"Con la Institución vino a ocurrir esto: que siendo buena la intención, eficaces los métodos -sobre todo por la noble ejemplaridad de sus dos maestros- los resultados no dejaron de ofrecer aspectos negativos. Lo español vino a ser una especie de objeto de cultivo intelectual y estético, más o menos amanerado; su estudio, un medio de refinamiento de la sensibilidad personal. De tanto como amaron a España, esos hombres se la dieron a sí mismos como espectáculo. muchas canciones populares viejas, un gran interés por los antiguos trajes de fiesta de los aldeanos, una gran admiración por el campesino castellano, un gran número de lugares ignorados que se descubrían y de paisajes singulares. Pero ¿puede una nación ser espectáculo para quien forma parte de ella y se propone renovarla? En la vida hay que ser actor: sufrir cuanto sufre la nación, alegrarse cuando se alegra. Pues si el refinamiento de la sensibilidad se agudiza hasta el extremo, llega un momento en que ya nuestra epidermis se hizo tan delgada que no tolera sin irritación el más leve contacto. Hay que comulgar con la propia nación, y para eso se necesita un alma fuerte y abierta, no un alma a la que hace endeble y distante la esquisitez. En vez de contemplar el campo español como paisaje, había que mirarlo como problema agrario.(...)Pedagogía recoleta y utópica.(...)En suma, que la Institución libre de Enseñanza resultó paradójicamente una obra personal, y no una obra institucional. Cualesquiera que fueran los beneficios que trajo, no inició una tradición, ni creo un 'tipo' estable y aceptable, verdaderamente nacional, lo cual es el fruto manifiesto de las instituciones." Eduardo Nicol (Barcelona, 1907 - México, 1990), "Conciencia de España", en Cuadernos Americanos, 5, vol. XXXV, septiembre-octubre 1947.