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Las religiones, particularmente las monoteístas, han sido siempre un proyecto de hegemonía cultural. Aspiran a definir la realidad para así poder controlarla. En no poca medida, la modernidad consistió en una lucha contra esa intención. Es una lucha que no ha terminado todavía, y por eso la religión aún se cuela en nuestros hogares. Ahora, convertida más bien en un lobby, pelea por mantener su espacio en la batalla simbólica que caracteriza a las sociedades abiertas.
Jorge Galindo, Y Dios en la de todos, El País 14/04/2017 [elpais.com]