La dislexia consiste en una dificultad para aprender a leer con fluidez y comprendiendo bien el texto, pese a que los afectados tienen una inteligencia no verbal normal, o a menudo alta. La disfunción no es específica de la lectura, porque el disléxico suele encontrar la misma dificultad para procesar el lenguaje hablado, y para pronunciarlo. Los psicólogos han localizado el problema en el cartógrafo cerebral que se ocupa de clasificar el magma sonoro del mundo real como un mapa de solo unas decenas de fonemas, las unidades básicas de cualquier lenguaje humano.
Las letras del lenguaje escrito son intentos humanos de mapear los fonemas como símbolos, más o menos acertados en según qué lengua. Pero mientras que la facultad del habla está en los genes —es uno de los grandes patrimonios genéticos comunes a toda la humanidad—, la escritura es una invención con solo unos milenios de historia.
Los fonemas están en los genes, y las letras están en la cultura. Pero la dificultad de leer del disléxico no tiene que ver con la visión de las letras, sino con los fonemas que las letras significan. De ahí que una dificultad de lectura tenga un fuerte componente genético. La dislexia tiende a agruparse en familias, y es el triple de común en hombres que en mujeres.
El neurocientífico Bart Boets y sus colegas de la Universidad Católica de Lovaina, el University College de Londres, la Universidad de Oxford y el ETH de Zúrich han utilizado las técnicas más avanzadas para examinar el cerebro en acción de una muestra notable (45 personas) de voluntarios disléxicos y normales (entiéndase normales en el sentido de que representan al 90% de la población mundial). Ello incluye la resonancia magnética funcional, que cartografía (o ilumina) las zonas del cerebro activas mientras el paciente hace tareas de lectura y demás, y las modernas técnicas de computación que permiten detectar la conectividad entre unas zonas y otras: tanto las conexiones estructurales, o estables, como las funcionales que dependen de la tarea. Presentan sus resultados en Science.
Estas técnicas de alta resolución biológica les han permitido ver lo que pasa en las partes relevantes del cerebro mientras los disléxicos y los controles procesan el lenguaje. Como casi toda facultad mental, la representación de los fonemas ocupa un lugar concreto e identificable en el córtex cerebral: por una vez donde cabría esperar, cerca de las orejas, y llamado córtex auditivo primario y secundario. La actividad cerebral allí se ha revelado tan robusta y precisa en los disléxicos como en los controles. Hasta aquí la resonancia magnética funcional.
Pero los mapas de conectividad han revelado una diferencia consistente entre los dos grupos de voluntarios. Los mapas de fonemas (el córtex auditivo primario y secundario) se conectan normalmente con fuerza a las áreas lingüísticas de alto nivel, situadas en otra estructura distinta, el giro frontal inferior, cerca de la sien. Aquí se cuecen los análisis sintácticos y las asignaciones semánticas que se estudian en la escuela, y que son las que dan sentido al lenguaje. Es la conexión del córtex auditivo con estos procesadores de alto nivel la que está debilitada en las personas disléxicas.
No todos los neurocientíficos están convencidos, sin embargo, de que la dislexia sea por completo independiente de la representación fonética, o habilidad para distinguir claramente un fonema de otro. El neurólogo Michael Merzenich, de la Universidad de California en San Francisco, señala en la revista Science que “décadas de trabajo muy extenso y convincente” han mostrado que las personas con dislexia distinguen las representaciones fonéticas con menos fidelidad de lo normal. Merzenich y otros científicos no relacionados con el estudio consideran que las distinciones fonéticas utilizadas en la investigación de Lovaina no son lo bastante finas.
Pero otros expertos sí parecen más impresionados por el nuevo trabajo, como el científico cognitivo Franck Ramus, de la École Normale Supérieure de París: “Es el estudio más concluyente que he visto en el campo en los últimos cinco años; los resultados, de ser ciertos, modifican nuestro entendimiento de la dislexia de manera notable”. Ramus ve implicaciones para los programas de entrenamiento auditivo que se usan actualmente contra la dislexia.
“En las sociedades alfabetizadas actuales”, dice Boets, el primer autor del estudio, “las dificultades para leer y escribir no solo afectan a la educación y el desarrollo cognitivo, sino que también tienen un gran impacto en el bienestar socio-emocional, las oportunidades de trabajo y otros aspectos”.
El neurocientífico de Lovaina explica que, en la mayoría de las lenguas, el sistema de escritura es alfabético, o una correspondencia entre las unidades básicas del habla (los fonemas) y los símbolos visuales (letras o grafemas). La mayoría de los niños pueden así aprender a leer y escribir estudiando las reglas de correspondencia entre fonemas y grafemas. “Pero este proceso requiere cierto entendimiento de la estructura sonora, o fonológica, del lenguaje, y aquí es donde reside la dificultad de los disléxicos”, concluye Boets.
Javier Sampedro, En el cerebro de un disléxico, El País, 05/12/2013
Radiografía de la dislexia
- La dislexia es un trastorno del aprendizaje de la lectoescritura, de carácter persistente y específico, que se da en niños que no presentan ningún impedimento físico, psíquico ni sociocultural.
- Es la causa más común de las dificultades de leer, escribir y deletrear.
- Unos 700 millones de personas, el 10% de la población, son disléxicas.
- Uno de cada cinco estudiantes tiene dificultades para el aprendizaje.
- Menos de un tercio de los niños con problemas de lectura reciben tratamiento específico en las escuelas.
- Afecta a un mayor número de hombres que de mujeres.
- La dislexia tiene un fuerte componente hereditario.
- Los disléxicos ven afectada su coordinación motora, el cálculo mental, la concentración y la organización personal.
- Es habitual que presenten hiperactividad, dispraxia o déficit de atención asociados al trastorno.
- Un estudio de 2012 apuntaba a que los nacidos en otoño que comienzan el colegio a una menor edad presentan un mayor índice de afectación.
- Idiomas como el español, con una fonética más regular, dificultan la detección de la dislexia. En inglés, por ejemplo, donde a una letra le corresponden varios sonidos, el diagnóstico es más precoz.