Fui a Bilbao y me cargué de argumentos para volver melancólico a casa.
Me alojé en el Hotel Ercilla, que tiene una terraza magnífica desde donde se puede ver todo lo que alcanzan los ensayos de Valera, comprados en una librería de viejo de la ciudad. Casi era obligado leer desde allí lo que dice don Juan sobre el patriotismo.
El motivo central del viaje, como ustedes saben, era la educación o, mejor, los mitos de la educación posmoderna. Que un acto así sea hoy necesario, debería hacernos pensar, pero que el único que se ha tomado en serio este asunto sea éste, roza el escándalo. Se dijeron verdades como puños. Pero de todo lo dicho, me quedo con algo que les ofrezco a ustedes como pregunta: ¿Qué carrera universitaria exigiendo una nota muy baja para entrar es la que tiene mejor relación entre créditos matriculados y aprobados y la que luce las mejores notas finales?
Pasé por el Museo de Bellas Artes. Había una exposición de Renoir de la que me interesaron mucho algunos paisajes. Decía Jean Renoir que su padre "miraba las flores, las mujeres, las nubes del cielo como otros hombres tocan y acarician". A mi me parece que Renoir era especialmente sensual mirando el paisaje quizás porque, como él mismo decía, pintar paisajes era para él un descanso del cansancio que le producían los retratos. Pero lo que me dejó fascinado no fue Renoir, sino esta talla de
Santa Ana, la Virgen y el Niño del círculo de Niklaus Weckmann (c. 1515).
De nuevo la virgen lectoraPara mi sorpresa, unas salas más adelante me esperaba Zurbarán, que volvía a resaltar la relación entre María y la lectura.
Zurbarán,
La Virgen con el Niño Jesús y San Juan Bautista, 1662.
Después me limité a pasear en torno al Guggenheim como Josué en torno a Jericó. El edificio se mantuvo en pie, pero a mi me entró hambre que, entre nosotros, es una de las mejores cosas que te pueden pasar en Bilbao.