forges |
«Trabajo», por lo tanto, no es ni en su origen etimológico un sinónimo de actividad humana autónoma, sino que se remite a un triste destino social. Es la actividad de los que han perdido su libertad. La expansión del trabajo a todos los miembros de la sociedad no es, en consecuencia, más que la generalización de la dependencia servil; y la adoración moderna del trabajo, no es más que la elevación casi religiosa de esta situación.
Estas circunstancias se pudieron ocultar con éxito y se pudo interiorizar este despropósito social porque la generalización del trabajo se vio acompañada de su «cosificación», a través del sistema moderno de producción de mercancías: la mayoría de las personas ya no están bajo el látigo de un solo señor. La dependencia social se ha convertido en un conjunto de relaciones abstractas del sistema y, por lo tanto, se ha hecho total. Se nota en todas partes y, precisamente por eso, apenas si se puede concebir. Donde todos son siervos, son todos al mismo tiempo señores, en tanto que cada uno es su propio tratante de esclavos y vigilante. Y todos obedecen al ídolo invisible del sistema, al «gran hermano» de la explotación del capital que los ha enviado bajo el «tripalium».
Grupo Krisis, Manifiesto contra el trabajo [www.krisis.org]