Sí, tú lo sabes; sabes que mis días,
partidos siempre entre Minerva y Temis,
corrieron inocentes, consagrados
siempre al público bien. Sabes que en ellos
sumiso y fiel la religión augusta
de nuestros padres, y su culto santo
sin ficción profesé. Que fui patrono
de la verdad y la vitud, y azote
de la mentira, del error y el vicio.
Que fui de la justicia y de las leyes
apoyo y defensor, leal y constante
en la amistad, sensible y compasivo
a los ajenos males; de la pura
y cándida niñez padre, maestro,
celoso institutor; y de la patria,
¡oh cara patria!, de tu bien, tu gloria
constante y ciego promotor y amigo.