"¿Qué escuela será la mejor? La escuela ideal será la que sea la menos escuela posible. El sistema pedagógico ideal será el que no tenga nada de sistema. Recientemente se ha publicado un libro de un maestro norteamericano, Angelo Patri, titulado La escuela del futuro. En sus páginas se van siguiendo los titubeos del cambio, la preocupación, el esfuerzo para vencer las resistencias y los prejuicios; pero también la marcha firme y segura, la satisfacción y la sorpresa de las maestras recelosas, el cambio total en los niños y el fruto positivo".
"Los libros, los pupitres, la inmovilidad, el silencio, no abrir la boca sino cuando toca, aprender pasivamente en tanto que sólo el maestro piensa -dice Patri-, son condiciones que supondrán siempre una disciplina de contención, una rutina impuesta. Pero la disciplina auténtica es algo personal que brota del alma que reflexiona y que comprende [...]. Los padres tienen miedo a la libertad de sus hijos, sienten miedo cuando ven que se forman autónomamente. Como esta es su manera de pensar, la escuela está hecha de manera que los satisfaga: cada clase se parece a todas las demás clases, cada pupitre es igual que todos los demás, cada niño se parece a todos los demás niños".
Todo el contenido de los dos párrafos anteriores está extraído literalmente del libro Caminando y pensando, de Azorín, escrito en 1929. El libro de Angelo Patri al que hace referencia Azorín es A schoolmaster of the great city, publicado en los Estados Unidos en 1917 y traducido al francés en 1919 con el título Vers l'école de demain. Azorín no fue el primero en hablar de Patri en España. En 1924 Rodolfo Llopis había publicado La escuela del futuro según Ángel Patri, que es un buen ejemplo del interés que los institucionalistas sintieron por este pedagogo. Leemos en el prólogo del libro de Llopis: "La escuela, en general, es una cosa muerta. Vive de espaldas a la vida, sin tener contacto con ella".
La escuela siempre ha sido una experiencia polémica y plural, porque nunca ha estado completamente satisfecha de sí misma. Ni nunca debería estarlo, porque tiene el deber de la ambición. Pero a veces la ambición desbocada les empuja a algunos a anunciar el inminente fallecimiento de los que no son como ellos. De hecho, esta añoranza de futuro es una de las formas del conservadurismo pedagógico. Conviene, sin embargo, dejar claro que, aunque se practiquen diferentes estrategias organizativas y metodológicas, todos los docentes quieren hacerlo bien, aunque no por eso todos aprendan las mismas lecciones de su experiencia, ni piensen lo mismo sobre qué es una experiencia educativa, ni tengan las mismas ambiciones intelectuales.