sencillo: quiero trabajar en el St. John’s College. Le ofreceré los argumentos que me han animado a tomar esta decisión.
En primer lugar, porque en el St. John’s no hay teléfonos móviles, ni tablets, ni ordenadores. Ustedes están decididos a promover todo lo que pueda ayudar a la concentración del alumno y a evitar todo lo que pueda dispersarla. En su pequeña universidad, el libro sigue siendo el instrumento privilegiado de acceso al Gran Diálogo. Ustedes consideran que una persona culta ha de ser capaz de escuchar -como decía Quevedo- a los muertos con los ojos y seguir el diálogo intemporal de Platón y Plutarco, Shakespeare y Schubert o Kant y Kierkegaard. Admiro su osadía para hablar sin complejos de los grandes libros de la tradición occidental y su coraje para ofrecer a sus alumnos la lectura de Homero, Lucrecio, Proust, Dante, Cervantes y tantos otros en su lengua original, sin adulteración ni interpretaciones de segunda mano. En el St. John’s no hay departamentos ni especialidades. Sólo grandes libros, profesores que los han leído despacio y alumnos dispuestos a leerlos.
En segundo lugar, porque todo su programa se articula en torno a una pregunta grandiosa: "¿Qué significa ser humano?" Envidio su ambición, que les permite seguir creyendo que las cuestiones metafísicas son las más importantes. Ustedes no ofrecen a los alumnos respuestas prefijadas. Los alientan a buscarlas apasionadamente mediante su trato con la sabiduría de los grandes libros. Están convencidos de que, sean las que sean las competencias laborales para el año 2025, las preguntas importantes que nos haremos serán las mismas que se hacen ahora las personas intelectualmente ambiciosas. Y, a pesar de su decidida apuesta por la teoría, está demostrado que sus alumnos, los Johnnies, no tienen problemas para ganarse la vida como diplomáticos, científicos, periodistas...
Mr. Nelson, hace unos meses conocí a un filósofo norteamericano que había estudiado en el St. John's e inmediatamente me interesé por su opinión sobre su formación. Me aseguró que los Johnnies comparten una serie de hábitos intelectuales: practican la lectura lenta, han leído y leen mucho, saben discutir y hacer preguntas, entienden la importancia de disponer de las preguntas que les permitirán enfrentarse a sus propios límites intelectuales, aprecian los conocimientos, defienden sus posiciones con argumentos coherentes y vehemencia, han aprendido a retener y rumiar los argumentos de los demás y a controlar la impaciencia de la opinión. Creen que para entender el tiempo presente conviene dar un paso atrás y ponerse a dialogar con las grandes mentes del pasado, para alcanzar con su diálogo la perspectiva adecuada sobre la actualidad. No se avergüenzan de decir que no conocen la verdad, pero no se consideran escépticos, porque confían en su existencia y no se cansan de buscarla. Se definen como conservadores porque creen que el tiempo posee una propiedad discriminatoria que nos ayuda a separar el grano de la paja en el seno de la corriente de la historia.
Para terminar, quiero confesarle que me emociona recordar lo ocurrido al principio de la Segunda Guerra Mundial, cuando el ejército de su país decidió ocupar el campus del St. John's para ampliar las instalaciones de la Academia Naval. El rector decidió enviar a uno de sus profesores a entrevistarse con el secretario de la armada, que lo recibió de manera intimidatoria: "Tiene usted exactamente un minuto para decirme por qué no debería usar sus edificios para ayudar a la armada en tiempos de guerra". El profesor, tranquilamente, sacó su pipa y la empezó a llenar de tabaco, atacó la cazoleta. La encendió, dio una calada y comprobó que tiraba bien. Después de 55 segundos dio media vuelta y se dirigió hacia la puerta de salida. Cuando ya tenía el pomo en la mano, respondió: "Porque sin lo que hace el St. John’s, este país no estaría luchando contra los nazis". El profesor era Jacob Klein, un filósofo judío especialista en Platón que había tenido que huir de Alemania. La marina decidió ocupar otras instalaciones. En 1949 Jacob Klein fue nombrado rector del St. John's.
Mr. Nelson, espero de todo corazón no haberlo importunado con esta carta intempestiva que, como ve, es sólo una carta de amor.
Con toda cordialidad.
Gregorio Luri