Jhon Searle |
Pasaron los diez años y nada de eso ocurrió. El ajedrez resultó ser un juego mucho más complicado que las damas. En cuanto a la traducción automática, la ambigüedad sintáctica y semántica de las lenguas humanas, que además es distinta en cada una de ellas, hace casi imposible realizar una traducción perfecta sin disponer de una imagen global del mundo que las máquinas no poseen. Basta pensar en frases como estas:
- Frases con ambigüedad sintáctica: Pasaré solo este verano aquí. No pude estudiar derecho.
- Frases con ambigüedad semántica (doble sentido): Nos vemos mañana en el banco. ¡Pare la mula!
Entretanto, la prueba de Turing sigue siendo inabordable para las máquinas. Cuando se dialoga con una de ellas, no se tarda mucho en descubrir que no estamos hablando con un ser humano, lo que quiere decir que no consigue engañarnos. Pero supongamos que algún programa, funcionando en una computadora, fuese capaz de conseguirlo en un futuro más o menos inmediato. ¿Podríamos asegurar que las máquinas habrían llegado a ser tan inteligentes como nosotros? ¿Es suficiente la prueba de Turing?
En 1980, el filósofo John Searlecontestó negativamente a esta pregunta, y para demostrarlo propuso una nueva prueba: la habitación china. Veamos en qué consiste:
- Supongamos que disponemos de un programa de ordenador que es capaz de pasar satisfactoriamente la prueba de Turing dialogando con una mujer china (por ejemplo). En la conversación, tanto la mujer como el ordenador se expresan en chino; es decir, utilizan caracteres chinos para comunicarse por escrito a través de un teletipo. El ordenador, que está encerrado en una habitación para que la mujer no lo vea, lo hace tan bien que es capaz de engañarla, por lo que la mujer creerá estar dialogando con un ser humano que conoce perfectamente la lengua china.
- Ahora Searle propone sacar de la habitación al ordenador, y en su lugar se coloca él mismo, que no sabe chino, aunque iría provisto de una descripción comprensible del programa que utilizaba la computadora para dialogar con la mujer. En principio, utilizando ese programa, Searle sería capaz de dialogar con ella en su propia lengua tan bien como lo hacía el ordenador. Cada vez que recibiera un texto escrito en chino, aplicaría las reglas y escribiría los signos correspondientes a la respuesta que habría dado el ordenador.
- Pero en el caso de Searle tenemos un dato adicional: él sabe que no sabe chino, y por lo tanto no se ha enterado de una palabra de la conversación que ha tenido con la mujer, aunque esa conversación haya sido coherente y capaz de engañarla, haciéndola pensar que estuvo dialogando con un ser humano que conoce la lengua china.
- La cuestión clave, por lo tanto, es la siguiente: ¿entiende el ordenador la conversación que ha mantenido con la mujer? Y si no la entiende, como es de suponer, pues su actuación ha sido idéntica a la de Searle, ¿es consciente de que no la entiende, como Searle sí lo es?
Searle propuso distinguir dos tipos de inteligencia artificial:
- Inteligencia artificial débil: la que podría alcanzar una máquina que pasara satisfactoriamente la prueba de Turing.
- Inteligencia artificial fuerte: la que tendría una máquina que tuviera una mente semejante a la humana, capaz de comprender y de saber si comprende o no comprende.
Manuel Alfonseca, ¿Basta la prueba de Turing para definir la 'inteligencia artificial?, El año de Turing, 24/01/2013