El distanciamiento entre los altos ejecutivos de una empresa y los trabajadores ha sido una de las prácticas calculadas de la economía neoliberal. Resultaba necesario cortar de raíz cualquier sentimiento de unidad para introducir la crueldad como códigos de comportamiento. La solidaridad de los colectivos humanos, incluso en los proyectos de carácter económico, está fuera de razón cuando se quiere explotar, usar y tirar a la gente en nombre de los beneficios. Los grandes sueldos de los ejecutivos, la firma de indemnizaciones millonarias para las cúpulas y la deslocalización de los centros de poder han servido para establecer una distancia tajante entre los intereses directivos y los trabajadores. Donde no existen vínculos sólo es posible la insolidaridad. Nadie puede tener mala conciencia al aplicar un recorte, una degradación de derechos laborales o un despido multitudinario. No hay que mirar a los ojos.
Luis García Montero, E
l conflicto, la democracia y la violencia, Público, 28/03/2013
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