Lo mejor de las nuevas tecnologías es que facilitan mucho las cosas a los que hemos decidido ser antiguos. ¿Te apetece leer a Antonio Zozaya? Pues vas a Iberlibro, buscas a ver qué hay de él y por veinte euros te traen buena parte de su obra a casa.
Y lo mejor de ser antiguo es que encuentras entre los libros viejos un gran número de ideas útiles para explicar el presente que se les escapan a los que quieren ser sólo contemporáneos, porque acostumbran a mirar lo que hay desde una misma perspectiva. Los antiguos amplían horizontes.
Cada vez estoy más convencido: querer ser sólo contemporáneo denota una escandalosa falta de ambición.