La filosofía se ha esforzado sin cesar por entender los significados más profundos de los grandes conceptos como realidad e ilusión, cómo conocemos las cosas, la naturaleza humana, la verdad, la moral, la justicia, el deber, el amor, la belleza, la grandeza, la bondad, el mal, la mortalidad, la inmortalidad, el derecho natural, etc. Por lo general, lo normal se pierde en la confusión filosófica; tal vez se trata de algo demasiado ordinario y poco interesante como para merecer ser objeto de profundos pensamientos filosóficos.
Esta falta de atención acabó por fin con el intento de la Ilustración de aplicar la filosofía a los problemas mundanos de la vida de cada día. El utilitarismo proporcionó la primera y única orientación filosófica práctica sobre cómo y dónde trazar el límite entre «normalidad» y «trastorno mental». El principio rector es que «normal» no tiene un significado universal y no puede nunca definirse con precisión por las ruedas de la deducción filosófica; depende en gran medida de los ojos del que mira y cambia según el momento, el lugar y la cultura. De aquí se desprende que la frontera que separa «normalidad» de «trastorno mental» no debería basarse en un razonamiento abstracto, sino más bien en el equilibrio entre las consecuencias positivas y negativas que otorgan las diferentes elecciones. Busca siempre el «máximo beneficio para el mayor número». Toma decisiones en función de lo que funcione mejor.
No obstante, hay también incertidumbres innegables para los utilitaristas prácticos y, lo que es peor, minas peligrosas. «El máximo beneficio para el mayor número» queda de maravilla sobre el papel, pero ¿cómo decidir cuál es el beneficio? No es casualidad que el utilitarismo no sea actualmente nada popular en Alemania, donde Hitler le dio ese nombre tan imperecedero. Durante la segunda guerra mundial, era estadísticamente normal que la población alemana actuase de formas brutales que antes y después habrían sido calificadas como anormales, justificadas todas ellas como necesarias para lograr el máximo beneficio para la raza superior. Lo estadísticamente «normal» (basado en la frecuencia) superaba a lo «normal» por mandato judicial (el mundo como debería ser o había sido habitualmente).
De manera que, en manos inadecuadas, el utilitarismo puede ser ciego a los valores positivos y quedar distorsionado por los negativos, pero sigue siendo la mejor o la única guía filosófica a la hora de embarcarnos en la difícil tarea de trazar los límites entre lo que es mentalmente «normal» y lo que es mentalmente «anormal».
Allen Frances,
¿Somos todos enfermos mentales?, Ariel, Barna 2014