Charles S. Peirce |
Como profesional de la incertidumbre, he visto, más de lo que me correspondía, a vendedores vestidos con la bata de científicos, sobre todo los que se mueven en el mundo de la economía. Los que más engañados están por el azar se encuentran entre éstos.
Tenemos fallos más allá de lo que se podría arreglar, al menos para este entorno, pero estos son sólo malas noticias para aquellos utópicos que creen en la humanidad idealizada. El pensamiento actual presenta las dos siguientes visiones polarizadas del hombre, con pocos claroscuros entre ambas. (…) se conoce como la “visión utópica” relacionada con Rousseau, Godwin, Condorcet, Thomas Paine, los economistas normativos convencionales (del tipo que le piden que haga elecciones racionales porque eso es lo mejor para usted), etcétera. Creen en la razón y en la racionalidad, que tenemos que superar los obstáculos culturales que hay en nuestro camino para convertirnos en una mejor raza humana, pensando que podemos controlar nuestra naturaleza a voluntad y transformarla con una sencilla orden para lograr, entre otras cosas, la felicidad y la racionalidad. En esencia, esta categoría incluiría a aquellos que creen que la cura de la obesidad consiste en informar a la gente del hecho de que debería cuidar su salud.
Por otro lado, está la “visión trágica” de la humanidad que cree en la existencia de limitaciones y fallos inherentes en nuestra forma de pensar y actuar, y que hay que reconocer este hecho para poder emprender cualquier acción individual y colectiva. Esta categoría de personas incluye a Karl Popper (falsacionismo y desconfianza de las “respuestas” intelectuales y, de hecho, de cualquiera que confíe en que sabe algo con certeza), Friedrich Hayek y Milton Friedman(sospecha de los Gobiernos), Adam Smith(la intención del hombre), Herbert Simon(racionalidad limitada), Amos Tverskyy Daniel Kahneman (heurísticas y sesgos), el especulador George Soros, etcétera El más olvidado es el incomprendido filósofo Charles Sanders Peirce que nació 100 años demasiado pronto (acuñó el término científico “falibilidad” en oposición a infalibilidad papal). No hace falta decir que comulgo en la categoría “trágica”: somos defectuosos y no hay necesidad alguna de intentar corregir nuestros fallos
Nassim Nicholas Taleb, ¿Existe la suerte? Las trampas del azar, Booket, Barna 2009