La democracia (como régimen político y como mentalidad) está fundada sobre algunas "ficciones" constitutivas. Estas son proposiciones que no enuncian objetivos efectivamentye accesibles sino
metas inalcanzables, hacia las cuales se puede sólo "tender" al infinito; por lo tanto principios generales técnicamente "utópicos". El puro hecho de tender a esas metas permite al sistema político funcionar, porque obliga a individuos e instituciones a comportamientos específicos mientras se inhibe de otros. Por eso la democracia es una hipótesis basada en el fragilísimo principio del "como si" : incluso si todos saben que un principio dado no subsiste, se comportan
como si ese principio fuese válido. En el fondo, ese es el presupuesto de muchos juegos (el futbol se practica
como si las manos no existieran; el boxeo
como si no existieran los pies y así sucesivamente), lo que también podría sugerir que la democracia, basada como está en reglas de este tipo, se a en el fondo un
gigantesco juego de simulación (
Bobbio). De lo contrario, se la puede imaginar como un "resorte de tensión" (
Montesquieu): para funcionar necesita que se crea a toda costa que los principios subyacentes son verdaderos y no mentiras o ilusiones (
Kelsen). (43).
Raffaele Simone,
El Hada Democrática. Cómo la democracia fracasa, Taurus, Barna 2016