… las creencias supersticiosas son un ejemplo de correlación ilusoria, que no es otra cosa que ver una relación entre sucesos cuando no existe demostración objetiva alguna de esa relación. (cap 10, pàg. 254)Teller (mago famoso) afirma “En la vida real nos pasamos el día infiriendo las causas y los efectos de las cosas”. Cuando A precede a B, concluimos que A es la causa de B. El buen mago se aprovecha de esta inferencia para convencernos de que, en efecto A (el falso lanzamiento de una moneda) siempre precede a B (el ruido que produce al caer en el cubo). Sin embargo, A no siempre es la causa de B. (…)
… cómo consiguen los magos que veamos correlaciones allí donde no existen. La respuesta es que usurpan nuestra innata capacidad para detectar patrones en la naturaleza y que nos engatusan para que formemos correlaciones entre lo inesperado, lo ridículo y lo absurdo. (…)
La mayoría de las veces, el instinto innato con el que deducimos las relaciones de causa-efecto nos funciona bastante bien. ¿Queremos un huevo? Habrá que buscarlo en un nido. ¿Se acercan unos nubarrones? Entonces, lo más probable es que vaya a llover, así que será mejor que busquemos un refugio. Todo esto está muy bien, pero, en realidad, la inferencia causal es una facultad bastante imperfecta y sumamente falible. Se equivoca a menudo y nos hace creer cosas muy raras. (pàg. 259)
La correlación ilusoria explica, por ejemplo, por qué hay personas honradas y de buena fe que realmente se creen videntes. Suena el teléfono en el preciso instante en que estamos pensando en la persona que nos llama. (…) Es posible que conozcamos a alguien que esté convencido de haber predicho el futuro por medio de un sueño, por ejemplo, un accidente de avión. Pero lo que esa persona no nos dice es que ha tenido dicha premonición varias veces en una misma semana. Seguramente prefiere no darse cuenta o no recordar las falsas predicciones, pero la que coincide con el accidente real del avión hace sonar todas las alarmas de su cerebro, y su detector mental de correlaciones le dice a gritos: “¡Es cierto!¡Es verdad!¡Tenía razón!”. (pàg. 260)
S.L. Macknik, S. Martínez-Conde, Sandra Blakeslee,
Los engaños de la mente, Círculo de Lectores, Barna 2012