Ortega lo dice de Sevilla en su Introducción a un don Juan pero podríamos decirlo también de todas esas ciudades a las que no querríamos llegar como extranjeros: Granada, Córdoba, Toledo, Santiago...:
“En una ciudad milenaria como Sevilla, que ha servido de lecho y de cauce a tantas civilizaciones, se halla todo impregnado de densas advertencias: cada cosa palpita cargada de mil alusiones, y es para el viajero sensible llegar a Sevilla penetrar en un sonoro enjambre de abejas espirituales, hechas de oro y de temblor, que le asaltan presurosas e innumerables y aspiran a dejar en el alma transeúnte, a la vez, su aguijón y su miel.”