Existen, según sus características cronológicas, dos tipos de amnesia: la retrógrada y la anterógrada. La primera es la que ocasiona el olvido de todo lo sucedido antes del comienzo del trastorno. Algo así como reformatear el disco duro de una computadora y dejar la memoria hecha una tabula rasa, como recién salida de fábrica. La amnesia anterógrada impide que nuevos acontecimientos se incorporen a la memoria a largo plazo: la persona recuerda de manera normal lo ocurrido antes del comienzo del problema, pero no puede retener lo posterior más que durante un cierto lapso. Por ello, también es conocida como “pérdida de memoria a corto plazo”.
Ambas han dado lugar a una multitud de historias de ficción. La primera es, por ejemplo, la que sufren Jason Bourne —el personaje de las novelas de Robert Ludlum encarnado en el cine por Matt Damon— e innumerables personajes de telenovelas latinoamericanas. La segunda, por su parte, ha sido fuente de inspiración de algunas obras mucho más interesantes.
Una de las claves de esas obras radica en el punto de vista. Si el foco del relato se sitúa sobre la persona que padece la amnesia anterógrada, se pueden lograr muy buenas historias de intriga y suspenso. El ejemplo más popular es la película
Memento (de 2000, dirigida por Christopher Nolan), en la que un investigador llamado Leonard Shelby intenta descubrir al asesino de su esposa, pese a que solo recuerda lo sucedido en los últimos minutos. Se ayuda con una cámara Polaroid y con tatuajes en su propio cuerpo.
Un caso más reciente es el de
Before I Go to Sleep (de 2014, basada en una novela del británico S. J. Watson), en la cual el personaje de Nicole Kidman despierta cada día limpia de recuerdos, no solo a partir del comienzo del trastorno, sino desde más atrás. El misterio que debe resolver es su propio pasado, con —entre otras cosas— una cámara de video.
El foco en las personas cercanas a los amnésicos permite dramas muy bien logrados, como la novela
La fórmula preferida del profesor (de la japonesa Yoko Ogawa, publicada en 2004 y llevada al cine en 2012; se puede ver completa, con subtítulos en castellano,
en YouTube) o la recién editada
La mujer del olvido, del argentino Martín Lombardo. En esos casos, el nudo del relato no radica en quienes padecen la pérdida de memoria, sino en quienes tienen que acompañarlos: una asistenta y su hijo, en el primer caso, la esposa, en el segundo.
Y si se centra el eje en las personas cercanas al amnésico pero de una manera, digamos, blanda —y un poco ingenua—, el resultado pueden ser comedias como la animación
Buscando a Nemo (2003) o
50 First Dates (2004). En esta última, Lucy Whitmore (interpretada por Drew Barrymore) amanece cada día creyendo que es el mismo día, y su padre y su hermano, en lugar de revelarle la dolorosa verdad, montan una elaborada recreación para mantenerla dentro de su fantasía, autocondenándose a repetir de forma interminable tramas como las de
Good Bye, Lenin! o
The Truman Show.
De algún modo,
50 First Dates es el exacto reverso de
Groundhog Day. El personaje de Bill Murray no podía escapar del “día de la marmota”, pero era el único que tenía consciencia de las repeticiones; el de Barrymore, por el contrario, es el único que no se entera de esa suerte de hechizo del tiempo en que ha caído. Por supuesto, hasta donde sabemos, la repetición del mismo día —como el de la marmota— es imposible, mientras que la amnesia anterógrada es un problema de verdad: medios como
The Telegraph y
BBC han dado cuenta, hace poco, de algunos casos de la vida real.
Cristian Vázquez,
La memoria y el olvido y sus efectos narrativos, Letras Libres 11/04/2017
[www.letraslibres.com]