Para muchas personas, esta es una situación difícil de soportar. Hacen lo que pueden para esquivar el encuentro con el paso del tiempo, leen revistas, novelas, ensayos, toman notas, consultan la agenda, ordenan carpetas, llaman por el móvil, trabajan con el ordenador o se sumen en la contemplación de la gente que viene y que va. En resumen, se ocupan, llenan ese tiempo que se les ofrece y se les impone con actividades, ideas, grandes o pequeñas, y tareas diversas.
Debes probar la experiencia contraria. No hacer nada. Si ponerte nervioso ni aburrirte. Dejarte flotar en el tiempo, sabiendo que pasa por sí solo, inexorable, en ti y sin ti. Debes dejarte fluir en esta pasividad total, sin inquietud. Todo llegará, y nada depende de ti. Puedes estar vacío, amorfo, inmóvil, indiferente, brumoso, ausente; y a pesar de todo, el tiempo avanza, y este momento llegará a su fin. Puedes descubrir que no hay que matar el tiempo. El tiempo no cesa de morir, por sí mismo, indefinidamente.
Roger-Pol Droit, 101 experiencias de filosofía cotidiana, Blackie Books, Barna 2014