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El café de Ocata
Uno de mis primeros días en la Casa, lo consagré a una conversación con el director general de primera enseñanza. Por él me enteré de que había en España unas 11.500 escuelas que carecían de maestro y unos 11.500 maestros que carecían de escuelas -pero no de sueldo-. De modo que la república, al cabo de tres años de gestión, pagaba a 11.500 maestros que no enseñaban y tenían privadas de enseñanza por lo menos a 300.000 criaturas.
Le hice traer la documentación. "Vamos a ver, éste. ¿Por qué está ausente?" -"porque está con una beca estudiando pedagogía en Lovaina" -"Me parece muy bien que estudie. Pero mientras estudia él, ¿qué pasa con los chicos?" -"Como no hay maestro, la escuela está cerrada" -"Nombre usted a otro". Aquel hombre se escandalizó. "Pero, señor ministro, es él el maestro PROPIETARIO."... -"¿Y éste?" -"Pues éste, como es diputado, está ausente." -"Y la escuela, ¿cerrada?" -"Claro, sí señor. Porque él es el PROPIETARIO.(...)Me volví al director general y le dije: "Bueno. Hoy es el 15 de marzo. Si el 15 de agosto no me ha reducido usted ese escándalo de 11.500 a 500, me traerá usted su dimisión". El que dimitió, o fue dimitido, fui yo. Y no a los dos meses, sino a las cuatro semanas.
Todo esto me hacía desesperar no de la república, sino del país.
Salvador de Madariaga, Memorias.
10:20
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El café de Ocata
"¿Qué escuela será la mejor? La escuela ideal será la que sea la menos escuela posible. El sistema pedagógico ideal será el que no tenga nada de sistema. Recientemente se ha publicado un libro de un maestro norteamericano, Angelo Patri, titulado La escuela del futuro. En sus páginas se van siguiendo los titubeos del cambio, la preocupación, el esfuerzo para vencer las resistencias y los prejuicios; pero también la marcha firme y segura, la satisfacción y la sorpresa de las maestras recelosas, el cambio total en los niños y el fruto positivo".
"Los libros, los pupitres, la inmovilidad, el silencio, no abrir la boca sino cuando toca, aprender pasivamente en tanto que sólo el maestro piensa -dice Patri-, son condiciones que supondrán siempre una disciplina de contención, una rutina impuesta. Pero la disciplina auténtica es algo personal que brota del alma que reflexiona y que comprende [...]. Los padres tienen miedo a la libertad de sus hijos, sienten miedo cuando ven que se forman autónomamente. Como esta es su manera de pensar, la escuela está hecha de manera que los satisfaga: cada clase se parece a todas las demás clases, cada pupitre es igual que todos los demás, cada niño se parece a todos los demás niños".
Todo el contenido de los dos párrafos anteriores está extraído literalmente del libro Caminando y pensando, de Azorín, escrito en 1929. El libro de Angelo Patri al que hace referencia Azorín es A schoolmaster of the great city, publicado en los Estados Unidos en 1917 y traducido al francés en 1919 con el título Vers l'école de demain. Azorín no fue el primero en hablar de Patri en España. En 1924 Rodolfo Llopis había publicado La escuela del futuro según Ángel Patri, que es un buen ejemplo del interés que los institucionalistas sintieron por este pedagogo. Leemos en el prólogo del libro de Llopis: "La escuela, en general, es una cosa muerta. Vive de espaldas a la vida, sin tener contacto con ella".
La escuela siempre ha sido una experiencia polémica y plural, porque nunca ha estado completamente satisfecha de sí misma. Ni nunca debería estarlo, porque tiene el deber de la ambición. Pero a veces la ambición desbocada les empuja a algunos a anunciar el inminente fallecimiento de los que no son como ellos. De hecho, esta añoranza de futuro es una de las formas del conservadurismo pedagógico. Conviene, sin embargo, dejar claro que, aunque se practiquen diferentes estrategias organizativas y metodológicas, todos los docentes quieren hacerlo bien, aunque no por eso todos aprendan las mismas lecciones de su experiencia, ni piensen lo mismo sobre qué es una experiencia educativa, ni tengan las mismas ambiciones intelectuales.
9:32
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El café de Ocata
"Cuentan de Unamuno que una noche, en la casa de campo de un amigo, se paseaba por la alcoba horas y horas; hasta que, inquieto el amigo, que desde la alcoba de al lado le oía, fue a preguntar si algo le pasaba. "¡Nada, nada!", contestó Unamuno. Pero al fin confesó que tenía un vivo deseo de persignarse y por eso no dormía. "¡Pues persígnese, hombre de Dios, y duerma!" -exclamó el amigo. "Eso jamás -replicó con viveza el filósofo-. Me lo veda mi pensamiento."
Salvador de Madariaga, De la angustia de la libertad.