Entre los pensadores griegos, algunos privilegiaron el testimonio de los sentidos a la hora de buscar un fundamento a la diversidad natural (fuego, agua...) y otros, por el contrario, consideraron como realidad física última lo que los sentidos no podían percibir (átomos, figuras geométricas puramente ideales). Un tiempo incluso pudo pasar desapercibido el hecho de que en este segundo caso el único testigo de que había una realidad primordial era precisamente el intelecto. Pero el problema sin embargo acabó por estallar: surgió un combate entre los sentidos y el intelecto, reflejado en un célebre fragmento atribuido por Galeno a Demócrito:
De hecho el intelecto podría responder: Incluso el que afirma que aquello a lo que todo se reduce es algo perceptible, como el agua o el aire, está haciendo que legisle el intelecto. Pues los sentidos perciben el agua pero no perciben que todo sea agua. Y lo mismo ocurre cuando, gracias al discurrir del intelecto, se erige en verdad científica que el planeta Tierra gira en torno al Sol. A lo cual los sentidos podrían ciertamente responder que no hubiéramos razonado al respecto sin la percepción sensible, para la cual es el sol el que se desplaza...¿Es este debate sobre el intelecto y los sentidos un debate científico? Lo único seguro es que se trata de un debate concomitante a la ciencia, un debate que no se hubiera dado fuera de la disposición de espíritu que conduce a la ciencia, encarnada por los físicos jónicos. Y en ello difiere radicalmente de las consideraciones sobre el alma humana que surgen en otros contextos. Pero la ciencia no plantea este debate, la ciencia ha tomado partido aun in saberlo, ha priorizado el intelecto. Darse cuenta de que es así y focalizar sobre tal asunto la atención ya no es cosa de la ciencia sino precisamente apertura a la filosofía.Y no se trata tanto de un debate entre "realismo" e "idealismo" (ambas partes reivindican lo suyo como real y acusan a la otra parte de vivir entre fantasmas), salvo si por real se entiende lo que daría soporte a todo lo demás, lo que es condición del resto sin que la recíproca sea cierta, y en suma: lo incondicionado. Para el atomista tal estatuto ha de ser otorgado al vacío y los átomos. Pero estos candidatos sólo están representados por el intelecto, de tal manera que, en última instancia, lo incondicionado sería el intelecto mismo, es decir, una facultad específica del hombre. Y como acabo de indicar escapan de hecho a tal conclusión los que afirman como incondicionado algo material como el agua. La única manera de evitar el poner al intelecto en el centro sería dejar de hacer ciencia, dejar de hacer lo que hicieron, Tales, Anaximandro, Anaxímenes... O bien hacer ciencia y no preguntarse por lo que has hecho, no dar el paso a la filosofía.¿Quiero ello decir que si retornamos a la mera confianza en los sentidos, evacuaríamos al intelecto y con él al hombre? En absoluto. El enfermo de ictericia, a quien la miel sabe amarga, posibilitará que surja la interrogación filosófica y ésta, por un camino diferente conducirá de nuevo al hombre. Pues si la miel es dulce para uno y amarga al otro, pero nos negamos a que el intelecto legisle respecto a qué es la miel en sí... sólo vale la mera subjetividad. Mas entonces entra en juego la conocida sentencia de Protágoras según la cual todas las cosas tienen en el hombre el patrón de medida (Pánton xremáton métron èstin ántropos... DK 8ob1) La sentencia precisa que se trata tanto de medida "de las cosas que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son".Muchas son las interpretaciones que se han dado de la frase y no todas van en el sentido del relativismo subjetivista. Aquí mismo he aludido a una posible interpretación fuerte según la cual el ser humano constituiría la condición de que las cosas tengan no sólo una significación y un peso en una escala de valores, sino incluso una determinación precisa. Pero en cualquier caso estaríamos también debatiendo sobre la centralidad del ser humano.Los asuntos del ser humano también ocuparon a los llamadosfisiócratas, y que eran de hecho los que reflexionaban sobre la naturaleza, o sea, los físicos de la Antigüedad. Algunos de sus sucesores dejaron ya de ocuparse de la primera parte, dejaron de ser físicos. Entre unos y otros alimentaron un debate que, emulando a Platón, puede calificarse como "lucha de gigantes en torno al ser". En tal combate sigue hoy la filosofía en ocasiones brotando asimismo de la física, del trabajo de los físicos, los nuevos Tales, Anaximandro, Anaxímenes ...Cuando la reflexión sobre el hombre no es paralela al conocimiento de la naturaleza, sino que surge precisamente de ésta, cuando la exigencia misma de determinar la physis conduce a tomar muy en serio la hipótesis de la irreductibilidad del hombre a una especie natural entre otras especies naturales, entonces el humanismo es filosófico. Diferencia radical respecto a las actitudes en las que la consideración de la trascendencia del hombre procede de una pulsión del espíritu directamente opuesta al acto de conocer.Ciertas mentes positivistas han reprochado siempre a la filosofía una suerte de caída en la tentación de absoluto que la haría sospechosa a los ojos del ascético rigor de la ciencia. Lo más curioso es que esas mismas mentes nada tienen que objetar a la promesa de absoluto cuando se presenta desnuda. Una sería la causa de la verdad científica y otra la causa de la verdad religiosa. La filosofía, meramente, se niega a esta dicotomía; la filosofía busca en la razón misma la confianza en que las vicisitudes de la vida empírica no agotan la cosa cuando del hombre se trata. Víctor Gómez Pin, Asuntos metafísicos 82, El Boomeran(g), 22/01/2015"Por mera convención nos referimos al color, y también por convención hablamos de lo dulce, por convención asimismo nos referimos a lo amargo; en realidad sólo hay átomos y vacío" aserta el intelecto. Mas al escuchar tal cosa los sentidos (aistheseis) responden al intelecto: "Pobre intelecto, pretendes vencernos a nosotros que somos las fuentes de tus evidencias. Tu victoria será tu derrota" (Diels B 125).