El Roto |
Este deseo de afirmar la «personalidad» de mi clase, de mi grupo, o de mi nación, tiene relación tanto con la contestación que responde a la pregunta sobre cuál ha de ser el ámbito de la autoridad (pues d grupo no debe ser mediatizado por dirigentes de fuera) cuanto —e incluso más estrechamente— con la que responde a la de quién ha de gobernarnos; gobernarnos bien o mal, con liberalidad o con opresión, pero, sobre todo «¿quién?». Respuestas tales como «representantes elegidos por mí y por otros, elegidos sin ninguna traba», «todos nosotros reunidos en asambleas regulares», «los mejores», «los más sabios», «la nación en cuanto que está encarnada en estas o en aquellas personas o instituciones», o «el líder divino», son respuestas que son independientes lógicamente, y a veces también política y socialmente, del grado de libertad «negativa» que yo pida para mis propias actividades o para las de mi grupo. En el caso de que la respuesta a la pregunta sobre quién me va a gobernar sea alguien o algo que yo pueda representar como «mío», como algo que me pertenece, o alguien a quien pertenezco, puedo definir a este algo o alguien como una forma híbrida de libertad, usando palabras que llevan la idea de fraternidad y solidaridad, así como, en parte, la connotación del sentido «positivo» de la palabra libertad (que es difícil de especificar con más precisión); en todo caso, puedo definirlo como un ideal que hoy día es más prominente que cualquier otro en el mundo, pero al que no parece convenir con precisión ningún término de los que existen. Los que compran al precio de su libertad «negativa», que es la que Mill defendía, pretenden, desde luego, que se «liberan» por estos medios, en este sentido confuso que tiene esta palabra, pero que es vivido con pasión. De este modo la expresión «estar al servicio de Dios es la perfecta libertad» puede ser secularizada, y el Estado, la nación, la raza, una asamblea, un dictador, mi familia, mi medio ambiente, o yo mismo, podemos sustituir a la Divinidad, sin que por ello deje de tener sentido por completo la palabra «libertad».
Isaiah Berlin, Dos conceptos de libertad