Desde la tradición de los estoicos, que entienden que todos los seres humanos son racionales y que por tanto tiene que haber una ciudadanía cosmopolita, pasando por la tradición cristiana, que piensa que todo hombre es sagrado, lo cual se va secularizando poco a poco en la idea de que todo hombre tiene dignidad. La afirmación más bonita que se ha hecho de la dignidad es la de Kant, cuando dice que los seres humanos tienen «dignidad y no un simple precio». Eso me parece espectacular, porque quiere decir que a la gente jamás se la puede intercambiar por un precio, que no se la puede instrumentalizar. Viene de una tradición, pero esta afirmación de Kant en el siglo XVIII es lo mejor que hemos podido descubrir en el mundo moderno. Y me alegro que la Declaración lo haya reconocido. Creo que es la idea en torno a la que tendría que girar toda nuestra cultura: que a los seres humanos no se los puede instrumentalizar. Se puede vender por un precio lo que tiene un valor de cambio o un valor de uso, pero el ser humano no tiene un valor de cambio.
El ser humano no es un objeto, no se puede hacer como si dijéramos «vamos a cambiar peras por manzanas porque se usan de un modo distinto». No, mira, el ser humano no se usa. Es valioso por sí mismo. Y esa idea de la dignidad —que tiene una historia— en los últimos tiempos ha sido una afirmación racional, por supuesto.
Adela Cortina: "Hay que librar la batalla de las listas electorales abiertas", entrevista de E.J. Rodríguez, jot down, 12/01/2014 [www.jotdown.es]