Sin permiso, 01/01/2014¡Alabada sea la duda! Os lo aconsejo:Saludadme con afable respetoA quien pondere vuestra palabra como a falsa moneda.Que yo os querría avisados, y que no dieraisVuestra palabra por descontada.
Leed la historia, y vedLos invulnerables ejércitos en descompuesta fuga.Por doquieraSe desploman indestructibles fortalezas, yDe aquella Armada Invencible que partióCon un sinnúmero de naves,Contadas regresaron.
Hete aquí que un día coronó un hombreUna cima inaccesibleY un barco alcanzó el confín Del mar infinito.¡Hermoso gesto, sacudir la cabezaAnte la indiscutible verdad!¡Qué valiente, el médicoQue cura al enfermo desahuciado!Pero la más hermosa de todas las dudas,La de los exánimes, la de los desesperadosQue levantan cabezaY dejan de creerEn la fuerza de sus opresores.
¡Ah, cuánta brega pugnaz, hasta sentar el principio! ¡La de sacrificios que costó!Que es así, y no de tal otra manera,¡Qué difícil resultó llegar a verlo!Con un suspiro de alivio lo escribió un humano un díaEn el libro de registros del saber.Tal vez siga allí escrito mucho tiempo y muchas generacionesVivan con él y lo vean como sabiduría eternaY desprecien los enterados a quienquiera lo desconozca. Y entonces podría darse que surgiera un recelo, pues nuevas experienciasHacen sospechoso el principio, y se despierta la duda.Y que otro día, por cautela, tachara otro humano el principioEn el libro de registros del saber.
Asediado por un rugir de órdenes, inspeccionadoEn su virtud, examinado por barbiluengos doctores,Conminado por seres radiantes munidos de áureos distintivos,Intimado por solemnes Papas a golpe de libro escrito por el propio Dios, instruidoPor impacientes maestros: así se halla el pobre, que ha de oírseQue el mundo es el mejor de los mundos, y que la goteraDe su cuartucho por Dios mismo ha sido ideada.Lo tiene realmente difícilPara dudar de este mundo.Anegado en sudor, construye el hombre la casaEn la que no habrá de vivir.Pero también suda a mares quien construye Su propia casa
Los irreflexivos nunca dudan.Su digestión es brillante, su juicio, infalible.No creen en los hechos; sólo se creen a sí propios. Si preciso es,Los hechos deben creerles a ellos.Su paciencia consigo mismos Es ilimitada; a los argumentos,Prestan oídos de espía.
Frente a los irreflexivos, que nunca dudan,Están los meditabundos,Que nunca actúan.No dudan para venir a la decisión, sinoPara desertar de la decisión. De la cabezaSe sirven sólo para sacudirla. Tan seriecitosAdvertirán de los peligros del agua A los pasajeros del barco que se hunde.Bajo el hacha del asesino,Se preguntarán si no es también él un ser humano.Se van a la cama mascullandoQue la cosa no está aún cabalmente pensada.Su acción consiste en vacilar.Su sentencia favorita: no está listo para sentencia.
Cuando alabéis la duda –ni que decir tiene—,No la confundáis con la Irresolución sin esperanza.¿De qué le vale dudarA quien no puede decidirse?Quien con razones insuficientes se conformaPuede equivocarse en la acción;Inerme siempre ante el peligro quedaQuien demasiadas necesita.
Y tú que eres dirigente, no olvidesQue lo eres porque antes dudaste de los dirigentes.¡Permite, pues, a los dirigidosDudar!
(Versión castellana de Antoni Domènech)