La expedición escocesa a la Antártida de 1904 hizo sólo una contribución a la ciencia:
"Se capturaron varios pingüinos emperador, que eran muy numerosos. Para evaluar el efecto que tenía en ellos la música, Piper Kerr tocó una de sus flautas -carecíamos de un Orfeo que tocara una lira con dulzura-, pero ni las marchas enaltecedoras, ni las danzas más animadas, ni los lamentos melancólicos parecían tener ningún efecto sobre estas aves flemáticas y letárgicas; no mostraban ninguna emoción, ninguna señal de aprobación o desaprobación, sólo un indiferente sopor."
— Rudmose Brown et al.,
The Voyage of the “Scotia,” 1906
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