"Cuentan de Unamuno que una noche, en la casa de campo de un amigo, se paseaba por la alcoba horas y horas; hasta que, inquieto el amigo, que desde la alcoba de al lado le oía, fue a preguntar si algo le pasaba. "¡Nada, nada!", contestó Unamuno. Pero al fin confesó que tenía un vivo deseo de persignarse y por eso no dormía. "¡Pues persígnese, hombre de Dios, y duerma!" -exclamó el amigo. "Eso jamás -replicó con viveza el filósofo-. Me lo veda mi pensamiento."
Salvador de Madariaga, De la angustia de la libertad.