El sentimiento no es equivalente, no es idéntico a la emoción. Hablamos por ejemplo de la intuición lingüística, del toque de balón o de la compasión.* No existen los términos «emoción-lingüística» o «con-emoción». Tampoco los términos «afecto-lingüístico» o «con-afecto». También el duelo es un sentimiento. Hablar del afecto del duelo o de la emoción del duelo suena extraño. Tanto el afecto como la emoción representan algo meramente subjetivo, mientras que el sentimiento indica algo objetivo.
El sentimiento permite una narración. Tiene una longitud y una anchura narrativa. Ni el afecto ni la emoción son narrables. (...)
Tanto el afecto como la emoción representan algo meramente subjetivo, mientras que el sentimiento indica algo objetivo.
El sentimiento permite una narración. Tiene una longitud y una anchura narrativa. Ni el afecto ni la emoción son narrables. La crisis del sentimiento que se observa en el teatro actual es también una crisis de narración. El teatro narrativo del sentimiento cede hoy ante el ruidoso teatro del afecto. A causa de esta ausencia de narración, el escenario se carga de una masa de afectos. Frente al sentimiento, el afecto no abre ningún espacio. Se busca una pista lineal para descargarse. También el medio digital es un medio del afecto. La comunicación digital facilita la repentina salida de afectos. Ya solo por su temporalidad, la comunicación digital transporta más afectos que sentimientos. Las shitstorms** son corrientes de afecto. Son características de la comunicación digital.
El sentimiento es constatativo. Por eso se dice «tengo el sentimiento de que…». Por el contrario, no es posible decir «tengo el afecto o la emoción de que…». La emoción no es constatativa, sino performativa. Remite a acciones. Además, es intencional y finalista. A menudo el sentimiento de angustia no tiene un objeto concreto. En esto se distingue del miedo, que tiene una estructura intencional. Tampoco la intuición lingüística es intencional. Su no-intencionalidad se distingue de la expresión lingüística, que es expresiva, es decir, emotiva. También es posible una compasión cósmica, un sentimiento oceánico del mundo que no está dirigido a una persona determinada. Ni la emoción ni el afecto adquieren la amplitud que caracteriza al sentimiento. Son una expresión de la subjetividad.
El sentimiento tiene otra temporalidad que la emoción. Permite una duración. Las emociones son esencialmente fugaces y más breves que los sentimientos. Frente al sentimiento, la emoción no representa ningún estado. La emoción no se detiene. No hay una emoción de quietud. La expresión «estado de emoción» suena paradójica. La emoción es dinámica, situacional y performativa. El capitalismo de la emoción explota precisamente estas cualidades. El sentimiento, por el contrario, no se deja explotar por carecer de performatividad. Tampoco el afecto es performativo, sino más bien eruptivo. Le falta la orientación performativa.
El «afecto de la angustia» es un falso concepto. La angustia es un sentimiento. Le es propia una temporalidad que no es compatible con el afecto. Es un estado constante. Carece, por tanto, de la permanencia que caracteriza al sentimiento. Precisamente, el sentimiento constante lleva a una actividad empresarial incesante. Y el capitalismo que analiza Weber es un capitalismo ascético de la acumulación, que más bien sigue a la lógica racional que a la emocional. No tiene, por tanto, un acceso al capitalismo del consumo, que capitaliza emociones. Además, en el capitalismo del consumo se venden significados y emociones. No el valor del uso, sino el valor emotivo o de culto es constitutivo de la economía del consumo.
El capitalismo de la emoción.
Byung-Chul Han, Psicopolítica, Herder, Barcelona 2014
* El autor hace referencia a tres términos compuestos en los que aparece el término alemán Gefühl, que traducimos por sentimiento: intuición lingüística (Sprachgefühl), toque del balón (Ballgefühl) y compasión (Mitgefühl). (N. del T.)
** Literalmente «tormenta de mierda» en el sentido de «tormenta de indignación en un medio de internet». Cf. B.-C. Han, En el enjambre, Barcelona, Herder, 2014, p. 15. (N. del E.)p.p1 {margin: 0.0px 0.0px 0.0px 0.0px; font: 15.0px 'Helvetica Neue'; color: #232323; -webkit-text-stroke: #232323} span.s1 {font-kerning: none}