El Roto |
Y, sin embargo, alrededor se contempla a los triunfadores que si, en efecto, han trabajado, deben su gloria especialmente al talento y a la oportunidad. El don y la suerte componen los dos pilares de la excelencia. El trabajo sería un apuntalamiento necesario pero siempre que se tenga algo importante o excepcional que apuntalar.
Cuando escribí, hace años, El éxito y el fracaso, comprobé repetidamente en su elaboración que las personas notables y admiradas no debían su altura a haberse dejado la piel sin más sino al brillo particular de su piel y la ocasión de que fuera, a tiempo, bien enfocada. Todos los protagonistas del éxito sin quitarse méritos atribuían a la buena suerte los bienes excepcionales que hubiesen obtenido ya fuera en lo intelectual o en la empresa.
Así que, francamente, no hay nada que hacer sin magia. El trabajo te cubre de dignidad pero la elegancia y la categoría no salen del curro. . Sin trabajo no hay nada que hacer pero ya se puede hacer hasta el martirio si no eres santo de la voluntad de Dios. De un Dios tan azaroso como arbitrario, tan magnánimo para unos y tan cicatero para los otros. A Dios le gusta el lujo y la belleza y la inteligencia y la creación. ¿Un gran obrero de sol a sol? ¿Un Dios sindicalista? Con esta esperanza en los milagros del denuedo no habrá nada que valga la pena esperar.
Vicente Verdú, Trabajar como un burro, El Boomeran(g), 29/12/2014